viernes, 30 de octubre de 2009

UN TONTO SENTIMENTAL


La Voz del Interior, Córdoba, Argentina, 30Oct09
Lejos de haberse muerto cuando su autor lo dejó de dibujar, el personaje del Negro Fontanarrosa protagoniza ahora una bien lograda película.
Por Emanuel Rodríguez
Especial
No podés volver si no te fuiste: hay regresos que son sólo un exceso de parafernalia para decir que hay cosas que siempre están. Como Boogie, el aceitoso, un personaje que se negó a morir cuando su propio autor lo dejó de dibujar, y que se niega a morir ahora que ese autor, Roberto Fontanarrosa, ya no pisa el mismo maldito suelo de los vivos. Es el destino de los clásicos.

Por eso, más que un rescate nostálgico, más que un homenaje, la película Boogie, el aceitoso es, por suerte, una recreación, un ejercicio lúdico: ver al mastodonte en movimiento, darle a la bestia la oportunidad de actualizar su tierna crueldad. El filme adapta algunas aventuras de la tira "sobre todo sus remates cómicos, las frases que hicieron de Boogie un diccionario ridículo de la brutalidad masculina" a un guión acorde a la naturaleza incorrecta y ultraviolenta del personaje.

Así, el guionista Marcelo Paez Cubells se las arregla para poner a Boogie en situación de preocuparse, no porque le disparó a su chica y le provocó un susto de antología, sino por haberle errado a un blanco a dos metros… o en un diálogo que le permite citarse en su máxima expresión: "Todo lo humano me es ajeno". Lo vemos, a Boogie, como si Quentin Tarantino hubiese decidido filmar su biografía: sucede que los realizadores de la película han sabido encontrar la aberrante belleza que reside en la ficción ultraviolenta, el giro cómico que resulta del exceso y la libertad que otorga prescindir de la metáfora. Boogie no es una sinécdoque de la sociedad. Es su resultado pluscuamperfecto, su derivación lógica.
La locura criminal de Boogie es la consecuencia natural de la razón occidental, mostrada con una brutalidad que provoca risa. Todo se cubre de rojo mientras Boogie sonríe, y los cuerpos débiles sucumben, despojados de cabezas o de cualquier miembro que se cruce en el camino del asesino a sueldo. La película, como la historieta, lleva al extremo de la parodia los lugares comunes de la novela negra y del cine de acción hollywoodense, recrea al Boogie de la primera época, un hombre de acción que luego, en el papel, se convertiría más en testigo implacable de la corrupción que en su agente.
Aquí, con la voz de Pablo Echarri, aparece en su versión más enérgica, para recordarnos que en un mundo cuyos valores son la rapidez y la eficiencia, los mejores empleados son las balas.
No podés volver si no te fuiste: cuando Boogie te apunta y te dice "para ustedes también hay", sabés que algo de él siempre ha estado aquí, ayudándonos a verle el lado ridículo al desastre, a reírnos de la desesperanza, y a sucumbir como tontos sentimentales ante cualquier verdad que salga de los labios de una bella mujer bañada en la sangre de los enemigos.

domingo, 25 de octubre de 2009

REPORTAJE: EL PEQUEÑO GRAN HOMBRE DE FLORES


El País, Madrid, España, 25Oct09
Los últimos trabajos revelan que el 'hobbit' evolucionó en África hace más de dos millones de años y utilizaba herramientas
JAVIER SAMPEDRO - Madrid -
Cinco años después de su descubrimiento en la isla de Flores, en Indonesia, los científicos siguen reexaminando el fósil humano más desconcertante de la historia: LB1, el hombre de Flores, que en realidad era una mujer. Medía un metro y no tenía más cerebro que un chimpancé, pero vivió hace sólo 17.000 años. Algunos paleontólogos no aceptan que represente una especie enana, y han sostenido siempre que LB1 es una mujer moderna con alguna enfermedad rara. Según los últimos estudios evolutivos, sin embargo, la enfermedad tendría que ser tan rara como una máquina del tiempo.

El pulgar de sus pies era perpendicular a los demás dedos y habría calzado un 40
Su clavícula no es de tipo humano, pero la nariz le sitúa entre los homínidos
Los nuevos datos tampoco confirman la interpretación inicial de los descubridores del hobbit: que esta especie era un descendiente evolutivo del Homo erectus, el primer homínido que salió de África (hace 1,8 millones de años). Como el erectus ya tenía un tamaño similar al nuestro, esta interpretación implicaba que el hobbit u homo floresiensis, que es su nombre técnico, se tenía que haber miniaturizado en la isla de Flores. El fenómeno es conocido en otros mamíferos.
Según los nuevos resultados, el hobbit no es un homo erectus que se hizo enano, sino que ya salió enano de África, porque proviene de una especie aún más antigua que el erectus, de una época en que los homínidos aún no habíamos crecido de tamaño. No es que la nueva idea sea mucho más convencional que la anterior. Algunos paleontólogos, en realidad, la ven aún más chocante. Simplemente, es la que cuadra mejor con todos los datos.
Los principales trabajos son de los equipos de Michael Morwood, de la Universidad Nacional Australiana en Canberra (Journal of Human Evolution avanzado en la edición online el 21 de julio de 2009), Dean Falk, de la Universidad Estatal de Florida (anticipado en el mismo medio el 28 de febrero de 2009) y William Jungers, de la Universidad de Nueva York en Stony Brook (Nature, 7 de mayo). En conjunto suponen el primer análisis detallado de toda la morfología del esqueleto -no sólo del cráneo- y su comparación evolutiva con las demás especies de homínidos.
Si se corrige la longitud de su pie por el tamaño de su fémur, como suele hacerse, la hobbit de Flores tendría que haber calzado más de un 80. Aunque no habría podido calzar, porque tenía el pulgar perpendicular a los demás dedos. Con todo, el resto del esqueleto muestra que su posición era erguida. Los datos ya se refieren a los esqueletos de 11 individuos, aunque el único cráneo sigue siendo el de LB1.
Su clavícula no es de tipo humano, ni siquiera de tipo homo, recta y larga, sino corta y curva al estilo primitivo. Su pelvis se parece más a la de un australopiteco que a la nuestra, que fue inventada por el homo erectus hace 1,8 millones de años. El hueso trapezoide de su muñeca no tiene forma de bota, como el humano, sino de pirámide, un rasgo típico de los monos. La excepción es la cabeza. No por su capacidad craneal de 420 centímetros cúbicos, que vuelve a ser la de un australopiteco o un chimpancé, sino por ciertos detalles de su forma.
La nariz delgada y los arcos ciliares prominentes, por ejemplo, parecen propios de nuestro género. Son estos rasgos los que justifican su designación de homo floresiensis, es decir, su inclusión en nuestro género.
La comparación de todos estos rasgos, los antiguos y los modernos, entre todas las especies de homínidos, no cuadra con que el hombre de Flores sea un descendiente evolutivo del homo erectus. Indica, por el contrario, que es una especie anterior. Una de las primeras del género, de hecho, como el pionero homo habilis, que también es un mosaico de formas primitivas y modernas (aunque no el mismo mosaico, sino otra combinación).
En los primeros tiempos del género homo, los mosaicos eran la norma.
Desde hace 4 millones de años, han evolucionado en África una veintena de especies de homínidos. Las primeras fueron del género australopithecus, como Lucy, que se extinguió hace 1,5 millones de años sin haber salido de África ni experimentar un aumento cerebral. El género homo surgió hace 2,5 millones de años, y por tanto coexistió con los australopitecos durante un millón de años.

Se suponía hasta ahora que el homo erectus, con un cráneo cercano a los 1.000 centímetros cúbicos, fue el primer homínido que salió de África, hace 1,8 millones de años (está bien documentado que poco después se extendió por Asia). Si la nueva interpretación es correcta, el hombre de Flores se le habría adelantado en cientos de miles de años. En la cueva de Liang Bua, donde se desenterró LB1, aunque no en los mismos estratos, se hallaron herramientas avanzadas que confunden aún más el cuadro. Pero la mayor parte de los artefactos de esa cueva -que se remontan a 800.000 años atrás-, y todos los de la vecina excavación de Mata Menge, son muy similares a los hallados en Olduvai, Tanzania, que fueron tallados hace un millón y medio de años, quizá más. Y éstos se adjudican al primitivo homo hábilis, no al más moderno homo erectus. Esto cuadra con la nueva teoría. Las herramientas modernas no cuadran con ninguna.
La paleoneuróloga Dean Falk, de la Universidad Estatal de Florida, ha comparado el interior del cráneo del hobbit con el de otros homínidos y humanos modernos, incluido un microcefálico. Los datos mostraron ya en 2005 que las dos formas eran muy distintas. Pero mostraron que había una posibilidad que no habían contemplado los descubridores del hobbit.
"Nuestra reconstrucción del cerebro es también compatible con que el hobbit y el homo erectus compartieran un ancestro común de pequeño tamaño", explicó Falk entonces.
"Si esto fuera cierto, el cerebro del hobbit no habría sufrido una miniaturización en ningún momento, sino que el cerebro del homo erectus habría experimentado un crecimiento durante la evolución de esta especie [hace dos millones de años], al mismo tiempo que su cuerpo. Esta hipótesis implicaría que los rasgos avanzados que hemos detectado en el cerebro del hobbit empezaron a evolucionar antes de que el cerebro del erectus aumentara de tamaño".

sábado, 24 de octubre de 2009

POETAS EN LA MITAD DE LA VIDA


La Nación, ADNCultura, Buenos Aires, Argentina, 24Oct09
Mapa de una generación que nació alrededor de los años 60 y se afianzó en la década del noventa. El fenómeno de los recitales masivos de poesía, un género noble que resiste a la lógica del mercado.
Por Jorge Monteleone
Para LA NACION - Buenos Aires, 2009
La escena parece un sueño barrial algo absurdo e inmediato, como esas pequeñas epifanías que el poeta Fabián Casas suele escribir. El poeta es hincha de San Lorenzo de Almagro, asiste a un partido en el nuevo Gasómetro y allí divisa a un personaje de El señor de los anillos , el montaraz Aragorn, con las facciones de Viggo Mortensen, pero luciendo la camiseta azulgrana y alentando al local como un hincha más. Con la lógica de los sueños, Aragorn declara que el equipo va a resistir: el Ciclón luchará hasta el fin porque tiene la misma entereza que la Comunidad del Anillo. Más tarde acompaña a Casas desde la Nueve de Julio hasta su barrio, como amigables cuervos. Todo parece tan real que, previsiblemente, un transeúnte que pasea con su novia los ve y exclama: "¡Es Aragorn, no lo puedo creer!". En el sueño cruzan las calles de Boedo, Aragorn lo llama "un guapo sabio" y percibe, como un recuerdo inminente que pertenece a su infancia, el aire como envejecido del tedio suburbano. Casas recuerda o imagina versos de un poema propio sobre una tormenta de verano, y repite ese vocablo imantado de Baudelaire sobre París: "El spleen de Boedo": "Bajo los látigos del agua, las plantas./ En las ventanas, los mosquiteros./ Las cortinas hechas con largas tiras de plástico,/ bailan en las puertas de las cocinas./ Y se encienden los espirales en las mesitas de luz". Aragorn, que ya se transformó en Mortensen, confirma que va a solventar una antología donde estarán muchos de los poetas de la generación de Casas y donde podría publicar el poema sobre Boedo. Lo hará en su propia editorial, llamada Perceval Press, con sede en California, y en la tapa habrá una foto algo abstracta, tomada por el propio Mortensen, cuyo nombre será "Boedo 2". Perceval es el nombre de un caballero de la Mesa Redonda del Rey Arturo, con lo cual el sueño se vuelve simétrico.
Sin embargo todo esto, con mayor o menor detalle, realmente ocurrió. La presentación en Buenos Aires de la Antología de la nueva poesía argentina (Perceval Press, 2009) fue populosa y notoria y por primera vez los cronistas del espectáculo se interesaron en la poesía argentina mientras Viggo Mortensen lucía la camiseta de San Lorenzo y escuchaba la lectura de los poetas. Tal vez no hubo en Buenos Aires una publicidad similar desde 1932, cuando Oliverio Girondo hizo pasear una carroza fúnebre con un gigantesco muñeco, con galera y monóculo, para promocionar su libro Espantapájaros . La anécdota parece cumplir lo que los surrealistas llamaban "azar objetivo": el encuentro entre una causalidad externa y una finalidad interna. Conviene a una generación poética que desde la del sesenta puede reconocerse como una figura social a la vez que literaria. Se trata de poetas cuya infancia o adolescencia transcurrió durante la dictadura -nacidos entre 1960 y 1976- y publicaron en la década menemista, era de cinismos, de malversaciones y de una cultura del espectáculo que ellos supieron cifrar en el poema como decepción y distancia, y que a la vez articularon como novedad, con todos sus riesgos y fracasos, y con presencia pública, opiniones contundentes y asunciones ideológicas. El antólogo fue Gustavo López, director de la revista Vox (ahora en Internet) y de la editorial del mismo nombre, órganos de difusión de la poesía argentina de los últimos quince años.
López señala "el ímpetu cultural que la salida de la dictadura militar desata a mediados de los ochenta" y la tarea de editoriales y revistas literarias "entre las que se destaca Diario de Poesía , publicación que repondrá nombres de obras y autores silenciados o poco considerados por efecto del exilio y la chatura impuesta en los años oscuros". Destaca la recuperación de poetas soslayados: Joaquín Giannuzzi, Ricardo Zelarayán, Leónidas Lamborghini, Juana Bignozzi. Podrían agregarse otros, pero lo importante radica menos en su lectura que en su uso, porque los poetas encontraron en ellos una visión crítica para la representación de lo real y sobre todo, una lengua. La poesía de los años ochenta lidiaba con un lenguaje que había sostenido en la sociedad argentina el discurso de la dictadura y que en el escándalo de la desaparición forzosa de miles de personas no sólo había corrompido el habla, sino también el lazo social básico: el reconocimiento del otro en la relación cara a cara. Lo visto y lo dicho, la mirada y la voz como facultades de una poeticidad en acto estaban alterados. Esto se ve en poemas como "Cadáveres" de Néstor Perlongher, donde se leía: "Era ver contra toda evidencia/ era callar contra todo silencio/ era manifestarse contra todo acto/ contra toda lambida era chupar/ Hay cadáveres". O en la serie de poemas escritos por Diana Bellessi bajo el nombre "Tributo del mudo", donde la mudez se ofrecía como una forma de la elocuencia poética para decir lo que no podía ser nombrado. Esa poesía había sido política de un modo oblicuo y creativo, junto a otros poetas que escribieron esa experiencia de otro modo, como Juan Gelman en el exilio. En la década del ochenta se desarrollaron el afianzamiento del neobarroco, ciertas derivaciones de la poesía concreta en la revista XUL , la impronta neorromántica de la primera época de la revista Último Reino , la irrupción de una nueva enunciación femenina en la poesía escrita por mujeres.
Reiniciada la democracia, apareció Diario de Poesía , dirigida por Daniel Samoilovich, y se volvió una de las revistas más importantes de América latina, por su alcance y su continuidad (su primer número data de 1986 y sigue publicándose). Realizó, con sus tiradas y su influencia, lo que Carlos Battilana llamó, en su tesis sobre las revistas de poesía de los años ochenta, el "gesto de la masividad". Varios de sus integrantes constituyeron la corriente del "objetivismo" que conformó la recuperación de la mirada corroída durante la dictadura: el objeto como correlato de una renovada percepción de lo real y como sustento de una palabra que los volvía evidentes para fundamentarse en ellos. No se trataba de una representación fenoménica ingenua, porque acarreaba también las dudas sobre los alcances de ese "realismo" presunto e incluía su propia crítica -como en los libros de Guillermo Piro, La golosina caníbal (1988), Las nubes (1993) y Estudio de manos (1999)-. También disputaba con la estética neobarroca, cuya exploración de los efectos de superficie y de las derivas del signo lingüístico confrontaba con la impronta de lo objetivo. Otros poetas confrontaron desde otra posición estética e ideológica, como Ricardo H. Herrera, director de la revista Hablar de poesía , en su ensayo "Del maximalismo al minimalismo", de La hora epigonal (1991). En ese contexto surgen los que entonces fueron llamados "los chicos de los noventa" o "perritos de ceniza", agrupados en modestas pero influyentes revistas de la época, como 18 Whiskys , dirigida por José Villa y donde, además de Casas, se nucleaban entre otros, Teresa Arijón, Daniel Durand, Rodolfo Edwards, Darío Rojo -que no están en la antología publicada por la editorial de Mortensen, pero escribieron obras representativas del período-. Jorge Aulicino, que integraba por entonces Diario de Poesía , escribió que el grupo que dio origen a 18 Whiskys fue "la tribu más influyente" en la poesía de los últimos quince años, de la cual partieron tres líneas: una nueva poesía urbana, una poesía de observación que disloca el pensamiento mágico o el comentario desmañado, una poesía de reflexión o de imaginación lírico-épica. Pero Diario de Poesía fue el marco en el cual muchos de estos poetas tuvieron su expansión: Martín Gambarotta con Punctum , Washington Cucurto con Zelarayán y Santiago Llach con "Los Mickey" ganaron concursos de la revista. Su primer antólogo también integraba Diario de poesía : Daniel Freidemberg, con Poesía en la fisura (1995). Martín Prieto y especialmente D. G. Helder, miembros de la redacción y compañeros generacionales, publicaron un discurso crítico que fue casi un manifiesto tardío en la revista Punto de Vista , 60 (1998): "Boceto Nº 2 para un... de la poesía argentina actual". En el 2001 una antología mayor unificó la variedad: Monstruos. Antología de la joven poesía argentina , con selección y prólogo de Arturo Carrera. Así la poesía de la década del noventa fue un índice proliferante, un tópico, un lugar común, un espacio de polémicas y enfrentamientos, un objeto de estudio. Surgieron nuevos poetas y editoriales, numerosos textos, antologías, recitales, blogs y un cuerpo crítico creciente, incluso en la universidad: entre otros, los ensayos críticos de Ana Porrúa, de Delfina Muschietti, de Silvio Mattoni, de Edgardo Dobry, de Ana Mazzoni, Violeta Kesselman y Damián Selci. Poetas como Bellessi, Tamara Kamenszain -que les dedicó un ensayo en su notable La boca del testimonio -, o Fogwill se interesaron en ellos y hasta existe una tesis doctoral, "La poesía joven de los noventa en la Argentina", escrita por Anahí Mallol.
La poesía es "joven" hasta que se vuelve un arte de museo. La cultura juvenil, en cambio, sí formó parte de la visión del mundo de los años noventa, del modo en que el rock contó con esa idea como un valor constitutivo, siquiera como ilusión. El sujeto imaginario de la poesía de ese período suele ser un joven que se halla en un vacío de memoria y en consecuencia debe restaurar un relato de la historia donde la épica está ausente y donde la tradición de los ancestros carece de sentido o está clausurada. Ya no puede anclarse en lo sentimental porque no existe una conciencia fundante, ni siquiera biográfica. "No es cierto que la emoción perdure", escribió Helder. Carece de futuro, en el sentido utópico de una proyección en la historia, porque el futuro llegó hace rato: se siente un desclasado y a la vez sabe que su segura herencia fue la derrota de la generación que dio los pasos previos. El presente, dijeron, fue su tiempo absoluto y lo inmediato, el sitio de su nostalgia vacante. Era una versión nueva del "solicitante descolocado", imaginado por Leónidas Lamborghini, pero en la era de la convertibilidad. En la Antología... hay fragmentos de libros emblemáticos en que se manifiesta este carácter en 1996: La Zanjita , de Juan Desiderio, o Punctum , de Martín Gambarotta. El primero comienza en la zanja donde alguien se corta la mano para desenterrar un billete. Allí no hay un yo que enuncia, sino espacios donde se escenifica un habla menesterosa en que la oralidad corta el cuerpo de la lengua, corta las eses y los tendones: "Meté la mano/ sacá lo hueso de poyo/ de la zanja/ meté la mano/ te cortaste lo dedo/ por sacar la mitá/ de lo cien peso/ de la tierra/ y sus tendones/ se vieron hermosos/ bajo el sol". El segundo muestra una pieza aislada, donde alguien "no sabe quién es" y percibe los pobres objetos que lo rodean como figuras estáticas de un ruinosa cotidianeidad y donde la luz proviene de un televisor al final de la programación, como única ventana al mundo: "nada/ hace suponer el final de la transmisión nocturna/ que ahora termina y deja/ la pantalla nevada/ trasladando a la penumbra del pasillo/ la oscilación de un aire gris que no provoca/ ninguna emoción salvo en las cosas". Y así los objetos están allí pero sin aura, nuevos para la poesía porque no son poéticos. Integran un paisaje urbano de fábricas cerradas y persianas bajas, donde el progreso ha cesado, recorren las calles anónimas figuras hambreadas, y hay sitios donde sólo se halla el óxido, animales sueltos, detritus, restos, toda la "gama de lo inútil": D. G. Helder lo describió así en El guadal (1994), donde "toda pretensión de certidumbre tiene el destino/ de las gotas que caen desde un alto inútil/ alambique en un tambor de aceite". Un solitario texto de 1993 pudo ser un modelo: 40 watt de Oscar Taborda. Un poema narrativo o nouvelle en verso, que se demoraba en un paisaje de desechos y carencia, objetos cariados en el río que se angosta junto a la basura industrial y que incorporaba los sujetos de la pobreza con un ademán político que otros retomaron: construir una épica menor de la indigencia. Así también se perpetuaron los relatos y los personajes del margen en libros como Música mala (1997) o Metal pesado (1999), de Alejandro Rubio, que ahora se cobraba las contradicciones de la democracia claudicante que ni curó ni educó ni dio de comer, o como La raza (1998) de Santiago Llach, que en "Los Mickey" escenificó la anécdota de unos descendientes conchetos de las guardias blancas que ahora "cazan negros cerca de la villa del Bajo". Washington Cucurto, seudónimo de Santiago Vega, menos trágico o menos cínico, recreó un glosario de la farsa urbana sexualizado, vitalista y a la vez solidario con sus personajes populares: inmigrantes ilegales, prostitutas y pungas, empleadas y bailanteros, sirvientas con cama adentro, el mundo que Cortázar negaba en su relato "Las puertas del cielo", ahora con valor positivo. Su voz es una invención que al fin se apropia de la identidad del poeta con el uso del seudónimo: en La máquina de hacer paraguayitos (2000) Santiago Vega es el albacea de un tal Washington Cucurto, "poeta dominicano nacido en 1942" que inaugura el "realismo atolondrado". De estas corrientes de los poetas de la década del noventa, los de la generación siguiente toman y procesan muchos rasgos, como en dos interesantes libros de 2007: El Maldonado , de Miguel Ángel Petrecca, o Increíble , de Mariano Blatt.
Otros poetas recrearon mínimos atisbos de la infancia en el espacio familiar. Pero no como nostalgia, sino como la manifestación de una micropolítica donde el universo opresivo de la dictadura se desplazaba en las figuras parentales, en la monotonía cotidiana, en una visión como aniñada carente de un fantaseado encanto, pero bastante siniestra. En este aspecto fueron claves los primeros libros de Verónica Viola Fisher -no incluida en la Antología... -: Hacer sapito (1995), donde se lee: "Los hombres no lloran/ y mi hija tampoco/ llora porque/ tiene los ojos/ de su padre", o de Martín Rodríguez, Agua negra (1998), donde se lee: "el sentido de la palabra casa no lo podés/ cambiar/ la casa en su sentido/ de juntarnos, mamá,/ es la palabra que no me podés quitar/ de adentro, el sentido de la casa/ es estar juntos, si/ se destruye/ lo que queda es agua negra". En la Antología... se incluye un poema de otro libro fundamental de Rodríguez: Maternidad Sardá (2005). No sólo la infancia, sino lo infantil como una especie de miniatura objetiva se lee en El collar de fideos (1997), de Roberta Iannamico. Y asimismo una especie de catálogo perceptivo en los poemas de Laura Wittner -casi todos tomados de un libro de 2001: Las últimas mudanzas - donde el mundo nunca termina de asentarse, de clasificarse: la mirada es "como una ventana más", diluye la totalidad, que muta de una cosa a la otra, no en analogías metafóricas, sino en diferencias concretas. Esa forma de aparición del mundo tiene también algo de infantil y a veces de dichoso, aunque alejado de todo saber unitivo sobre lo real: "Como en la infancia -escribe-/ fuimos felices por error".
Dos poetas marcan en la Antología... un giro cualitativo respecto de los inicios de la poesía de los años noventa: Poesía civil (2001) de Sergio Raimondi, y La impresión de un folleto (2003) de Mario Arteca. El primero ejercitaba de un modo novedoso un nuevo vínculo entre la imaginación poética y lo sociopolítico, con uniones tan agudas como inesperadas: "es curioso que la métrica,/ considerada por el poeta como el elemento similar y constante/ que organiza todo un modo de componer,/ actúe tal como el regulador que por ese tiempo/ Watt introdujo en la máquina a vapor". Su trabajo con la forma, que elude todo lirismo y se oculta en lo argumentativo, en una prosa poética instrumental y hasta informativa sobre el ámbito laboral de Bahía Blanca, indaga críticamente la función de la poesía en la lógica del tardío capitalismo periférico. El segundo compone su libro de poemas como una vasta glosa a un catálogo de pintura del Instituto Di Tella publicado en 1963, donde el objeto percibido es suplantado por la imagen pictórica como otro correlato de la percepción y donde todo "lo que se está viendo" pasa al crédito de lo imaginario. Ya no se denuncia siquiera la pérdida del aura, sino el vacío de la percepción toda vez que los objetos en la sociedad globalizada son mercancías o desechos y éstos se reciclan otra vez como mercancía o elemento contaminante: el capitalismo transfigura el mundo de los objetos en campo de pura exclusión subjetiva. Así cae el último bastión de una cierta pureza de la mirada, de modo que los poetas de la segunda promoción de la década del noventa advierten con mayor agudeza que sólo es posible intervenir políticamente en lo real mediante la exploración del habla como pura exterioridad. O bien, como señalaron Selci y Kesselman comentando el precursor La Zanjita , el habla no es sólo un modelo, sino que se vuelve objeto eminente: "el habla es para la poesía la objetividad del presente". Intuyeron que en la poesía argentina, desde la gauchesca, la oralidad como representación poética siempre es social. Y así varios poetas acaban por componer una poesía explícitamente política: Rubio escribe sobre "la mente de Perón" en Novela elegíaca en cuatro tomos y Llach publica Aramburu .
Hay más poetas, no mencionados aquí: aquellas que procesan desde otro lugar la herencia de la poesía femenina cruzada con la estética pop (Fernanda Laguna, Gabriela Bejerman, Marina Mariasch) o con otras posiciones enunciativas (Gabriela Saccone, Patricia Suárez); aquellos más afines, por su dicción poética, a la poesía de la generación que sigue (Damián Ríos, Francisco Garamona, María Medrano, Ana Wajszczuk); y por cierto Martín Prieto y Fabián Casas, reconocidos iniciadores. Y hay también muchos poetas que no están incluidos, cuya obra revela un desarrollo muy considerable y a veces más atractivo que ciertos elegidos. Pueden mencionarse, entre muchos otros importantes, los que Mallol llamó "poetas del sigilo", como Carlos Battilana, Osvaldo Bossi o Silvio Mattoni. Cada uno a su modo no explora el objeto como desecho, sino el sujeto como residuo de lo sentimental o lo autobiográfico, ya ni siquiera en un absoluto presente sino en el tiempo fugaz del instante, casi a punto de desvanecerse, pero que resiste desde lo no intercambiable de la experiencia poética y aun de la experiencia vivida en sí misma. Poetas que no son leídos porque no entran en ese circuito, como Guillermo Saavedra, que trabajó el sarcasmo y la parodia al sentimentalismo con elocuencia ejemplar en El velador (1998). O el patagónico Cristian Aliaga, cuya obra poética, desde Lejía (1988) y No es el aura de Kant (1992), se perfecciona en La sombra de todo (2007), donde expone con minucia una conciencia desgarrada en la "escoria de la duración". O bien poetas para cuya obra no se han creado condiciones de legibilidad, como la de Adrián Navigante, residente en Alemania. Su obra ya es vasta, pero su libro más ambicioso es Unusmundus (2007), texto de cuatrocientas páginas inadvertido, como lo fue el igualmente inclasificable Himalaya o la moral de los pájaros (1970), de Miguel Ángel Bustos. Su tema es el despliegue de la p óiesis (el hacer poético) en la totalidad de una especie de cosmogonía, proyección a la vez personal y suprapersonal, histórica -política- y sagrada, aunque antirreligiosa. Una obra compleja, que trabaja el espacio de la página en dos niveles como figuración especular e invertida, que se resiste a ser cosificada y aspira a existir como acontecimiento.
La Antología... de López es un cierre, una muy parcial pero honesta evaluación de una tendencia consolidada, que cuenta con su propia mitología, con Mortensen como inesperado deus ex machina . Sigue la proyección individual de los poetas, el diálogo especular o divergente que tengan con sus comienzos, donde en algún caso se hallará lo más singular de su trabajo poético. El lector puede descubrir a poetas aún más "jóvenes", nacidos en los años ochenta, en la antología Última poesía reciente (Ediciones en danza, 2008) editada por Javier Cófreces, Eduardo Mileo y Gabriela Franco.
"La poesía no nace", pero siempre comienza, aquí, allá y en todas partes. Todo el resto es literatura o, como parafraseó Daniel Durand en "Segovia": "La poesía todavía no existe/ Nunca va a haber literatura".

KODAMA:"ESCRIBIRÉ MIS MEMORIAS PARA EVITAR DISTORSIONES EN LA OBRA DE BORGES"


Perfil.com, Buenos Aires, Argentina, 24Oct09, 12:11 hora argentina.
En Japón, celebra los 10 años de la Asociación Borgeana.
Según Kodama, "hay gente indignada con la distorsión que se hace con algunas cosas". | Foto: EFE
“Voy a tener que escribir mis memorias”. Es el modo que encontró la viuda de Jorge Luis Borges, María Kodama, para evitar que se distorsione la obra del escritor. Así lo aseguró en una entrevista que ofreció en Japón, donde se encuentra celebrando hoy los 10 años de la Asociación Borgeana de ese país. Para Kodama, de 64 años, ese será el único modo de poner fin a “la falta de justicia” con todo lo que se escribe y se ha escrito sobre Borges, y agregó: “Hay gente indignada con la distorsión que se hace con algunas cosas".

La viuda del escritor, hija de un arquitecto japonés que se radicó en Buenos Aires, aseguró en una entrevista con la agencia EFE que, por esa misma razón, ella deberá escribir sus memorias, para hablar de Borges desde “un punto de vista personal y sentimental” y retrucar así a los que escribieron sobre él sin siquiera haberlo conocido.
María Kodama visita estos días Japón por la celebración del décimo aniversario de la Asociación Borgeana de ese país, que reúne a estudiosos y admiradores del genial escritor argentino y Premio Cervantes en 1980. Ella es, precisamente, la heredera testamentaria de sus obras, y también ha sido en numerosas ocasiones el centro de las críticas del presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Alejandro Vaccaro, y del escritor y ex-secretario de Borges, Roberto Alifano.
Vaccaro dijo recientemente que el matrimonio entre Kodama y Borges, en 1986, no fue legal, ya que el escritor argentino aún no estaba divorciado de su anterior esposa, Elsa Astete Millán. No obstante, Kodama afirmó que desde la muerte de Borges, hace 23 años, aceptó "un destino de haber vivido algo único”. Y explicó: “Uno no se da cuenta mientras lo vive, aunque frente a la codicia y envidia de los otros", subrayó.
Kodama ha podido revivir estos días los dos viajes que realizó con Borges a través Japón, en los que el escritor, un amante y estudioso de la cultura nipona, vivió de primera mano "cosas que ya conocía intelectualmente", como los ritos sintoístas o la ceremonia del té.
La viuda del escritor opinó que existen puntos comunes entre la literatura japonesa y la obra de Borges, al hablar de "lo que no está brutalmente expresado, sino de cosas que se sobreentienden de un modo misterioso". Y explicó: "Las historias sobre Japón que le leía su abuela despertaron su imaginación desde niño y su interés por el país".
Kodama acompañó en numerosos viajes a Borges desde mediados de los años 70 por todo el mundo, trabajó con él en traducciones, entre ellas de la obra japonesa "El libro de la almohada" de Sei Shonagon, y convivió como su esposa sus últimos meses de vida hasta su muerte en Ginebra.

MAFALDA RETÓ A BERLUSCONI: "NO SOY UNA MUJER A SU DISPOSICIÓN"


Perfil, Buenos Aires, Argentina, 24Oct09
El dibujo de Quino fue utilizado en una doble página de un diario italiano. Fue en adhesión a una protesta contra las declaraciones machistas del premier.
La frase se hizo emblemática luego de que la usara la dirigente opositora Rosy Bindi contra Berlusconi, que en un debate de televisión la ofendió.
Foto Mafalda: Larepubblica.it
Como mirándolo a los ojos, con el seño fruncido y en un gesto más que ofuscado, nuestra Mafalda fue ayer a gritarle al primer Ministro Italiano, Silvio Berlusconi: “No soy una mujer a su disposición”. Y lo hizo, gigante, en una doble página del diario italiano La Repubblica, dedicada a una protesta en la que unas 10.000 mujeres repudiaron el machismo del premier.



La imagen fue enviada por el propio Quino, creador de Mafalda, en adhesión a la protesta, con la misma frase que utilizó hace dos semanas la dirigente opositora de centro izquierda Rosy Bindi, quien le respondió con esas palabras a Berlusconi luego de que este la ofendiera en un debate de televisión: “Usted es más bella que inteligente. No me interesa lo que dice”. (Foto de archivo)
Desde entonces, la frase fue tomada como una insignia del reclamo de mujeres contra las declaraciones machistas de Il Cavaliere. Incluso, se ha multiplicado en miles de camisetas, gorros y hasta manteles que se venden por todos lados. Y fue, precisamente, la frase que también eligió Mafalda para retar a Berlusconi.

domingo, 18 de octubre de 2009

UN GENIO DEL PERIODISMO


La Nación, ADNCultura, Buenos Aires, Aregentina, 17Oct09
Entrevista con Gay Talese, quizá la figura más brillante de la crónica novelada, quien revela los secretos de sus ejemplares investigaciones. Además, reproducimos un texto donde el maestro del relato verídico defiende el derecho a los pequeños placeres de la vida cotidiana
FOTO: Gay Talese
Por Paula Escobar Chavarría
Nueva York, 2009
¿Quieres un gin tonic ? -dice Gay Talese, sonriendo.

Son las cuatro de la tarde y hay un silencio total en el living de su casa. No se escuchan los bocinazos cercanos de Park Avenue, tampoco se siente el calor de los últimos días del verano neoyorquino.
Delgado, estilizado, pómulos marcados, ojos oscuros siempre alertas, vestido de traje de tres piezas hecho a medida, corbata fina, pañuelo de seda en la chaqueta, sombrero blanco, parte raudo a la cocina -impecable como él-, y no vuelve con gin sino con agua muy fría, servida en perfectas copas de cristal. Hay olor a flores frescas y a los libros que visten casi cada muro. Óleos clásicos, fotos en blanco y negro y muebles antiguos completan la impronta de distinción: suya y de su casa.
En este edificio de cuatro pisos ha vivido cinco décadas, casi toda su vida adulta, este prestigioso escritor y periodista estadounidense de 77 años, autor de cinco best sellers: El reino y el poder (1969, sobre el New York Times ), Honrarás a tu padre (1971, un retrato de la mafia), La mujer de tu prójimo (1980, acerca la revolución sexual de los años 70), Unto the Sons (1992, sobre la historia de su familia de inmigrantes italianos), y A Writer´s Life (2007, sus memorias periodísticas).
Con algunos de ellos ha ganado millones de dólares, mucha fama y también críticas. En especial, con La mujer de tu prójimo , por su estilo "participativo" de investigación. Como era un libro acerca de la revolución sexual de los años 70, vivió meses en un centro nudista en California y regenteó una casa de masajes que quedaba a pocas cuadras de su casa, todo eso mientras estaba casado.
Estas paredes han visto transcurrir su matrimonio -también de cinco décadas- con la destacada editora de Random House, Nan Talese; aquí nacieron sus dos hijas, la mayoría de sus libros y, por cierto, sus legendarios artículos, que lo han consagrado como un ícono del periodismo mundial, y uno de los padres -junto con Tom Wolfe- del movimiento llamado Nuevo Periodismo, que intentó darle al relato de no ficción la misma categoría e importancia que la ficción, y cuya influencia se manifiesta hasta nuestros días, en el actual periodismo literario o narrativo, presente en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. De hecho, "Frank Sinatra está resfriado", su célebre perfil del cantante escrito para Esquire , fue elegido el mejor artículo publicado por esa revista en toda su historia y se usa hoy en las escuelas de periodismo como ejemplo de maestría en la escritura y en la habilidad para entrevistar.
-¿Quieres conocer mi casa? -pregunta, mientras comienza a subir las escaleras con la agilidad y elegancia de un bailarín. Él, que tanto se ha interesado por la privacidad ajena, por las voces contradictorias, por las duplicidades de los otros, ahora muestra la propia intimidad.
-Esto fue lo primero que compré -dice, mostrando con orgullo el ex departamento 3 F, de un ambiente, que hoy es su dormitorio matrimonial, blanco y luminoso, donde -aclara- él sólo duerme con Nan.
De a poco fue comprando cada departamento, hasta tener el edificio completo a su nombre, en 1973. Como si fuera un modelo para armar, Talese tiene en esta casa un espacio específico destinado a cada actividad. En el segundo piso está la sala de estar, un living informal, donde están muy bien sentados en hermosos sofás sus dos perros terrier australianos, que comienzan a ladrar. Ellos -cuenta Talese- tienen una niñera que los cuida de 9 a 5.
Aquí, en el tercer piso, duerme con Nan, pero no toma desayuno ni tiene su ropa ni sus libros. No hay nada de él aquí: ni siquiera su cepillo de dientes. Es el reino de ella, con sus manuscritos, su vestidor, su escritorio, su ropa. En el cuarto piso está el escritorio de Talese. Uno de sus muchos escritorios, habría que decir. Porque tiene dos en esta casa, otro en Ocean City, y se está haciendo uno más en la casa de campo que Nan acaba de comprar sin preguntarle.
Es un escritorio en forma de U, lleno de libros, carátulas gigantes de sus obras, traducciones, fotos y muchas cajas, con fichas de cosas que le han pasado. De todas las cosas que le han pasado. Talese tiene todo archivado, incluida su propia vida. En este lugar se baña, desayuna, contesta correspondencia y llamadas telefónicas, revisa cuentas. Y, lo más importante, se viste.
-Aquí está mi ropa -dice, abriendo el clóset y mostrando con entusiasmo su, a estas alturas, famosa colección de trajes. De distintos colores, todos de gran corte: mal que mal, es hijo de un sastre, y éstos los hace un discípulo de su padre que vive en París.
En el piso inferior tiene su "otra" oficina, su búnker. Allí es donde escribe, y no hay distracciones de ningún tipo. Tanto es así que tiene una entrada independiente de la de la casa. Escribe en tiras de cartulina que saca de la tintorería. Hace allí dibujos de las escenas y estructura que les dará a esas escenas, antes de sentarse a escribir, cada día, no muchas líneas. Él trabaja como lo hacía su padre: cosiendo, con elegancia y finura, las líneas, los párrafos, las escenas, de modo que queden como un traje a medida, perfecto y fino, donde no se notan las costuras.
En estos días, su trabajo diario es terminar un libro que espera lanzar en 2011. ¿El tema? Su matrimonio de 50 años, en lo que de alguna manera será una secuela de La mujer de tu prójimo y su investigación sobre cómo afectó ese libro -y esas experiencias- su vida junto a Nan. Además de basarse en las cartas, fotos y su recuento diario de esos años, también contrató a periodistas para que entrevistaran objetivamente a Nan sobre el tema.
-¿No le parece algo suicida escribir algo así?
-Bueno, escribir es difícil, ya sea sobre tu matrimonio o sobre el matrimonio de otro... Desde que era un joven periodista, me di cuenta de que además del tema mismo que estaba investigando, era la intimidad lo que realmente me interesaba. Y es lo que estoy haciendo ahora: investigando sobre la intimidad, la mía. Pero es una antigua búsqueda.
-¿Por qué?
-Pienso que es en parte por quién soy, por dónde nací. Tiene que ver con estar mentalmente fracturado desde muy joven. Porque tenía un padre italiano en un tiempo en que era muy difícil serlo: Estados Unidos estaba en guerra contra Italia. Yo estaba en el colegio y me daba cuenta de que, de alguna manera, estábamos en el lado incorrecto de la guerra, mentalmente. No es que fuera fascista, pero sabía que los hermanos de mi padre estaban en las fuerzas armadas italianas, que eran fascistas. Crecí sintiéndome diferente.
-¿Cómo se notaba eso?
-En la duplicidad... En ser en la superficie norteamericanos, algo que éramos y somos, colgar la bandera en el frente de nuestra tienda (mi padre era sastre, mi madre tenía una tienda de vestidos), atender a nuestros clientes muy bien y siempre en inglés y muy patrióticamente. Pero en la noche, cuando la tienda se cerraba y subíamos a nuestro departamento que estaba arriba de la tienda, ahí escuchaba conversaciones distintas sobre la guerra, o la radio con noticias de la guerra. Mi padre estaba muy preocupado por qué iba a pasar con Italia y con sus parientes. Nunca hablaba así durante el día, pero sí en la noche. Vivíamos en un edificio, uno de muchos en una pequeña ciudad, Ocean City, Nueva Jersey, donde todo el mundo se conocía. Pero a nosotros nos conocían sólo de día, no de noche. Entonces, como periodista o escritor, tengo esta idea de que la gente no es lo que parece. Son más que lo que ves.
-Usted se sentía una especie de outsider.
-Sí, pero también estaba adentro. Estaba siempre adentro y afuera, luchando entre dos mundos, ¡aunque no era lo suficientemente grande como para manejar una bicicleta!
-¿Qué ha aprendido de la naturaleza humana, tras estos cincuenta años de trabajo?
-Que nunca sé todo. Nunca. Pienso: ¿cuál es la totalidad de esta persona? Quizás veo un 40% de ella y entiendo quizás un 50%. Pero hay toda una parte de la vida de una persona, incluyendo a mi esposa, que podría ser sorprendente para mí conocer. Todos tenemos grandes partes secretas e inexploradas. Si conocieras la verdad completa de esas personas llamadas simples, te sorprenderías. La naturaleza humana es interminablemente impactante, si conoces la historia completa.
-Como periodista, nunca le interesó escribir sobre gente exitosa o famosa, ¿por qué?
-Porque publicar una historia de alguien que no sea famoso es más desafiante, debes esforzarte más, pues debes convencer a un editor de que vale la pena. Y la única forma de lograr eso es que la historia esté escrita de una manera en que no puedas dejar de leerla. Que vean el primer párrafo y digan: déjenme leer el segundo. Cuando logras eso, es el arte de la escritura. Y eso hace del periodista un artista. Como periodista puedes -o debes- ser un artista. No es incompatible. Son considerados incompatibles por la comunidad del mundo de las comunicaciones, donde el artista es el poeta o el dramaturgo o el novelista. Sin embargo, novelistas o dramaturgos le roban al periodismo temas todo el tiempo. Cambian los nombres de la gente, dramatizan aquí y allá, y lo llaman ficción. Pero si puedes escribir no ficción (pero que parezca ficción porque la historia está tan bien contada, sin nada falso o exagerado), si puedes hacerlo, ¡eso es arte! Creo que eso hace que valga la pena seguir una carrera.
-¿Cree que hoy el periodismo de calidad está en peligro?
-No. Tendrán que hacer ajustes y los están haciendo. Pero contar historias siempre será importante. Si fuera el editor top del New York Times , tomaría a tres cuartas partes de los periodistas que están en Washington y los sacaría de ahí, para que fueran a buscar historias. Es ridículo lo que hacen: se están cubriendo entre sí. Cada día u hora ves eso: periodistas hablando con periodistas...
Entra Alejandra, la paseadora de perros. Saluda con acento colombiano y se lleva los perros, que ladran mientras bajan la escalera. Él se distrae sólo un poco, y cuando los ladridos se acaban, sigue con los periodistas:
-En mis días, éramos outsiders .
-¿Qué habilidades deben desarrollar los periodistas en el siglo XXI?
-Desarrollar un gran sentido de la historia. Ser capaces de dramatizar. Hacer que el lector vea y sienta. Todo lo que es importante y relevante (por ejemplo, la salud pública, un gran tema hoy aquí, o la guerra) debe ser contado en forma de historia. Hoy muchos periodistas están imbuidos en sus laptops , se están aislando con la tecnología. No deberían estar todo el día sentados frente a una pantalla, sino afuera, descubriendo cosas de primera mano. Los periodistas deben tener un sentido innato de la curiosidad y ser gente automotivada. Deben ser exploradores, buscadores solitarios de grandes historias que contar. Historias que valgan oro; deben ser mineros e ir a lugares y cavar en ese material, y después pulirlo y hacer una joya, arte, de ese material que es real. El arte de la realidad. Es la manera de seguir en el negocio: crear algo hermoso. La gente quiere calidad. Aunque sean pobres, si pueden optar por algo muy bien hecho y valioso, lo elegirán. Nadie quiere los hechos contados rápido sino la verdad. Y los diarios les pueden dar la verdad y de una manera atractiva e interesante, contando una historia. Creo que el mercado apoyará eso. Y eso no lo sacas de la TV ni de blogs . ¡Todo lo que es real, todo lo que ellos comentan lo sacan de los diarios! La recopilación de los hechos la hacen los que trabajan en los diarios y lo recolectan en terreno, donde tienen que ir, de las calles.
Nadie vivió "happily ever after"
La luz ya se está haciendo menos intensa, ha sonado el teléfono un par de veces y Talese se excusa para contestar. Es sabido que él nunca contesta el teléfono, tampoco tiene celular ni correo electrónico. El medio para comunicarse con él es el fax. En este momento de la tarde comienza uno de esos momentos muy "Gay Talese". Como buen periodista, en vez de contestar preguntas, prefiere entrevistar al entrevistador: "¿Tú estás casada? ¿Mucho tiempo? ¿Cuántos años?, ¿cuatro?, ¿diez? ¿Te llevas bien con tu marido?". Como una metralleta, dispara y dispara preguntas. Abre los ojos y mira fijo hasta que escucha respuestas. Y sigue: "¿Tienes hijos? ¿Cuántos? ¿Crees que tu matrimonio durará otros diez años?". Se entretiene con las respuestas ajenas mucho más que con las introspecciones propias.
-Y usted, ¿qué ha aprendido sobre el matrimonio después de 50 años juntos?
-Bueno, no es que nos hayamos sentado en este sillón por 50 años... Hemos tenido una vida muy activa. Mi mujer no es de las que se quedan en la cocina haciendo sopa. Ella es una mujer de carrera. Cuando tenía 25 años, trabajaba y ahora, también. Siempre ha tenido una vida profesional muy rica, y yo también... Entonces somos dos personas en la misma casa pero no vinculados claustrofóbicamente. Eso no significa que tengamos seis amantes cada uno. No, eso significa que tenemos nuestras propias opciones, y no es nunca una trampa. El matrimonio no es una trampa. Ésa es una de las razones por las que yo creo que nuestro matrimonio ha funcionado. Quizás a otra gente le gustan las trampas, les gusta estar atados y quieren estar encadenados...
-¿Por qué cree que la gente se divorcia tanto hoy?
-Las razones son muy complejas. ¿Por qué la gente se divorcia? Porque no son felices. ¡Pero la infelicidad no es una razón para divorciarse! -exclama, abriendo mucho los ojos y moviendo las manos-. La infelicidad no es una razón para hacer nada. La vida no siempre es feliz y uno debe ser consciente de eso. Algunas personas no tienen suficiente educación, suficiente madurez, para ver que la infelicidad es parte de la vida. El miedo es parte de la vida, el error es parte de la vida. Y no llegas y arrancas de la falla, la infelicidad... Eso no significa que debas sufrir innecesariamente. Pero significa que a veces el sufrimiento es necesario y es bueno. A veces es una experiencia de aprendizaje.
-¿Qué mata a un matrimonio?
-Lo que mata a un matrimonio, o a una relación en general, es la falta de respeto. Lo que mantiene una relación es, de todas las cosas, el respeto. Y nunca es el sexo lo que mantiene una relación. ¡Es tan inmaduro pensar eso! Porque el sexo no es amor.
-Pero pueden ir juntos, ¿no?
-Sí, pueden ir juntos, por 15 minutos, ¡¡¡cuando tienes 23 años!!! -se ríe-. Claro, puede ser cuando eres joven y apasionado, obsesionado e infatuado, y estúpido. Quizás. Pero luego el realismo toma control. El realismo, como lo opuesto a la fantasía. Eso de que vivieron felices para siempre es pura fantasía. Simplemente no es verdad. Nadie vivió "happily ever after"...
-El tema de su matrimonio también estuvo en su libro La mujer de tu prójimo, con gran escándalo, en 1980. Para escribirlo, usted vivió en un centro nudista y administró una casa de masajes.
-Fue un libro muy radical, que me trajo muchas críticas, particularmente por estar casado con una mujer destacada y tener hijas adolescentes que estaban entonces en el colegio. En las clases a las que iban las chicas había chismes sobre ese padre decadente y todo eso. Pero nunca sentí que había hecho algo malo. Era claramente un libro sobre la infidelidad y sobre la prevalencia de ella en la revolución sexual previa al sida. Y si escribes sobre eso, como he dicho, no lo haces desde una sala de prensa, como un periodista deportivo describe un torneo de fútbol... Yo quiero saber. Mi deseo era saber, y me refiero a realmente saber, no de segunda mano, sino de verdad. O eres capaz de hacerlo o no. Yo fui capaz y no me avergüenzo.
-¿No lamenta nada de eso?
-No. El hecho es que si quería escribir acerca de ese centro sexual en California, que es el centro de ese libro, tenía que vivir ahí. Viví como nudista. Es fácil...
-Hay que sacarse la ropa...
-Claro, y ajustarse a las circunstancias. Conocer a la gente, estar ahí... Quería conocer esa sociedad. Tienes que ser capaz de decir: "Yo vi lo que escribí". Y yo estaba ahí. ¿Y qué hacía? Lo que hacía, y describía eso. Y también observaba. Soy un observador apasionado. Si no puedes hacer eso, quizás debes ser un abogado o un doctor... Nunca pensé que había ahí una divergencia con mi estilo usual de investigación. Y bueno, ahora llevo 50 años de matrimonio en este mismo edificio en el que estamos hoy. Misma dirección, mismo techo, misma mujer, 50 años. Pensé: ésta es una historia. Segundo: tengo curiosidad. Tercero: tengo registros de todo. Guardo cartas, notas, todo.
El rey de la fiesta
Boina negra, pantalones negros, zapatos oscuros con algo brillante en la punta, chaqueta roja. Nan, su mujer, es estilizada, de ojos grandes, facciones finas, una dama. Tiene una cartera gigante, de donde saca una libreta llena de anotaciones, y donde busca sin éxito una tarjeta.
Nan Talese se sienta en primera fila en una charla de la Universidad de Nueva York, donde un grupo de académicos habla de la vigencia de la obra de Talese, a propósito de la reedición de La mujer de tu prójimo y de Honrarás a tu padre . Talese habla, bromea, seduce, recibe aplausos de una multitud de estudiantes, que le piden que autografíe libros o se saque fotos, como si fuera una estrella de rock.
La noche sigue en un restorán. Cómo no, son los lugares favoritos de Talese, y cada noche come en alguno de ellos. Desde niño le fascinan. El de hoy es el Bar and Grill, en el Bowery.
-¡Este lugar es fantástico! -dice ya sentado, con su gin tonic cerca, y comienza a entrevistar a los comensales. Nan pide ceviche. Llegan, además, burritos, tacos, camarones con salsas. Talese le toma la mano a la mesera.
-¿Cuál es su nombre? Usted nos acompañará toda la noche, ¿verdad? -le pregunta con coquetería.
-Sí, claro. Pero necesito sus documentos ahora -dice ella, para estar segura de que no haya menores de edad tomando alcohol.
Los mas jóvenes muestran sus documentos. Él, a sus 77, se ríe a carcajadas. Cuenta más historias sobre personajes talesianos: un dueño de motel de Denver, que tenía cámaras y micrófonos instalados en las habitaciones y que le escribió para decirle que le pasaba sus registros para que él los transformara en un libro. O de Héctor López, a quien conoció hace unos meses cuando escribió sobre el río Hudson para el New York Times . López trabajaba con una retroexcavadora y Talese quedó tan fascinado por la prolijidad con que hacía su trabajo, que le dio su teléfono y le pidió que lo llamara porque quería escribir sobre él. O sobre los asentamientos judíos en Palestina, que es la historia que quisiera escribir ahora. "¿Cómo viven? ¿Tienen televisión por cable? ¿Qué hacen?", exclama, moviendo las manos, arqueando las cejas en una sonrisa, poniendo voces distintas. Es el rey de la fiesta y Nan parece su pareja perfecta. Se ríe, le toma la mano a veces, termina de contar sus historias.
De vuelta, en el taxi, la abraza por los hombros. Le pregunto a Nan por su trabajo con los autores a los que edita: Ian McEwan, Margaret Atwood, Pat Conroy, entre otras luminarias. Ella contesta con entusiasmo. De pronto, dice: "Soy muy afortunada".
-¿Por qué? -Por estar casada con él -sonríe y le toca la rodilla. Gay Talese le devuelve la sonrisa.
Y el taxi ya avanza raudo rumbo a Park Avenue, hacia el mundo privado de los Talese, donde están su poder y su reino.

viernes, 16 de octubre de 2009

ISRAEL: DESCUBREN HUELLAS DE 1700 AÑOS DEBAJO DE UN MOSAICO


La Nación, Buenos Aires, Argentina, 16Oct09
Las pisadas de quienes crearon una imponente cerámica de 180 m2 fueron halladas cuando levantaron la obra para trasladarla; estiman que corresponden a la época del Imperio Romano
Foto: El mosaico entero, en el lugar en el que fue hallado. Gentileza Autoridad de Antiguedades de Israel
Por Jana Beris
Especial para lanacion.com
JERUSALEN.- "Esto es excitante. Me emociona. Nunca me topé con un hallazgo de este tipo". Con estas palabras resumió Jacques Neguer, director del Departamento de Preservación de la Autoridad de Antigüedades de Israel, lo que sintió respecto a la reciente revelación: debajo de un imponente mosaico, de 180 m2, fueron encontradas las huellas claras de quienes lo prepararon... hace 1700 años.

El mosaico , de gran riqueza artística, fue encontrado hace ya más de una década en la zona de la ciudad israelí de Lod, cercana al aeropuerto internacional Ben Gurion. Dado que no se contaba en ese momento con el presupuesto necesario para preservarlo debidamente, en forma profesional, fue vuelto a tapar y quedó a la espera de un mejor momento. Ahora, al hallarse finalmente los fondos requeridos para el trabajo, los arqueólogos especializados en labores de conservación, se abocaron a la tarea de despegarlo del suelo para transferirlo a los laboratorios de la Autoridad de Antigüedades de Israel.
Pero al hacerlo, se llevaron la sorpresa de hallar debajo de las pequeñísimas piedras multicolores, un testimonio directo de alguien que participó en la obra, pisando al parecer la mezcla sobre la que se pegaban las piedras. Allí estaban las huellas de pies descalzos y con sandalias, de la época del Imperio Romano. Sus tamaños son de 34, 37, 42 y 44.
"Este mosaico es una verdadera gema que se mantuvo en forma extraordinaria a través de los siglos", informó la Autoridad de Antiguedades de Israel, cuyos expertos estiman que era un singular adorno en alguna "mansión" de aquella época, de una familia adinerada en los tiempos del dominio romano. Entre sus motivos hay figuras exactas de diversos mamíferos, pájaros, peces, flores variadas y de diferentes tipos de embarcaciones utilizadas en aquellos tiempos.
Los arqueólogos que hallaron y estudiaron el mosaico, tienen prácticamente la certeza de que fue hecho en diferentes períodos, y por distintos artistas, ya que identificaron diferentes niveles de profesionalismo en su armado. Había diferencias también en las marcas y líneas halladas debajo del mosaico, que indicaban dónde colocar cada motivo.
El estudio de esa capa sobre la que son colocadas las piedras de un mosaico es considerado de importancia, ya que permite comprender con qué proceso se le armó y cómo se trabajó.
Pero los arqueólogos no esperaban toparse con las huellas de quienes pisaron la preparación que sirvió de base al mosaico, seguramente para aplastarla debidamente.
"La emoción entre nosotros fue enorme", declaró Neguer.
"Es fascinante descubrir una marca personal de 1700 años , de gente que era de hecho como nosotros, que trabajó aquí, sobre este mismo mosaico con el que nosotros trabajamos ahora". Y agregó, con evidente satisfacción: "Con ésto, sentimos la continuidad de las generaciones".

miércoles, 14 de octubre de 2009

UN PROGRAMA CONTRA EL PLAGIO PRUEBA QUE SHAKESPEARE FUE COAUTOR DE 'EDUARDO III'


El País, Madrid, España, 13Oct09
Ilustración: uno de los escasos retratos Shakespeare.
Un experto británico detecta coincidencias con las obras de Thomas Kyd
ELPAÍS.com - Barcelona -
Un programa para detectar plagios ha permitido a un experto en la obra de Shakespeare asegurar que El Reinado de Eduardo III fue escrita por el autor de Hamlet en colaboración con Thomas Kyd, otro autor teatral de la época. Sir Brian Vickers, de la Universidad de Londres, ha utilizado el programa plagiarism.org, desarrollado por la Universidad de Maastricht para detectar trabajos copiados de los estudiantes, para comparar el lenguaje empleado en El Reinado de Eduardo III, publicado en 1596, con otras obras del período.

El programa detecta frases de tres palabras en una obra y las busca en otras. En pruebas comparativas donde se conoce la distinta autoría de las dos obras comparadas se detectan unas 20 coincidencias debidas al empleo de frases comunes. En este caso, se han detectado unas 200 coincidencias con otras obras de Shakespeare en un 40% de la pieza.
En el resto se han localizado muchas coincidencias con trabajos de Thomas Kyd, autor de La tragedia española, una obra que influenció a Shakespeare. La autoría de Shakespeare sobre El Reinado de Eduardo III no fue reconocida oficialmente hasta 1997.
La tesis de Vickers de una coautoría no gusta a otros expertos en la obra de Shakespeare. El diario The Times recoge declaraciones escépticas de otros expertos. Pero no son unánimes. Otros recomiendan aceptar una imagen más realista de Shakespeare, menos anclada en la idea romántica de un genio solitario.

domingo, 11 de octubre de 2009

EL ADIOS A QUIEN NOS ALEGRÓ A MUCHOS EN LA JUVENTUD, Y QUE SE RELEVÓ COMO UN ANALISTA DE LA REALIDAD

MARGE SIMPSON POSARÁ DESNUDA PARA «PLAYBOY»


ABC.es, Madrid, España, 10Oct09
La web TMZ publica en exclusiva el posado de Marge / foto: tmz.com
EP | LOS ÁNGELES
Actualizado Viernes, 09-10-09 a las 16:50
La matriarca de la familia Simpson, Marge, ha decidido aceptar la oferta de la revista «Playboy» y aparecer desnuda para sus lectores. Marge será la portada del mes de noviembre de la sugerente publicación posando sentada en una silla cuyo respaldo representa las míticas orejas del conejito de «Playboy».

Además, en el interior de la revista se le dedican tres páginas, explica 'Eonline' en una información recogida por otr/press. En ellas, junto al resto del reportaje fotográfico, «Playboy» recoge una entrevista en la que Marge cuenta cómo ha sido su vida en los últimos años, así como una ficha con los momentos destacados en la familia Simpson.
Al parecer, este posado era una idea de Hugh Hefner desde hace mucho tiempo. De esta manera, el propietario de esta publicación quiere rendir homenaje a la serie creada por Matt Groening, que ya cumple dos décadas en antena en Estados Unidos. Hefner ya se hacía eco de esta portada hace unos días cuando en su cuenta de la red social Twitter ponía: "Marge Simpson tiene algo importante que contaros".

sábado, 10 de octubre de 2009

CASTILLO CON FANTASMA


Mario Vargas Llosa
Para LA NACION
BALLYMENA, Irlanda del Norte.-

El castillo de Galgorm, en Ballymena, en el condado de Antrim (Irlanda del Norte) fue construido en la primera mitad del siglo XVII por el doctor Alexander Colville, un doctor no en medicina sino en "divinidades", es decir, teología, a quien, como se hizo rico de la noche a la mañana, sus contemporáneos sospechaban de haber hecho pacto con el diablo y practicar las artes mágicas. Un retrato suyo orna todavía la entrada del castillo y el actual dueño del lugar, Christopher Brooke, dice que nadie se ha atrevido a sacarlo de allí porque, según una enraizada creencia, quien ose hacerlo morirá en el acto.
Visto desde el prado arbolado que lo rodea, el castillo, de forma cúbica y de robustas piedras negras, torreones, grandes ventanales, chimeneas, escudos y su fachada catedralicia, es imponente. Por dentro es una ruina que se cae a pedazos y Christopher y su familia, refugiados en unas pocas habitaciones de la primera planta, tienen la esperanza de que en uno de esos desmoronamientos cotidianos uno de los espesos muros comience a vomitar las talegas de oro que, se dice en Ballymena, enterró en ellos el diabólico reverendo Colville antes de morir. Así reunirán el capital necesario para convertir al castillo de Galgorm en una lujosa residencia de catorce apartamentos restaurados en su viejo esplendor. Ya lo han hecho, con buen gusto y rigor histórico, con los patios y dependencias exteriores y el resultado no puede ser mejor.
Como todo castillo irlandés que se respete, el de Galgorm también tiene su fantasma. No es el espectro de Colville sino el de una muchacha de su tiempo a la que la BBC, cuando hace algunos años hizo un documental sobre el castillo, trató de filmar. A fin de lograrlo importó a una célebre médium griega quien, para mala suerte de la televisión británica, sólo logró hacer contacto con la fantasma cuando las cámaras estaban ya apagadas y los camarógrafos dormidos.
Pero, según Christopher, la muchacha espectral no es nada huraña y se aparece con frecuencia a los muchos médiums, espiritistas, diabolistas y fantasmistas que peregrinan hasta aquí para convocarla y platicar con ella de cosas del más allá. Sin ir más lejos, se le apareció una mañana a su propia esposa, al despertar, y celebraron ambas una conversación entretenida.
El castillo de Galgorm está en manos de la familia de Christopher, los Young, desde mediados del siglo XIX, y una de los antepasados más ilustres del actual propietario es Rose Maud Young, quien, pese a pertenecer a una familia sólidamente unionista -protestante y probritánica- formó parte de un puñado de damas de Antrim que participaron de manera muy activa, a finales del XIX, en el renacimiento de la lengua y la cultura gaélicas, empeño que fue acercándolas al adversario tradicional, el nacionalismo irlandés.
Rose Young, además de escribir un minucioso diario, publicó tres volúmenes de poemas, leyendas y canciones en gaélico que se habían conservado por tradición oral y que ella misma fue recopilando por las viejas aldeas de pescadores y campesinos de Antrim.
Además de bella, culta y liberal, Rose Maud Young -en cuyas tertulias convivían presbiterianos, anglicanos y católicos- fue amiga y protectora de Roger Casement (1864-1916), el fascinante personaje cuyas huellas trato de seguir por estas tierras de Irlanda. De adolescente, a fines del siglo XIX, Casement estudió tres años en el colegio de Ballymena y pasó muchos fines de semana en el castillo de Galgorm, según quedó registrado en los diarios escrupulosos de Rose Maud Young. Aquí leyó tal vez esas memorias de los grandes exploradores ingleses, como Livingstone y Stanley, que le abrieron el apetito por los viajes y el Africa.
Aunque había nacido en Sandycove, Dublín (muy cerca de la Martello Tower, donde comienza el Ulises, de Joyce) su familia era de aquí y en Antrim pasó gran parte de su infancia y adolescencia, y en su edad adulta, a esta tierra volvía cada vez que podía a curar su nostalgia y a sosegar su espíritu de los grandes tumultos que lo asaltaron a lo largo de una vida intensa, aventurera y arriesgada como la de un paladín de novela épica.
Gran parte de su trayectoria estuvo consagrada a denunciar la explotación y el maltrato de las comunidades indígenas del Africa y la Amazonía, y, asimismo, sobre todo en sus años finales, a luchar por la independencia de Irlanda.
Cuando, la víspera de su ejecución, el pulcro verdugo de la prisión londinense de Pentonville, Mr. Albert Ellis (en sus ratos libres era también peluquero) procedía a la macabra ceremonia de pesarlo y medirlo para que la soga con que iba a ahorcarlo tuviera la consistencia y la altura debidas, Roger Casement pidió que sus restos fueran sepultados no lejos de aquí, en la bahía de Murlough, a la que en sus cartas se refería como "la bahía del paraíso".
Las autoridades británicas no le dieron gusto: lo enterraron en la misma prisión donde lo ahorcaron (por traidor, pues había conspirado con los alemanes durante la Primera Guerra Mundial para contrabandear armas destinadas a los revolucionarios irlandeses que se alzaron en la Semana Santa de 1916), en una tumba sin nombre y junto a un célebre destripador de mujeres, el doctor Crippin, ajusticiado unos años antes. Sólo en 1965 fueron entregados sus restos a Irlanda, y ahora reposan en el cementerio dublinés de Glasnevin, bajo una sobria lápida en gaélico (idioma que él, pese a sus esfuerzos, nunca aprendió) que dice, sobriamente: "Muerto por Irlanda".
Roger Casement tenía mucha razón de querer ser enterrado en la bahía de Murlough, pues es el sitio más bello de Irlanda, de Europa y acaso del mundo. En él culmina uno de los más hermosos glens de Antrim, esos valles o desfiladeros que, entre montañas coloreadas por todos los matices del verde, árboles frondosos, riachuelos, cascadas, recios acantilados, bajan al encuentro de un mar encabritado que arremete contra unos farallones rocosos y esculturales. Hay bandadas de pájaros revoloteando por el cielo y, cuando los días son claros y despejados como los que me han deparado los dioses celtas, se divisa, muy cerca, la mole de la isla de Rathlin, en cuyas aldeas centenarias Rose Maud Young recogió muchas de las poesías e historias de la milenaria Eire, y hasta las costas de Escocia. El paisaje parece deshabitado de seres humanos, naturaleza en estado puro, virginal y edénica.
Es pura apariencia, desde luego. Esta tierra de castillos, glens, fantasmas, poetas y famosísimos contadores ambulantes de cuentos (los seanchaí ) ha sido también una de las más violentas de Europa, donde las guerras étnicas y religiosas han enconado a las gentes y sembrado sangre, odio y resentimiento por doquier.
No sólo los siglos de la ocupación británica; también los de la partición -que dejó como parte del Reino Unido los seis condados de Irlanda del Norte- han estado signados por matanzas y atentados inicuos. Algún rastro de todo ello queda en las alturas de la bahía de Murlough, donde, hace algunos años, el Sinn Féin erigió un monumento en homenaje a Roger Casement. Poco después fue dinamitado por un comando terrorista del Ulster y no ha sido reconstruido desde entonces. Los pedazos esparcidos que de él sobreviven en el solitario altozano son un inquietante llamado de atención sobre la existencia de la otra cara de la medalla de este paraje de sueño.
¿Qué ocurrirá ahora en Irlanda del Norte? Después de los acuerdos alcanzados durante el gobierno de Tony Blair entre unionistas y republicanos, ¿habrá por fin paz en estos seis condados y podrán los fantasmas y los vivos de Antrim dormir tranquilos y fraternizar? Quien recorre la pujante Belfast y sus noches agitadas, la próspera campiña que la cerca, y las ciudades y lugares del interior que parecen haber encontrado el secreto milagroso de hacer coexistir la tradición y la modernidad en absoluta armonía no tiene ni remotamente la impresión de que podría haber una marcha atrás y que los grupúsculos de extremistas intransigentes que todavía ponen bombas y asesinan conseguirán su empeño de destruir la paz y volver al enfrentamiento de antaño.
Casi toda la gente con la que conversé es más bien optimista y piensa que el futuro reforzará el proceso iniciado con el desarme de los dos bandos y que la política reemplazará a la guerra cainita de manera definitiva. Uno de esos optimistas es Christopher Brooke, el amable castellano de Galgorm. Está convencido de que la coexistencia que se ha puesto en marcha gracias a los acuerdos entre los ancestrales adversarios, la inmersión en Europa, la mecánica de la globalización y las exigencias económicas irán fortaleciendo la integración y la paz. Que Cuchulain y demás dioses del panteón de Eire lo oigan y hagan realidad ese justo designio.
Nos despedimos al pie del retrato del tenebroso doctor Colville. Tiene una mirada beatífica y ligeramente burlona. Sus ojitos fruncidos y claros parecen apenados de vernos partir. Porque en este país hasta los teólogos pactatarios y los fantasmas practican con denuedo el vicio de la hospitalidad.

AUTOENGAÑO: LA ETERNA COMPULSIÓN A HACERNOS TRAMPA


La Nación, adnCultura, Buenos Aires, Argentina, 10Oct09
Basándose en la filosofía, la literatura y la psicología, la ensayista Diana Cohen Agrest analiza este mecanismo psíquico contradictorioque impulsa muchos de nuestros actos
Por Diana Cohen Agrest
Para LA NACION - Buenos Aires, 2009
Si hay una fábula harto conocida es la de la zorra y las uvas, y seguramente lo es porque el autoengaño es una estrategia inescindible de la condición humana. Quien más, quien menos, todos solemos encontrar un consuelo en este dudoso recurso: una zorra hambrienta va en busca de comida cuando divisa una parra con tentadoras uvas. Se aproxima a la vid y comienza a saltar infructuosamente hacia los racimos. Por más que se esfuerza, no logra llegar a los apetecidos frutos. Finalmente, renuncia a la empresa, no sin antes exclamar: "No valen la pena, todavía están muy verdes".
¿Cómo disolver la tensión entre el deseo y la realidad que se nos impone? ¿Acaso estrategias semejantes no suelen ser las terapias más eficaces para el fracaso, la desilusión y la melancolía? Pero de ser así ¿dónde terminan nuestros sueños y fantasías y dónde comienza el autoengaño?
Parecidos de familia
Parecen lo mismo pero no lo son. Mientras que la mentira es una estrategia discursiva que consiste en pronunciar declaraciones falsas, el engaño es el acto -que puede valerse de la mentira- donde, con toda intención, se induce a creer una cosa en lugar de otra. No es lo mismo la retórica tan mentirosa como circunstancial coloquialmente conocida como "hacer el verso" que el acto de engañar de Juan, un simulador que, con la estrategia propia de un ajedrecista avezado, logra persuadir a la crédula Camila de que ella es el gran amor de su vida y la futura madre de sus (únicos) hijos, omitiendo que su esposa y sus cuatro vástagos lo esperan todas las noches para cenar. Pero los parecidos de familia no terminan aquí.
Siempre se pensó que el autoengaño era una ligera variante del engaño a secas. Pero no bien reflexionamos sobre uno y otro, descubrimos que el primero supone un paso más: alguien se engaña a sí mismo toda vez que se autoconvence de algo cuando sabe que las cosas no son como cree que son. Volvamos una vez más a Juan. Concedámosle el beneficio de la duda, suponiendo entonces que no es un vulgar simulador sino que, en verdad, se autoengaña. De ser ése el caso, en su rol de engañado debe de estar convencido de que abandonará a su mujer mientras que en su rol de engañador sabe que no lo hará.
Esa duplicidad repetida en otros gestos, tan nuestros que apenas con suerte (y dolor) nos damos cuenta de su poder nos revela una paradoja: ¿cómo es posible creer, al mismo tiempo, dos cosas incompatibles entre sí? Si creer una afirmación y su negación es un estado mental lógicamente contradictorio, entonces el autoengaño parece imposible. Y de hecho, puedo no creer en ese artificio. Pero como se dice de las brujas, podemos decirlo del autoengaño: que lo hay, lo hay.
No es la única falacia, pues en cuanto examinamos los resortes que operan en ese mecanismo psíquico, descubrimos una paradoja más: en el rol de engañado, la estrategia no puede ser conocida para que ésta sea eficaz; mientras que en el rol de engañador, se debe reconocer el engaño. Pero desde el momento que en mi fuero íntimo reconozco mi intención ¿cómo podría ser yo engañado por mi propia voluntad de simulación? Si sabemos que una estrategia es engañosa, entonces el autoengaño, una vez más, parece imposible.
Puesto que semejantes laberintos violentan el sentido común el mismo que nos muestra una y otra vez que el autoengaño no sólo es posible, sino que gran parte de nuestras creencias se construyen sobre ese cimiento sólo en apariencia endeble, lúcidos pensadores buscaron desarticular ese entramado existencial.
En el intento por resolver esos rompecabezas, algunos calificaron todo engaño autoinducido como intencional: forzosamente, uno se engaña a sabiendas de que se está engañando. Pero para admitir la realidad del autoengaño, fue necesario postular un yo escindido que operaría en un antes y un después, acaso remedando a Neruda, desdiciéndose en un mismo gesto en su "ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero".
El engaño autoinducido llevado a cabo con intención también puede apelar a la memoria fallida toda vez que, con el correr de los días, el autoengañador perseverante no sólo olvida los acontecimientos pasados sino hasta su intención originaria de inducirse al error. Imaginemos un funcionario corrupto que sustituye un registro comprometedor con un registro falseado que lo liberará de toda sospecha. Imaginemos, además, que lo hace confiado en que, con el correr del tiempo, habrá borrado toda huella de la adulteración ya no de los registros, sino de la intimidad de su conciencia. Imaginemos, por último, que justicia ¿divina? mediante (recuérdese que sólo se trata de un experimento imaginario), finalmente es investigado. A esa altura de los acontecimientos, y tal como lo previó, el funcionario habrá olvidado no sólo la falsificación del registro sino hasta la manipulación de sus recuerdos, sintiéndose tan incorruptible como carmelita descalza. Ni siquiera es necesario que sostenga simultáneamente creencias contradictorias: la degradación natural de la memoria, incluso cierta tendencia natural a creer aquello que se quiere creer, surten el efecto de que una (auto) mentira reiterada termina por asemejarse a la verdad (la tristemente célebre fórmula de Goebbels: "miente, miente, miente, que algo quedará").
Sin esa dosis de cinismo, el autoengaño puede ser la quintaesencia de la distorsión de la realidad parasitaria de las conductas adictivas: la joven anoréxica viéndose obesa en el espejo. O el alcohólico obstinado negándose a reconocer que su afición es su perdición. Otro escenario propicio al autoengaño es aquel donde se materializa con creces el poder ilusorio de las falsas expectativas: la apuesta reiterada en los casinos se refuerza con cierta fantasía de ganar que hunde sus raíces en una confianza ciega en que la suerte es una amiga fiel que, simplemente, se hace desear. No sólo las maquinas slot con sus porcentajes fijos de pago están construidas en respuesta a esta ley psicofísica. También el "hacer bingo", salvo fortuitas excepciones, es un horizonte en retirada que, cuando está a punto de ser alcanzado, se renueva como promesa transitoriamente postergada.
La explicación del autoengaño a partir de actos intencionales que suponen cierta escisión temporal entre un yo engañador y otro engañado operando diacrónicamente uno antes y otro después, no es la única posible. Otra explicación, tal vez la más difundida, elimina el carácter intencional aunque conserva cierta escisión en el interior de la conciencia. Dado que, en palabras de Freud, "sólo vemos lo que queremos ver", el fundador del psicoanálisis sostuvo que, con el fin de sortear el dolor, el yo instaura en su psiquis, disociándose, ciertos mecanismos de defensa inconscientes de negación. Y valiéndose de ciertas maniobras defensivas, logra ocultar ante sí mismo los contenidos censurados, alojándolos y, como tal, neutralizándolos, en un espacio recóndito de su aparato psíquico.
La mala fe
En El ser y la nada , Jean-Paul Sartre acusaría a la teoría freudiana de defender un determinismo que postula la existencia de procesos inconscientes que explicarían el autoengaño. En lugar de la dualidad diacrónica del engañador y del engañado, el psicoanálisis, piensa Sartre, postula una ficción sincrónica de "una mentira sin mentiroso". Y dándole un giro a la explicación freudiana, el filósofo existencialista alude a la libertad, a esa condición que hace del ser humano, el único "condenado a elegir". Sartre denomina al autoengaño, la mala fe. Y la mala fe es un antídoto inauténtico, la huída cobarde frente a la responsabilidad de tener que jugarse por los valores según los cuales uno podría elegir vivir.
Sartre nos muestra la mala fe en una escena donde una mujer simula ignorar las insinuaciones sexuales de su acompañante porque teme romper el hechizo del juego de la seducción. Hasta parece no advertir cuando el seductor toma su mano. Disociada de su corporalidad, en ese instante la mujer se siente "puro espíritu". Ella "sabe muy bien las intenciones del hombre", nos advierte Sartre, "también sabe que tendrá que tomar una decisión tarde o temprano". Pero se resiste a decidir, ocultándose a sí misma los objetivos de su acompañante. Y pretendiendo desconocer su propio deseo, la mujer posterga el momento de la decisión, interrogándose una y otra vez: ¿qué quiere hacer con su cuerpo? ¿abandonarse a su deseo transitoriamente eclipsado y tener sexo? ¿o antes bien no ceder a las insinuaciones del seductor? Estas dudas, concluye Sartre, no son sino un ejercicio de la mala fe, porque la mujer hace uso de su libertad como de una excusa con la cual evade su responsabilidad de tener que elegir.
Sartre nos presenta una segunda figura de la mala fe, encarnada esta vez en un mozo de café que juega a ser mozo de café con el fin de persuadirse a sí mismo de que su existencia se reduce, precisamente, a ser mozo de café, cumpliendo con el papel con el que los otros y la sociedad lo han investido: el pobre diablo que barre a las cuatro de la mañana el local es el mismo que apenas un par de horas más tarde se engalana con chaleco de un blanco purísimo y moño de satén, luciendo su sonrisa inalterable ante la clientela. Como en un juego de rol, el mozo de café se abandona a la impostura para poder ser lo único que cree poder ser: su actitud servil, su complacencia excesiva, sus gestos sospechosamente redundantes, no son más que un ritual que lo definen y confirman en lo que cree que debe y sólo puede ser.
A través de estas ilustraciones, Sartre aspira a mostrar que ni siquiera hace falta apelar a la estrategia del psicoanálisis para mostrar que la tiranía del deseo o la fuerza de las emociones condicionan nuestras creencias, ya que es posible creer y, conscientemente, descreer de la misma cosa. En lugar de mecanismos inconscientes, Sartre postula una atención selectiva que incorpora los aspectos de la realidad que se integran en el sistema de creencias aprobado por la conciencia y hace a un lado aquellos aspectos que la misma conciencia censura. La mujer es una buena ilustración: "Dado que la mujer conoce las intenciones" de su interlocutor, continúa Sartre, ella hace uso de este saber para prestar atención sólo a "lo discreto y respetuoso de la actitud de su acompañante", relegando la conciencia que ella tiene de su propio saber.
Pero su peso existencial, al fin de cuentas, radica en que el autoengaño pone en juego, nada más y nada menos, aquello que somos. Estrategia privilegiada ejercida en el campo de la conciencia, sin ese mecanismo de autoprotección podríamos ser condenados a revivir infinitamente los recuerdos más intolerables. No sólo puede ser la expresión de la renuncia a confrontarnos con un pasado traumático, sino también de la huida ante una realidad angustiante presente, cuando no de disociarnos de proyectos sumidos en el autorreproche pero que deseamos continuar, y hasta perseveramos en ellos.
Si prefiero detenerme deliberadamente en un período de la vida, negándome a admitir todo lo que luego cambié, me digo: "Soy lo que fui". Pero puedo barajar y dar de nuevo, confiado en que el naipe exculpatorio del "no soy lo que fui" podrá ser exhibido triunfalmente cuando me desolidarizo de mi pasado, insistiendo en mi recreación perpetua. Sin embargo, en nuestro descargo, sugiere Sartre, más que una patología o un vicio de carácter, y al igual que la vigilia o el sueño, la mala fe es un modo de ser en el mundo.
Creérsela
Toda vez que, a fuerza de repetir una y otra vez un mismo papel, se es incapaz de discriminar entre el rol y lo que se es, se dice de alguien que "se lo comió" el personaje, que "se lo creyó". Esta jerga se aplica igualmente a otro espécimen, del que solemos decir que "se la cree" cuando asume cierto rol que raya en la presunción. Esa creencia ilusoria lo vuelve tan vulnerable que, en palabras de Rudyard Kipling, es incapaz de enfrentarse con "el triunfo y el fracaso y tratar a estos dos impostores de la misma manera".
Se dirá que todos los seres humanos simulamos cierto rol socialmente admitido, desempeñando un papel del que podemos estar o no convencidos. Lo hacemos en una primera cita amorosa en la que construimos un relato autocomplaciente, a sabiendas de que, abusando de nuestro imaginario, podemos mostrar lo que nos gustaría ser. Y hasta los epitafios suelen grabar en piedra un autoengaño. En una entrevista en una ronda de selección de personal, el entrevistado tratará de autopersuadirse de que es el candidato apropiado. Intentará controlar la totalidad del mensaje: sus facciones del rostro, sus palabras, sus tonos vocales, sus gestos sospechosamente mesurados. Sin embargo, cuanto más se juega en un escenario, más se comprueba el llamado "efecto debilitante de la motivación", el que alcanza su punto máximo en las personas con un bajo nivel de seguridad. Pese a sus palabras cuidadosamente elegidas, los gestos de la cara y de las manos pueden traicionarlo.
Muchos hacen de la inautenticidad un estilo de vida. Otros apenas un mecanismo salvador para defenderse de la crueldad del mundo. Pero, en algún momento, todos tenemos algo de impostores. Aunque fabulando para los otros, corremos el riesgo de terminar por creer nuestra propia fabulación.
Amor, ilusorio amor
Tal vez las redes del amor sean un observatorio privilegiado para comprender los vaivenes de las trampas del yo. Mientras algunas de las figuras del autoengaño suelen nacer del deseo de creer algo, otras se forjan cuando se teme que una sospecha se confirme, mostrando impunemente lo que nos resistimos a admitir.
En el ya clásico film de Woody Allen, Hannah y sus hermanas , el personaje que presta su nombre al título es una actriz exitosa, casada con un rico empresario y madre ejemplar, la misma que asiste a sus hermanas menos afortunadas y distantes de todo glamour. La vida de Hannah, instalada en el equilibrio y la perfección, se quiebra repentinamente cuando su marido se enamora y es correspondido por una de ellas. Hannah se niega a creer en el affaire . Y una vez enfrentada a una prueba tras otra, sólo es capaz de sospechar, vagamente, que se avecinan acontecimientos tan pavorosos, tan devastadores que se cuida de descubrirlos.
Un resorte inverso opera en el Otelo shakespeariano, quien acusa injustamente a su amada Desdémona de haberle sido infiel. Pero mientras Hannah se resiste a creer una infidelidad real y Otelo insiste en creer una traición imaginaria, una y otro padecen mancomunados por sus propios límites.
El personaje de la literatura que tal vez encarne el autoengaño de modo más acabado, y con entrañable candidez, es la de Madame Bovary. Su romanticismo exacerbado y pueril la lleva a creer que, tras las metáforas que expresan la condición amatoria, se oculta algo así como una realidad absoluta (el Amor), objeto digno de ser enaltecido por su retórica pasional. La afirmación de La Rochefoucauld, "algunos no se enamorarían de no haber oído hablar antes del amor", ilustra con ironía que hasta ese sentimiento, paradigmáticamente irracional, debe su existencia a un entramado discursivo, obra de cierta retórica que construye y agota el objeto amoroso construido imaginariamente.
No sólo Emma Bovary cree en el personaje que ella misma imaginariamente se inventó, burda imitación de las heroínas literarias. Incluso en otros escenarios que poco o nada tienen que ver con las equívocas redes del amor, la estupidez humana son las aguas del río donde solemos bañarnos cada día. Ese rasgo tan humano es el talón de Aquiles al que apunta la publicidad que nos promete un mundo tan suntuario como inalcanzable. Apenas uno de los tantos simulacros que revelan que somos ciudadanos de un mundo donde nada es lo que nos hacen creer que es.
La mentira vital
La fábula de la zorra muestra que el mundo no es un horizonte al que observamos, imperturbables, desde la perspectiva de un observador imparcial. Lejos de toda neutralidad, nos altera psíquica y fisiológicamente. Y a modo de respuesta, en el autoengaño nos valemos de las emociones para teñir mágicamente esa realidad: una vez que la zorra se convence de que no podrá gozar de esas uvas, espontáneamente las descalifica. Y como no es posible modificarlas químicamente, les confiere mágicamente una nueva cualidad que alivia su insatisfacción. Así resuelve el conflicto y anula esa tensión entre su deseo y la realidad, sustituyendo la cualidad de deseables por una nueva cualidad, la de inmaduras. Se trata, ni más ni menos, de una transformación mágica porque nada ha cambiado (las uvas siguen siendo las mismas), si bien el cambio ha sido inmediato y realizado en el círculo de la conciencia.
La zorra nos enseña sólo una de las caras del autoengaño, un rostro misericordioso que se vale de una artimaña compensatoria por momentos esencial para sobrevivir. Las uvas en la fábula, incluso, funcionan como una especie de placebo natural. Una figura semejante es la llamada "mentira vital", herramienta que puede ayudar a la recuperación del enfermo o a soslayar, ante la proximidad de la muerte, la desesperanza.
¿Acaso la negación, otra de las figuras predilectas en las que suele encarnarse el autoengaño, no es un placebo natural, según se comprobó en las recidivas o en tiempos de sobrevida en investigaciones en pacientes con cáncer? Los médicos descubrieron que tras recibir la noticia de su muerte inminente, un número sorprendente de pacientes no recuerda haber recibido dichas noticias apenas transcurridos unos días. Enfrentados con una ansiedad intolerable, bloquean la información, en un intento de correrse de la escena omnipresente. Otros creen que ese bloqueo es, simplemente, un reflejo transitorio que les permite ganar tiempo para juntar fuerzas y comenzar a aceptar su destino.
Cuando esas figuras de la evasión ya no sólo filtran sino que bloquean la información necesaria, cuando no son más transitorias sino que se fijan de forma permanente, esquivando un peligro que podría ser evitado o aliviado, esas figuras de la evasión pueden producir un daño irreparable.
La medicalización de las problemáticas existenciales y la búsqueda de soluciones inmediatas a los dolores humanos condujeron a que la biotecnología se ocupara de un nuevo desafío: investigar la posibilidad de provocar una amnesia selectiva casi a gusto del consumidor. Y los resultados del estudio experimental parecen ser tan benignos como temibles. En pruebas de laboratorio se probó que una dosis de un novedoso compuesto químico llamado ZIP, aplicado en el cerebro de las ratas, elimina cualquier recuerdo con más eficacia que el paso natural del tiempo. Se estima que con esa molécula se podrían borrar procedimientos motores o hábitos instintivos. Y en los humanos (animales algo más complejos que las ratas), hasta conocimientos geométricos, algo útil si el teorema de Tales, pongamos por caso, fuese parte de un extraño acontecimiento traumático (¿quién conoce, al fin y al cabo, las profundidades del inconsciente o el poder de la mala fe?). Más que una simple molécula, promete ser un dispositivo a voluntad, certero y tenaz, para borrar los recuerdos o, cuando menos, para alterarlos a nuestro antojo. Pero por el momento, para el común de los mortales, esa asistencia programada parece un recurso de ciencia ficción.
Jano emocional
Jano emocional, el autoengaño presenta otro rostro menos compasivo. Esta forma de autoindulgencia puede tornarnos extraños ante nosotros, cegados e incapaces de ver nuestras fallas, incluso procurándonos más y más excusas que silencian nuestras conciencias. Principio activo en la retórica de la justificación, con él se intenta ocultar las propias culpas, cuando no de convencer al otro y convertirlo en cómplice. Y en su rostro más perverso, es un mecanismo absolutamente despreciable toda vez que revela una falta de autodominio que induce cierto desconocimiento de las obligaciones morales, de las circunstancias y de las probables consecuencias de nuestras acciones en las vidas de los otros.
Sisela Bok, en Secrets. On the Ethics of Concealment and Revelation , declara que el recurso del inconsciente, la mala fe, la negación o la mentira vital son metáforas imprescindibles en el camino del reconocimiento de lo ocultado. Pero, observa, "el peligro sobreviene cuando comenzamos a tomarlas por explicaciones. Como metáforas, nos ayudan a ver las paradojas de la dificultad humana de percibir y reaccionar; como explicaciones de cómo se superan estas paradojas, hacen que la comprensión entre en cortocircuito y se vuelven engañosas en su propio sentido -un modo más en el que evitamos tratar de comprender la complejidad que subyace tras nuestra experiencia de la paradoja".
¿Ardid o consuelo?
Es cierto que el autoengaño es una sombra solícita y generosa que se ofrece seductoramente a una constante y perpetua evasión. Pues quiérase o no, compañía incómoda si la hay, lo sabido sin saberse persevera como murmullo interior. O peor aun: como motor que reverbera, corroyendo una y otra vez, oculto, la conciencia. Pero esa sombra también puede ser la mensajera de cierto alivio que dulcifica la existencia humana, atravesada por condiciones ineludiblemente segadas por el dolor y la castración.
El pasado es tan irreversible, como frágil parece ser la memoria.
Y mal que nos pese, continuaremos intentando modificar el mundo, como la zorra, para hacerlo más soportable.
El autoengaño: artificio o defensa. Trampa o bendición. Ardid o consuelo. ¿Acaso se puede vivir sin él?