martes, 1 de enero de 2008

AL GORE, EL PRESIDENTE QUE NO FUE


LOS VICIOS QUE PONEN EN RIESGO LA DEMOCRACIA
Por Daniel Dessein. La Gaceta, Tucumán, Argentina, suplemento literario. Domingo 30 de diciembre de 2007.
El ex vicepresidente norteamericano, que acaba de ganar un Nobel, ratifica con su obra que es uno de los más lúcidos analistas de la realidad, ha tomado como bandera la defensa del medio ambiente.
EL ATAQUE CONTRA LA RAZÓN
Al Gore (Debate - Buenos Aires)

Al Gore es el hombre del año. Ganó un Nobel, un Emmy, un Oscar y el Príncipe de Asturias en este 2007; solamente le faltó cantar para llevarse un Grammy. El mundo aplaude con ganas a quien nos remite inexorablemente a la ucronía, a imaginar cómo sería el presente si las polémicas elecciones norteamericanas de principios de este siglo hubiesen terminado de otra manera. Pero el “presidente que no fue” piensa, fundamentalmente, en el futuro. Después de tres décadas de intensa actividad política, Al Gore se dedicó a escribir, a producir documentales, a asesorar a empresas como Google o Apple y a estructurar proyectos de periodismo participativo. Una verdad incómoda, el exitoso documental sobre los peligros que corre nuestro medio ambiente, es uno de los hitos de una larga lucha del ex vicepresidente norteamericano. Otra de sus obsesiones es detectar y analizar los vicios que ponen en riesgo el porvenir de la democracia. A esto se aboca en El ataque contra la razón, su último libro. La democracia presupone un pueblo que debate activamente y sin restricciones las cuestiones fundamentales de su país. Y esto implica una prensa libre que las refleje. Una ciudadanía apática y medios que privilegian el entretenimiento sobre la información, y que responden a pautas puramente económicas, socavan la esencia del sistema democrático. Gore, precisamente, explora de manera profunda estas amenazas, concentrándose en los abusos de la administración Bush. Hace un repaso que va desde la manipulación de la información para justificar la invasión a Irak a la autorización de la tortura y el quiebre del equilibrio republicano, para rastrear las causas de estas graves distorsiones. De acuerdo con un estudio citado en el libro, el norteamericano promedio dedica cuatro horas y media diarias, dos tercios de su tiempo libre, a ver televisión. El ex candidato demócrata sostiene que un alto porcentaje de la población estadounidense se encuentra narcotizado por el consumo televisivo y resulta vulnerable a estrategias de comunicación efectistas por parte del gobierno, que lo llevan a aceptar postulados que atentan contra la razón o, en su caso, a perder todo interés por la cosa pública.
El camino para revertir este proceso se encuentra, según Gore, más que en la educación, en la instauración de un sistema de comunicación plural, accesible y transparente entre los ciudadanos. Y este sistema podría desarrollarse gracias a internet. “El requisito clave para redimir la integridad de la democracia representativa -sentencia el autor- es garantizar que el ciudadano esté plena y debidamente conectado a un foro público abierto y saneado”.
Fernando López-Alves, ex asesor de Gore, le dijo a quien firma estas líneas: “En la política, Al fue una víctima de su inteligencia”. Alejado de los eslóganes simplistas y de los dilemas maniqueos, el antagonista de Bush no logró tomar las riendas de la mayor potencia del mundo. Pero ese atributo, que quizás lo alejó de la Casa Blanca, es el que le permite ser un lúcido analista de nuestra realidad y brindarnos advertencias que pueden prevenirnos de un destino trágico. © LA GACETA

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