sábado, 26 de febrero de 2011

EL PRADO VA AL HERMITAGE

ABC, MADRID, 26FEB11
Sus Majestades los Reyes, junto al presidente ruso Dimitri Medvédev y su esposa, han inaugurado en la pinacoteca rusa la exposición más importante de pintura que nunca ha salido del Prado
JESÚS GARCÍA CALERO / RAFAEL MAÑUECO / SAN PETERSBURGO
Sus Majestades los Reyes junto al matrimonio Medvédev, en el museo del Hermitage
Si los Reyes de la Historia pudiesen hablar desde sus cuadros, si la belleza y la nobleza de entonces pudieran salir de sus estrechos marcos, ceñidos al lienzo, pintado por los grandes maestros, y llegasen a mostrar aquello que fuimos y que aun somos... hoy contemplaríamos una fabulosa conversación en San Petersburgo. Porque sesenta y seis obras, de entre las mejores del Prado, han venido a la exposición que alberga el Hermitage hasta mayo próximo y que ha inaugurado el Año Dual España-Rusia.

En la impresionante sala de columnas Nikolaievsky, no muy lejos de donde el museo ruso guarda su propia colección de pintura española, pueden verse hasta mayo grandes retratos de los Monarcas españoles, desde Carlos V por Tiziano a Fernando VII por Goya (pasando por Felipe II, Felipe IV, Carlos II, Felipe V, Carlos III y Carlos IV...) y también bodegones, pintura religiosa, retratos de Corte, embajadores, enanos... Esta conversación entre las sombras, cargada de la historia de unos y otros, se extiende por todos los rincones del inmenso museo.
Hablan aquí las obras maestras de Velázquez, Zurbarán, Ribera, Tiziano, Rubens, Tintoretto, Durero, El Bosco, Rafael, Sánchez Cotán, Meléndez, Murillo, Maíno, Tiepolo, Mengs, Luca Giordano, Goya... Es como una matrioska, un museo dentro de otro museo, donde vemos el refinado espíritu del Prado dentro de la inabarcable maravilla que es el Hermitage. Y dentro otra muñeca, la historia que reverbera por miles de salas con el sobrio silencio que ciñe los cuadros del museo ruso, desde la delicada belleza de la gran duquesa Alexandra Nikolayevna asomada en un retrato juvenil hasta la emoción del último Rembrandt en «La vuelta del hijo pródigo»...
Así de fascinante es la exposición que inauguraron ayer Sus Majestades los Reyes en el antiguo Palacio de Invierno de los zares en San Petersburgo. Y que será correspondida en otoño con una muestra de 150 obras del Hermitage en Madrid con el anuncio de que incluirá piezas clave de su colección, como el oro de los Escitas, piezas del mundo griego y romano, así como obras de lo mejor que atesora, desde pintores clásicos como Caravaggio, o un Velázquez de época sevillana, a exponentes de las vanguardias que también se conservan en este gran museo, como Matisse, Malevich o Kandinsky.
Ambos museos simbolizan el alma de un país, los dos están asociados a las colecciones de los Reyes y los Zares, los dos reflejan las vicisitudes de nuestra historia con algunas de las obras más excelsas que ha producido nuestra cultura. Así lo expresaba Don Juan Carlos, en la inauguración, cuando dijo: «España y Rusia son dos naciones imprescindibles para poder entender la cultura, la historia y la identidad europeas. Tampoco la historia del mundo podría concebirse sin la impronta y las aportaciones de nuestros dos grandes pueblos».
Fruto de esa historia compartida, el Rey señaló con su recuerdo a «insignes españoles» porque «su contribución a esta gran nación» no fue anecdótica. Destacó al ingeniero Agustín de Betancourt, cuyos restos descansan en San Petersburgo, como los de Vicente Martín y Soler, compositor de la Corte de Catalina la Grande.
«Pero hoy deseo sobre todo aprovechar esta oportunidad para rendir un homenaje lleno de cariño a aquellos españoles que, en las difíciles circunstancias de nuestra Guerra Civil, encontraron en Rusia un hogar generoso y una vida nueva —dijo sobre los “niños de la guerra”—. Algunos de ellos se encuentran hoy aquí con nosotros», concluyó.

Dos potencias culturales
Los Reyes estuvieron acompañados por el presidente Medvédev y su esposa, las ministras de Exteriores y Cultura, Trinidad Jiménez y Ángeles González-Sinde, así como por la presidenta de la Sociedad Estatal de Acción Cultural, Charo Otegui, y otras autoridades. Don Juan Carlos felicitó a los responsables de los dos museos de estas dos «potencias culturales de primer orden». Anunció que, junto a la pintura, las artes escénicas y la arquitectura también serán protagonistas de este Año Dual, y mostró vivo interés por la exposición sobre los logros científicos y espaciales de Rusia, que también se ha programado.

Y por hablar de la historia, el acto de inauguración tuvo lugar en la imponente sala del trono del Palacio de Invierno, con sus maravillosas vistas sobre el río Neva helado, frente al Museo de Arte Ruso y la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, cuya aguja de oro destellaba ayer al sol. Junto a los directores del Prado, Miguel Zugaza, y del Hermitage, Mikhail Pietrovski, la comitiva real recorrió la exposición.
Zugaza y Gabriele Finaldi, comisario de la muestra, ilustraron sobre la intención de mostrar la identidad, la riqueza y la variedad del Prado en este recorrido que arranca con la «Piedad» de Roger van der Wayden y «La extracción de la piedra de la locura» de El Bosco. Esta obra muestra el interés de los Austrias Mayores por el arte flamenco, como el retrato de Durero. De Tiziano destaca también la «Venus recreándose con el Amor y la Música» y de Rubens el «Perseo liberando a Andrómeda». Tres obras de Velázquez, el «Caballero de la mano en el pecho», de El Greco; o el «David vencedor de Goliat», de Caravaggio, marcan el inicio de la exposición. Se completa con la transición de los Austrias a la nueva dinastía de los Borbones y, con ella, un pasaje al gusto francés.
Pero al Hermitage han venido otras obras con vínculos especiales con Rusia, como el retrato del embajador Potemkin, realizado por Juan Carreño de Miranda en Madrid en 1681, o el del general José de Urrutia, condecorado por su participación en la guerra de Crimea. Además, Zugaza y Finaldi confían en que las fechas, fuera de temporada turística, permitan a los rusos acercarse al Palacio de Invierno. Aquí los cuadros parecen espejos que retuvieron un pedazo de la Historia y desde ese punto de vista entablan una conversación, precisamente, con el público.
El mero hecho de ver a los Reyes ante sus predecesores y antepasados ya da una idea de esta fabulosa, inacabable plática.
Ahora es turno de que hombres y mujeres de aquí se asomen a estos espejos maravillosos. Quien más, quien menos, tendrá su propia historia, antepasados caídos en la explanada del Palacio aquel Domingo Sangriento o que lucharon en la toma del Palacio de Invierno por los bolcheviques o tal vez murieron en la Gran Guerra Patriótica. Pero, como dijo Anna Ajmátova, la mejor poeta petersburguesa, «como en el pasado florece el futuro, en el futuro se pudre el pasado —siniestra fiesta de hojas muertas—».
Y el Neva, como la historia, es hoy un río blanco y quieto, helado, que cruje lento hacia el final del invierno.

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