martes, 28 de agosto de 2007

CRÍTICA DE UN LIBRO


"JESÚS DE NAZARET": ENTRE LA LEYENDA Y EL `SHOW´
Se han realizado muchos análisis incisivos acerca de las razones que hacen triunfar un libro en todo el mundo. Los estudiosos del marketing literario coinciden en dos condiciones previas. La primera, ha de referirse a algo que preocupe a la gente; la segunda, los espíritus han de conmoverse al leerlo. Naturalmente, un tercer factor es la personalidad del autor. Jesús de Nazaret (La Esfera de los Libros), el último libro de Ratzinger/Benedicto XVI –que el próximo martes 28 inundará las librerías españolas- cumple esas tres condiciones.


La figura de Jesús de Nazaret es hoy objeto de una bibliografía de choque que oscila entre la leyenda y el show. Desde los sucedáneos de cómics, tipo Dan Brown, hasta la exaltación liberacionista de la humanidad revolucionaria de Jesús, dejando en la penumbra su divinidad, nunca se ha conocido tal avalancha bibliográfica. Benedicto XVI –si estamos de acuerdo con el Cardenal Christoph Schonborn, que presentó el libro cuando salió en Italia- sale al paso de las imágenes de Jesús como un revolucionario más, un reformador social o un supuesto amante secreto de María Magdalena. Es decir, el Papa deposita tranquilamente “en el osario de la Historia” ese conjunto de leyendas, entre las que destaca la manipulación de la figura de Cristo por “oscuros conspiradores, localizados con especial preferencia en los sinuosos pasillos del Vaticano”. Ahora bien, si con la venida de Jesús de Nazaret no siempre ha habido paz entre los hombres, ni su mensaje ha supuesto la explosión revolucionaria de un mundo mejor, ni el bienestar universal ha acompañado a su doctrina, ¿qué aporta Jesús a la Historia humana?. La respuesta de Ratzinger/Benedicto XVI es contundente y simple: “Dios”. Jesús de Nazaret ha aportado nada menos que a Dios. Las casi 500 páginas y sus 10 capítulos tienen este objetivo: demostrar que el Jesús histórico y el Jesús de la fe son el mismo. Es decir, una llamada a decidir sobre las cuestiones primeras o, si se quiere, últimas. Aquéllas que conmueven a los espíritus más simples y más complejos. Aquéllas que durante su vida pública iluminó ese condenado a muerte y crucificado entre el 7 y el 8 de abril del año 30.
Decía Juan Pablo II que “Jesús está donde un ser humano ve sus derechos negados, sus esperanzas traicionadas, sus angustias ignoradas”. Algo similar viene a decir Joseph Ratzinger en su Jesús de Nazaret. Cuando se refiere a la parábola del Buen Samaritano –aquél que se detiene a mitad de su camino para atender a un pobre hombre apaleado por unos malhechores- , Benedicto XVI localiza en la víctima “a la humanidad herida”, y en el Buen Samaritano a Cristo, que toma a su cuidado a la “criatura maltratada”, con sus humillaciones y pobreza. Ratzinger huye en su libro de la bondad que impregna a lo políticamente correcto con su agua azucarada. Va directamente a la cruz: escándalo para unos y locura para otros. Por eso denuncia sin rodeos tanto “el modo brutal con que los totalitarismos han pisoteado al hombre” como “la crueldad del capitalismo”. El laicismo radical también es denunciado, ya que la pérdida de Dios lleva, con frecuencia, al nacimiento de nuevas “formas de crueldad”.
Decía Winston Churchill que una de las señales que caracterizan a los grandes hombres “es su capacidad de dejar impresiones imborrables en las personas que les conocen”. Algunos logran causar esa impresión gracias a su presencia física, otros gracias a su capacidad intelectual. Éste es el caso de Benedicto XVI, un Papa que hace unos meses cumplió 80 años, y que festejó el evento lanzando al ágora del mercado de las opiniones este libro, que ahora se publica en lengua castellana. Jesús de Nazaret comenzó a escribirse durante el verano de 2003. Pensaba el entonces cardenal Ratzinger –en declaraciones a la revista Communio- que lo terminaría durante su “jubilación”. Ésta no llegará nunca, contra lo que creía su autor. De ahí que Benedicto XVI se decidiera a dar a la imprenta la primera parte de sus investigaciones. Con esto sigue los pasos de Juan Pablo II, que acostumbró a la opinión pública a que un Papa publicara sus obras y no sólo documentos magistrales. Pero, a diferencia de los cinco publicados por Juan Pablo II, el libro de Benedicto XVI lleva doble firma: la del Papa y la del cardenal Ratzinger. La razón estriba en que –como advierte el propio autor- “no es un acto del Magisterio”, sino “la expresión de mi investigación personal de la figura de Cristo”. Un terreno donde, como saben los expertos, existen abundantes temas debatidos sobre los que la Iglesia no se ha pronunciado. Por eso mismo, “cada uno es libre de criticarme”, afirma Benedicto XVI. Lo cual no significa que el autor busque polémica: su objetivo es, más bien, ayudar a conocer la figura de Cristo. De ahí que pida al lector un mínimo de “anticipo de simpatía sin el cual no cabe ninguna comprensión”.

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