domingo, 1 de noviembre de 2009

HÉROES Y CÓMPLICES EN LA VITRINA NACIONAL


La Nación ADNCultura, Buenos Aires, Argentina, 31=ct09
La nueva televisión bajo la óptica de dos expertos. Anticipo del libro ¡Qué desastre la TV! (pero cómo me gusta...) y entrevista con sus autores, Carlos Ulanovsky y Pablo Sirvén, que analizan diez años de fulgores y bajezas de la pantalla chica. Cómo la decadencia argentina impactó en la tele y viceversa
Por Leonardo Tarifeño
De la Redacción de LA NACION
¿Por qué consideran que la tele es un desastre y, sobre todo, por qué piensan que nos gusta a pesar de eso mismo?
Carlos Ulanovsky:
Yo pensaba justamente en eso en estos últimos días. Creo que el título del libro va a tener cierto impacto, y seguramente es la razón por la que lo elegimos. Pero también creo que, tal como está la televisión ahora, me parece que nos quedamos cortos.
-¿En la parte del desastre o en la parte de "cómo nos gusta"? C.U.: En la primera, porque es mucho más que un desastre.
Pablo Sirvén: Más allá del impacto que pueda tener el título, refleja muy bien el espíritu del libro. Es que hay una tensión permanente entre el desastre continuo que sin dudas conocemos y la avidez de verlo y no perderse nada de todo eso.
-Si la TV es mucho más que un desastre, ¿qué es?
C.U.: Más que un desastre, es una porquería. Yo creo que hasta le hubiera puesto ese título al libro: Qué porquería es la televisión...
P.S.: ...pero ya estaba Qué porquería es el glóbulo.
C.U.: En ese caso, de todas maneras hubiera mantenido la segunda parte de la frase, el acento puesto en "cómo nos gusta" o "igual la vemos".
P.S.: El "desastre" se cuenta muy bien en las primeras páginas del libro, en las que Carlos contrasta la TV de 1999 y la de 2009. Hace diez años ya se empezaba a destrozar la pantalla, pero nunca se llegó a tanto como en este tiempo. Un ejemplo son los exabruptos de Maradona tras el partido Argentina-Uruguay. La TV los incorpora rápidamente, se rasga las vestiduras de manera cínica y sin embargo, no deja de repetirlos, lo que en definitiva es una forma de autorizarlos.
C.U.: Pero no sólo eso. El escándalo que generaron los exabruptos de Maradona (y para mí él estuvo mal, porque no era ni el momento ni el lugar para soltar insultos que lo desmerecen y lo desautorizan) pone en evidencia una peligrosísima ola de vulgaridad y enemistad profunda con la sofisticación o el refinamiento, algo que es la principal tendencia de la televisión actual. Si uno se sienta a ver la tele de la tarde en Buenos Aires, hay una enorme cantidad de programas que son la quintaesencia de esa vulgaridad manifestada por Maradona.
-¿La televisión sólo expresa la vulgaridad que habita fuera de la pantalla? ¿O es una caja de resonancia que la alimenta?
P.S.: Ése es un tema largo. Para avanzar hacia un análisis sociopolítico, digamos que la caída del Muro de Berlín produjo una cierta orfandad en relación con los ejes de los discursos. El eje de la política, tal vez el que dominaba las sociedades, el lugar central, se difuminó.
C.U.: Y ése era un eje que estipulaba valores y debates.
P.S.: Sí, y también contenidos periodísticos, ideologías, muchísimos elementos de la vida cultural de las sociedades. A nivel nacional, ese movimiento coincidió con el auge del menemismo, que potenció esa orfandad, y parecería que quien se ha quedado en el centro del debate es la pantalla de la televisión.
-Ese centro aparece sin rostro, ya que han desaparecido las figuras como Alejandro Romay o Héctor Ricardo García, los nombres y apellidos que en cierto sentido gobernaban la pantalla.
P.S.: Ésa es una de las grandes diferencias de la televisión reciente con la de antaño. Entonces había permisionarios concretos. Personas que, gustaran o no, sentían pasión por lo que hacían, se llamaran Goar Mestre, Romay o García. En cambio, en estas dos últimas décadas han entrado y salido por la ventana corporaciones para las que la televisión es solamente una pata de poder. Con la desaparición de los Romay y compañía, todo el poder quedó en manos de los gerentes de programación, y de ahí salieron todas las malformaciones presentes, por ejemplo, los corrimientos de horario que "exportaron" los programas hechos para la siesta, como los de chimentos, a los horarios centrales, y de ahí a todo el continente televisivo.
-¿Ésa es la famosa "tinellización"?
P.S.: Más exacto sería decir que la televisión se "rializó", porque en realidad fue Jorge Rial quien produjo el efecto de invasión de la intimidad y el escándalo en todos los horarios, ya sea noticieros, magazines y también, cómo no, el programa de Tinelli, que este año era de baile pero se hizo célebre gracias a los enfrentamientos de cuarta entre gente que no existe. Eso es lo que proliferó y se convirtió en el eje de la pantalla chica.
C.U.: Mientras tanto, la televisión marca la agenda. Se la marca a la radio, a los medios gráficos y, por extensión, a mucha gente, sobre todo a los políticos. No hay cosa en que los políticos crean más que en la televisión.
P.S.: Los primeros en llevar a los políticos a una zona ajena a la pretendida seriedad fueron los conductores de La noticia rebelde en el sketch "Los congresales", de 1988. A partir de entonces, con CQC y también tras el éxito de Marcelo Tinelli, los políticos empezaron a desarrollar una gimnasia histriónica que hasta entonces sólo tenían limitada a la tribuna. Pero ahora esa gimnasia histriónica parece, o tal vez sea, totalmente natural, porque los políticos hacen muchas cosas exclusivamente para la televisión. Actúan, y actúan de manera "natural".
C.U.: Ésa ha sido una tendencia de los últimos diez años, el período que abarca nuestro libro. Y de manera paralela, otra tendencia importante es la desaparición de lo que podría llamarse "la coartada cultural". Hasta hace 15 o 20 años, los canales producían, unas dos o tres veces al año, algún especial de cultura que les permitía decir "Ojo, mirá cómo me dedico a la cultura". Esto ha desaparecido. Entonces, lo que yo me pregunto es cuándo y por qué se perdió. ¿Se perdió porque los nuevos permisionarios son unos tipos que no sirven para esa causa? ¿O porque a nuestra sociedad ya no le importa y no exige?
-Otra vez: ¿la televisión es la causa de los males o se retroalimenta con la sociedad?
P.S.: Bueno, en los años 70 se pensaba que la televisión era la fuente del mal, capaz de corromper y destruir el sustento cultural de las sociedades. Pero bien podríamos pensar que la televisión refleja, a través de estereotipos, cómo somos nosotros. Cuando yo veo la tele, lo que me digo es "Qué mal estaremos nosotros para que la televisión esté así".
-Ustedes rescatan muchas cosas de la televisión de los últimos diez años. Por ejemplo, el auge del periodismo de investigación, o los programas de ficción realista no costumbrista, como Okupas. ¿Dirían que la realidad social se cuenta mejor en términos televisivos si se hace dentro de la ficción no costumbrista?
C.U.: Es posible. Los ingleses inventaron el género "docudrama", programas que mezclan documentos y ficción. Un ejemplo es la tira Cuéntame cómo pasó, con Imanol Arias y producida por TVE, en la que se narra la historia reciente española, desde el franquismo hasta hoy. Entre nosotros ha habido series muy buenas, que destacamos en el libro. Pero como tendencia, lo que yo veo -y me indigna bastante- es que la televisión produce pavadas, y esas pavadas luego se incorporan al capital argentino de presunta inteligencia. Si fulano y fulana se dan un piquito en un programa de chimentos, al día siguiente todo el mundo habla de eso. Y ahí es cuando yo pienso que nuestra vida se ha vuelto pueblerina y muy poco interesante, tan poco interesante como la vida que la televisión cree que puede darnos.
P.S.: La TV cree que tiene una vida para darnos porque se ha hecho omnipresente. Los políticos fueron los primeros en darse cuenta: antes decían "Bueno, y además de los actos, tenemos que ir a la televisión", hoy, la tele es principio y fin de buena parte de la actividad política. Hasta hace unos años, la tele estaba sólo en los boliches de barrio, o en las rutas, o en los bares de los pueblos. Luego, cuando venían los Mundiales, el aparato se imponía durante esas semanas, pero se bajaba terminado el Mundial. Hace dos Mundiales, la tele se puso y ya no se bajó. Y ahora está en los subtes, en las confiterías, en las playas de estacionamiento. Hay una sobresaturación e incorporación o voluntaria de imágenes. Siempre dijimos que la televisión es un consumo voluntario, porque uno tiene que encenderla; pero lo cierto es que en el camino diario de las personas uno se encuentra con varias pantallas. En los bares, por ejemplo, uno está con un ojo puesto en el café y otro en el bombardeo de imágenes.
-Según sugieren, el mundo anterior a la caída del Muro de Berlín generaba valores. Pero también podría decirse que la televisión es una escuela, y una escuela que sostiene ciertos valores. Aunque sean unos valores muy criticables, que generan un tipo de espectador / ciudadano amante del zapping y superficial.
C.U.: Así es. Yo creo que es una escuela de valores en todo sentido, y en eso incluyo desde la publicidad hasta los contenidos de los programas. La gente aprende a consumir gracias a la televisión. Y los chicos hoy reconocen marcas y logotipos antes de aprender a leer.
-O dicen "estás nominado".
P.S.: Es que, cuando se dice que el mundo evoluciona hacia lo visual, deberíamos aclarar que se trata de un regreso. Antes de Gutenberg, el mundo sólo era visual. La gran paradoja es que después de cinco siglos de cultura letrada se vuelve a un mundo tal vez más primario. Tecnológicamente más complejo, pero de contenidos sencillos. Somos cada vez más diestros en la gimnasia de abrir pantallas, pero ¿qué hay dentro de cada pantalla?
-Quizás sólo haya entretenimiento puro. Para Ryszard Kapuscinski, en los medios actuales resulta más importante dar una noticia verosímil que una veraz. Parecería que la televisión extrapola esa tendencia y no le importa que algo sea verdadero mientras resulte entretenido.
C.U.: Así es. El ejemplo más reciente es el del niño estadounidense que se suponía que estaba en un globo aerostático. En pocos minutos se convirtió en un fenómeno global. Hoy sabemos que esa historia fue un engaño.
P.S.: Sí, a la televisión le da absolutamente lo mismo si algo es veraz o verosímil. Casi diría que en realidad prefiere lo verosímil, porque es un material más apto a las variaciones y la manipulación. Es como un autor que escribe Historia; si se restringe a lo fáctico, ese escritor va a tener muchas más limitaciones que si decide hacer ficción con esos mismos hechos. En el caso de la televisión ocurre lo mismo, la pantalla chica se siente más cómoda con la verosimilitud que con la verdad. Y al mismo tiempo se convierte en un ente autónomo capaz de crear su propia realidad, expandirla y exportarla a otros medios.
-¿Una realidad más real que la de aquellos que estamos fuera de la pantalla? ¿Cómo sería?
P.S.: Por lo que vemos, es una realidad que vivió la misma decadencia que la sociedad. Y tal vez por eso mismo está hecha por un continuo de distintos escándalos, la mayoría de pacotilla.

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