viernes, 26 de marzo de 2010

CUADERNOS DE MARAÑÓN: AFORISMOS INÉDITOS DE GREGORIO MARAÑÓN, MEDIO SIGLO DESPUÉS DE SU MUERTE

El Mundo, Madrid, España, 26Mar10
Mañana sábado 27 se cumplen cincuenta años de la muerte de Gregorio Marañón (1887-1960), uno de los intelectuales clave del siglo XX español por su triple dimensión de humanista, liberal y científico. También por su impagable labor en el llamado exilio interior . El Cultural recuerda hoy al humanista con estos aforismos inéditos escritos entre 1937 y 1942 que hablan de historia, vida y libertad.


Imagen: Mis amigos, carboncillo y óleo sobre lienzo de Ignacio Zuloaga (1920 - 1936), una de las joyas de la exposición dedicada a Marañón que se inauguró el lunes pasado en la Biblioteca Nacional

La libertad no es legítima si no se da con una dosis semejante de responsabilidad. Y el que no siente la responsabilidad es indigno de ser libre.
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Para juzgar la Historia hay que prescindir de este prejuicio: los hombres se dividen en buenos y malos, y los buenos se adscriben a las buenas causas y los malos a las malas. No hay causas buenas ni malas del todo; y en cada causa, sea buena o menos buena, mala o menos mala, hay siempre hombres buenos y hombres malos.
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Los celos son, casi siempre, una creación artificiosa, para jugar al amor.
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De los enemigos, lo de menos es la enemistad; lo grave es la estupidez.
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Hay hombres fracasados que tienen frente a los que triunfaron […una] actitud de resentimiento subconsciente.
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Los hombres a quienes se achaca que triunfaron porque "aprovecharon una oportunidad"; en realidad es que crearon ellos la oportunidad, sobre un pretexto que otros hubieran desaprovechado. Como los que "tuvieron suerte" es que la crearon con su voluntad de vencer.
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El conservador solo cree en lo que tiene delante. […] Para él, toda variación, es empeoramiento en cuanto concibe el presente, no como lo mejor, sino como lo único.
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La diferencia entre el hombre tonto y el inteligente no consiste en hacer o no hacer tonterías. Todo hombre las hace. La diferencia está en no enterarse o en enterarse de ellas.
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En los enfermos hay el simulador y el disimulador.
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El pronóstico racional es una forma excelsa de experimentación.
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No hay orgullo comparable al de los tímidos. La sabiduría no es extensión sino profundidad. La información (que se confunde con la sabiduría) convierte al cerebro en un almacén; pero la sabiduría no es saber cosas, sino saber comprender [y] crear, es una aptitud y no un amontonamiento de cosas. El que comprende una cosa y la sabe en su sentido profundo […] es, por lo tanto, un sabio.
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A los hombres, mientras viven, se los juzga por el gesto y no por la conducta. A veces se tarda siglos en juzgarlos bien (Felipe II).
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En la revisión de las culpas de la democracia, una de las mayores será, sin duda, la de haber creído que el intelectual está, por el hecho de serlo, capacitado para la política. Cuando el intelectual, por ser, en general, la antítesis del hombre de acción, es fundamentalmente impolítico.
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En la vida es más difícil comprender que olvidar.
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Para vivir sin hacer nada se necesita también su aprendizaje y su técnica. No es tan fácil como parece.
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El que crea una revolución, engendra un hijo que se rebelará contra el padre; tal vez el nieto le amará; tal vez cuando el creador se haya muerto.
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El puritano del deber está muy cerca de ser un sádico o un masoquista. Por eso no es nunca querido. El hombre compasivo con los demás empieza por ser indulgente consigo mismo.
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Cree a todo el mundo: no conozco mejor receta para no ser engañado. Porque más veces que los demás, nos engaña el falso concepto que hacemos de los demás.
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El papel más fácil de la sociedad es el de rey; basta tener sentido común. Ahora, lo difícil es que un rey tenga sentido común.
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Inútil discutir: no se convence a nadie por el razonamiento, sino por la emoción. El apóstol ha sido siempre un hombre que hablaba al corazón y no al intelecto. Las conversiones de los santos, han sido hechas bajo un signo emotivo. Sócrates, al que hoy leemos en frío, convencía, estoy seguro, por la emoción patética de sus palabras. En la política, que es convencer, el intelectual no tiene nada que hacer. Un epitafio que yo desearía: “Jamás denunció”.
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A veces la ovación con que termina una conferencia, significa gratitud del público por haber acabado el conferenciante.
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Tenemos que creer en Dios para que no nos parezca injusto. [¡]Y queremos que los hombres, en los que no creemos, sean justos!
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La ley proporciona dos voluptuosidades: la de cumplirla y la de burlarla.
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En los tiempos de ritmo revolucionario de la Historia, hay hombres; quizá vulgares, que saber percibir ese ritmo. Y ellos son los que aciertan, contra el criterio de los intelectuales y de los políticos expertos.
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Hay cuatro órdenes de categorías éticas ante la vida pública:
1° los que hacen política por ambición de medro personal.
2° los que la hacen desinteresadamente, por amor al bien público y tienen que aceptar el medro para poder vivir.
3° los que pueden hacer política desinteresadamente y no aceptan cargos públicos.
4° los que pueden no aceptar los cargos públicos y los aceptan.
Estos -y no los anteriores- son los mejores.
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No hay divergencia más profunda, más inexorable que la del paralelismo. […] El paralelismo es separación sin principio ni fin. En los caracteres, en las pasiones, es esto verdad, verdad.
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Pasteur ha dicho: el azar solo se muestra propicio con el hombre de ciencia que trabaja. ¡Como que el azar lo crea el esfuerzo!
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Las tres clases de personas que se equivocan más, son, por este orden: financieros, meteorólogos y médicos.
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Nunca me he preocupado, cuando hablo en público, si éste es numeroso o escaso. Siempre sé que hablo a 5 o 10 personas. Me basta con que estén éstos.
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Un enfermo mío, inglés, me decía: el primer pitillo del día, me hace siempre daño, ¿cree Vd. que lo debiera suprimir?
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¿Qué es liberalismo?: saber convivir con los que piensan lo contrario.
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Hay grandes hombres, cuya “obra” es su vida.
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Si aún pusieran los hombres motes sobre su apellido, mi mote sería: “jamás anclar”
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Una de las mayores dificultades para que el hombre sea recto es (sic) que para serlo, muchas veces, tiene que no parecerlo.
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El que no ha sentido el halago de la masa, no puede hablar. Ese no tiene mérito despreciándola. Hay que pasar por la prueba del halago de la gran fiera para que el dejarla tenga una eficacia y una ejemplaridad

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