La Nación, Revista Ñ, Buenos Aires, Argentina, 31Mar10
¿Cuál sería el género de ficción más adecuado para representar "la explosiva y confusa Venezuela de hoy"?, se pregunta, no sin ironía, el autor de este artículo. De la comedia musical a la tragedia, baraja distintas posibilidades argumentales y desenlaces. La polémica está servida...
Por: Gustavo Valle
El escritor venezolano Gustavo Valle, autor de "Bajo tierra" opina que sobre la posibilidad de escribir una novela sobre Chávez.
Muchas personas me preguntan esto: ¿existe una novela venezolana, latinoamericana o de cualquier rincón del mundo que lo incorpore como personaje, que represente la explosiva y confusa Venezuela de hoy? ¿Acaso una ficción donde aparezca en su intimidad, en su gloria o en su ocaso? ¿Quizás una ficción satírica, ditirámbica, ambidiestra? ¿Una novela histórica? ¿Una comedia? La respuesta es negativa. No se ha escrito, por lo pronto y que yo sepa, La novela de Chávez. Abundan buenas ficciones que tienen como telón de fondo el Caracazo, o algunos episodios como el Golpe del 11 de abril de 2002. Igualmente se han ensayado narraciones (incluso poemas) que abordan el tema sin referirse directamente a él, en una suerte de abordaje oblicuo. Pero La novela de Chávez está por escribirse.
El asunto no es nada fácil. Incluso habría que preguntarse si es pertinente. En una época en que las novelas totales o aglutinantes se encuentran en etapa recesiva, no es fácil vislumbrar una historia de esta envergadura. No obstante, hagamos un esfuerzo e imaginemos el argumento de esta eventual obra, así como el género y los satélites literarios que podrían servirnos de referencia. Propongo a continuación una serie de temas y abordajes, de modo de estimular a los colegas. Se trata de una lista de textos posibles, o si lo prefieren, un humilde aporte a la historia apócrifa de la literatura latinoamericana.
Lo primero que se me ocurre es escribir una suerte de saga, al estilo de El conde de Montecristo. En ella nuestro héroe, tras sufrir la cárcel, saldría a vengarse de todos sus victimarios bajo una nueva identidad, por ejemplo, la del generoso prestamista. La novela permitiría jugar con un asunto muy actual de la narrativa: las identidades sustituibles y evasivas, y colocaría las acciones del protagonista en el siglo XIX, época afín a su esfera vital y bibliográfica.
También he pensado en una comedia musical, pero no al estilo de Hollywood sino del cine mexicano de los años cincuenta. Quiero decir, en la onda de las películas de Jorge Negrete y Pedro Infante, pero en su versión literaria, de modo que permita a nuestro héroe lucirse como osado jinete y espléndido cantante. La licencia poética podría situar la ficción ya no en Venezuela sino en el México revolucionario al lado de Emiliano Zapata, por ejemplo. Esto insertaría la propuesta más allá de la zona de influencia del Pacto Andino, y sería una manera de incluir al indócil México dentro del proyecto de integración bolivariano.
Por supuesto, una Bildungsroman, o novela de formación, sería necesaria. No hablo de una biografía infantil o juvenil sino la composición de un auténtico estatuto legendario. Pienso en Enrique de Offterdinggen en busca de la flor azul (que en este caso no sería azul sino roja, supongo). Aunque pensándolo bien, habría mayor compromiso americano con algo parecido a Huckleberry Finn remontando el río Mississippi en compañía del negro Jim. La ficción podría localizar a nuestro héroe en las oscuras aguas del Delta del Orinoco, y entre sus múltiples aventuras estaría la lucha encarnizada contra las empresas trasnacionales de explotación del palmito.
Para satisfacer a los entusiastas de la ciencia ficción, propongo un relato anticipatorio ambientado, por ejemplo, en 2090. El argumento exploraría la resurrección de nuestro personaje, luego de estar su cuerpo en estado criogénico, conservado con una técnica similar a la empleada con Walt Disney. Tras su re-aparición, viviría la comprensible perplejidad de quien se traslada súbitamente en el tiempo para encontrarse con un mundo hecho pedazos, en guerra y sin una gota de petróleo. Como ocurre en Terminator, el personaje intentaría, desde el futuro, modificar sus decisiones del pasado. La lucha contra sí mismo otorgaría gran dramatismo a la fábula y garantizaría su éxito.
He pensado que una novela psicológica podría ayudar a entender su compleja psiquis. Quizás algo al estilo de La conciencia de Zeno, de Italo Svevo, donde el personaje escriba, en clave de ficción, un diario de su vida cotidiana como terapia propuesta por su médico psiquiatra. Se trataría de una moderna novela autorreferencial, en la que se verían reflejados asuntos de enorme intimidad como la lucha contra la adicción a la nicotina y los desgarradores amores. Un capítulo especial habría que dedicar a sus sueños y pesadillas.
O una novela de terror, al estilo de las películas de George Romero o Joao Mojica Marins, en la que el héroe acuda, por ejemplo, al Panteón Nacional a medianoche, lugar donde se encuentra el sarcófago con los restos mortales de El Libertador, Simón Bolívar. En medio de un suspenso insoportable, nuestro protagonista se acercaría lentamente al sarcófago y, sin ser visto, lo abriría. Enseguida una tormenta de azufre y petróleo azotaría el Panteón y sus inmediaciones, como si se tratase de la maldición de una momia egipcia. La imagen del Panteón Nacional bañado completamente en petróleo podría ilustrar finamente la tapa del libro.
No podría faltar una buena novela vernácula, nativista, con una fuerte carga de realismo mágico. En medio de una severa sequía, nuestro héroe emprenderá un viaje desde el corazón de la selva en busca del amuleto que permitirá invocar al Dios de la lluvia. En una versión adaptada de Macunaíma, dicha búsqueda lo llevará hasta Estados Unidos, donde recuperará el amuleto sustraído por un directivo de la Exxon Mobil. Al final, volverá a su tribu convertido en ídolo, bajo un próspero y violento chaparrón.
O una novela de aventuras, al estilo de Robinson Crusoe, donde el protagonista naufrague en una isla desierta, tras aterrizar milagrosamente en paracaídas en medio de una temible tormenta tropical. La novela relatará su talento industrioso para sobrevivir en situaciones extremas, y cómo se las ingenia para inspirar la revolución entre los aborígenes.
Habría que asignar un espacio al docudrama, o a la crónica novelada. Es decir, una justa y necesaria novela real que teatralice con intensidad épica el momento en que, atrincherado en el Museo Militar en 1992, nuestro héroe dirige un frustrado golpe de Estado.
Deliberadamente dejo por fuera géneros como el himno pindárico, el policial, el thriller o la novela experimental, aunque confío en que otros, con mucho más talento que el mío, aportarán también sus invenciones.
Hay quienes piensan que una novela distópica, a la manera de Nosotros de Yevgeny Zamiatin, podría representar muy bien la situación asfixiante que vive actualmente esa nación caribeña. En realidad lo ignoro. No sabría decir qué forma de representación sería la más ajustada. Quizás la tragedia, por aquello de Prometeo encadenado, o en todo caso el melodrama, para continuar con la tradición de los mundialmente famosos culebrones venezolanos.
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