sábado, 4 de abril de 2009

CRÍTICA DE LIBROS / ENSAYO: LA EVOLUCIÓN DE UNA TEORÍA


La Nación, adnCULTURA, Buenos Aires, Argentina, 04Abr09
Dos nuevos libros proponen miradas originales sobre la figura e ideas de Charles Darwin, a doscientos años de su nacimiento: Niles Eldredge se centra en el desarrollo de su sistema y Michael Ruse indaga las consecuencias filósoficas de sus trabajos
Por Ana María Vara
Para LA NACION

Darwin. El descubrimiento del árbol de la vida
Por Niles Eldredge

Charles Darwin
Por Michael Ruse

Éste es el año de Charles Darwin: el 12 de febrero se cumplieron 200 años de su nacimiento y 150 de la publicación de su obra fundamental, El origen de las especies . Reposado padre de familia y representante de la imperialista ciencia victoriana, se convirtió en una de las figuras clave de la ciencia moderna, en quien se condensan algunos de sus aspectos más valiosos y controvertidos. Este background contencioso resuena como bajo continuo en dos nuevos trabajos que ofrecen acercamientos complementarios sobre su obra. El primero, Darwin. El descubrimiento del árbol de la vida , a cargo de Niles Eldredge, del American Museum of Natural History de Nueva York, se concentra en el desarrollo de la teoría de la evolución. El segundo, Charles Darwin , de Michael Ruse, profesor de la Florida State University, analiza al científico británico como filósofo, indaga en las nociones sobre las que se asienta su trabajo y las consecuencias que de él se desprenden.
El libro de Eldredge acompaña la muestra conmemorativa que se está exhibiendo en estas semanas en el Natural History Museum, de Londres. No se trata de un catálogo ni de un memorabilia . Es cierto que Eldredge, curador de la muestra, se detiene especialmente en ciertos objetos de la exhibición, pero es el conjunto de libretas, los apuntes de Darwin entre 1837 y 1842, los que revelan "la evolución de la evolución de Darwin", diecisiete años antes de la publicación de El origen... El análisis evidencia los intrincados caminos de la creatividad en ciencia. El relato de los hallazgos y distracciones durante los cinco años que Darwin pasó como naturalista en el Beagle, comandado por Robert Fitz Roy, despierta la perplejidad. Dado que la expedición tenía como misión explorar las costas de América del Sur, en tiempos en que las nuevas repúblicas comenzaban a integrarse al imperio informal británico, Darwin tuvo mucho tiempo para recorrer el territorio argentino. En una ocasión, casi se come la evidencia. En medio de una cena, se dio cuenta de que estaba degustando una especie de ñandú pequeño, que coexiste con la variedad más común, de mayor tamaño, un excelente ejemplo de cómo las especies pueden divergir bruscamente en el espacio.
Precisamente, una de las observaciones de Eldredge sobre el Cuaderno Rojo de Darwin es que el británico no abrazó la idea del cambio gradual entre especies desde el comienzo, hallazgo especialmente caro al investigador, autor junto a Stephen Jay Gould de una addenda a la teoría, que habla de cambios por "saltos". Esto es lo más interesante de Darwin. El descubrimiento... . Lo menos, en cambio, es un espíritu demasiado reivindicatorio, que coloca la figura de Darwin en un lugar de anacrónica corrección política. Como observó Michael Ruse en su reseña de la muestra, publicada en el Bulletin of the History of Medicine , en su esfuerzo por separar a Darwin del crudo "darwinismo social", Eldredge no presenta la opinión del teórico del evolucionismo sobre "las mujeres, los negros, los pobres". Es cierto que Darwin estaba contra la esclavitud, pero también que sobre esos grupos sociales sus puntos de vista fueron, en el irónico eufemismo de Ruse, "muy convencionales".
Charles Darwin , el libro del propio Ruse, es más filoso. No porque se dedique a revelar juicios inconvenientes, sino porque va al corazón del problema que plantea la evolución: si se trata sólo de una teoría sobre el mundo natural o si, por el contrario, avanza sobre esferas trascendentes. El libro forma parte de una colección dedicada a grandes autores de la filosofía, titulada Great minds , de la editorial Blackwell Publishing. Es el quinto volumen de una lista que comienza por Kant y sigue con San Agustín, Descartes y Sartre. Que su publicación preceda a la de Aristóteles, Nietzsche, Platón o Wittgenstein obedece seguramente a la oportunidad del aniversario. Pero no por eso es menos provocativa. Ruse justifica cuidadosamente la inclusión, no sólo por el interés de Darwin por la filosofía, sino también, porque dado que su teoría representa una historia de los seres vivos, merece ser analizada conceptualmente, para comprender "cómo está estructurada y qué reivindica". La tercera razón es la decisiva y permite entender una de las raíces de la controversia que suscita su teoría todavía hoy: el hecho de que su alcance exceda el mundo material. En palabras de Ruse: "Puesto que esa teoría abarca a la humanidad -no somos hijos de una ráfaga creadora que se produjo al final de una semana de actividad divina-, también debe indagarse el pensamiento de Darwin por sus implicaciones para algunas cuestiones filosóficas importantes, como la teoría del conocimiento (epistemología) y la teoría de la moral (ética)".
Entre quienes defienden a Darwin frente a los creacionistas o los partidarios del "diseño inteligente", que combaten su teoría, hay dos corrientes. Gould -fallecido en 2002- proclamó la posibilidad de la coexistencia: sus obras hablan de los "dos magisterios", al decir que ciencia y religión son dos esferas separadas, con sus propias competencias. Por el contrario, los británicos como John Dupré o Richard Dawkins -aunque con diferencias- creen que la evolución no deja en paz a Dios. En esta vertiente puede inscribirse el pensamiento de Ruse, en una versión más filosófica que teológica.
Ruse explora las consecuencias de la teoría de la evolución en relación con los fundamentos del conocimiento, la ética y la religión. En el capítulo final, vuelve al tema de uno de sus primeros libros y se pregunta si hubo realmente una revolución darwiniana, como la copernicana o la newtoniana. Sorprendentemente, su respuesta es que no, en la medida en que Darwin se basó en observaciones y conceptos filosóficos previos, que analiza en detalle. Pero eso no cambia las profundas implicancias que su teoría tuvo "en todas las áreas del pensamiento humano".
Las traducciones son cuidadosas y elegantes, dos características especialmente gratas en obras científicas.
© LA NACION

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