La Nación, adnCultura, Buenos Aires, Argentina, 23Ene10
Los miércoles, el centro Ciudad Cultural Konex ofrece un espacio donde aprendices y veteranos salen a la pista al ritmo del dos por cuatro. Comandado por Omar Viola y Gustavo Ameri, con orquestas en vivo, allí conviven lo nuevo y lo tradicional
FOTO: SIGA EL BAILE. Omar Viola y las primeras parejas de la noche en La Garufa, la milonga de la Ciudad Cultural Konex Foto: MARTIN FELIPE
Por Natalia Blanc
De la Redacción de LA NACION
Todos los miércoles a la noche, un variado grupo de bailarines, aprendices y curiosos invade una de las salas de la Ciudad Cultural Konex. Es el día de la milonga La Garufa, actividad que integra el ciclo de verano Parador Konex. Organizada por Omar Viola y Gustavo Ameri, en ella se reúnen jóvenes y veteranos, principiantes y avanzados, locales y extranjeros, parejas, grupos de amigos, solos y solas. Todos con un mismo objetivo: bailar al ritmo de antiguas grabaciones y orquestas en vivo en un ambiente familiar, donde se puede tomar clases y ver exhibiciones de tango.
"Para mí, la milonga es un lugar de encuentro, como una plaza de barrio donde se juntan todos los vecinos -dice Viola, fundador del mítico espacio Parakultural en 1986-. La propuesta de La Garufa tiene que ver con esa idea." Ameri, bailarín y profesor de tango, agrega: "En Buenos Aires existe un circuito de milongas desde hace años y cada una tiene su personalidad. Cuando el Konex nos convocó, presentamos un proyecto integral: una multimilonga con espacio para el baile, la música en vivo, la fotografía, la pintura, donde convivieran lo tradicional y lo nuevo. Nuestra apuesta es tener siempre música en vivo, defender el baile y las exhibiciones. A la hora de programar los grupos, combinamos orquestas típicas con electrónicas, como Tanghetto."
La Garufa funciona en un salón de la planta baja, decorado con fotos de Guillermo Monteleone, con un escenario donde tocan las bandas y mesas ubicadas alrededor de la pista para tomar una copa de vino o una cerveza sin perder de vista a los bailarines. A las 20 se abren las puertas del Konex y media hora después comienza la clase para principiantes, que dictan Ameri y Jorgelina Contreras. El primer miércoles de enero, cuando estuvo presente adncultura , había media docena de parejas; también, una mujer embarazada y otra con un bebé de pocos meses que quedó al cuidado de un familiar mientras ella practicaba. En esa clase, los profesores ponen énfasis en que los participantes se animen primero a moverse por la pista sin chocarse y después, a juntar los cuerpos y abrazarse. Ameri les explica la posición correcta de los brazos y cómo son los pasos básicos del dos por cuatro.
En ese grupo, las mujeres usan calzado bajo y ropa cómoda. En el siguiente, el de los estudiantes avanzados, se ven tacos altos y finitos y polleras con importantes tajos. Muchas llegan con chatitas y zapatillas y se cambian los zapatos allí mismo, antes de ingresar a la pista.
Entre las 21.30 y las 23, es el turno de los que ya saben bailar y buscan aprender nuevos pasos o perfeccionar lo aprendido. Guiados por Gabriel Angio y Natalia Games, ex integrantes de la compañía Tango x 2 y fundadores del grupo Plan B Tango, son más numerosos que los iniciados y, además de cortes y quebradas, también practican pasos de valses y milongas. A partir de las 23 se larga el baile, primero con grabaciones seleccionadas por disc jockeys , y luego con orquesta en vivo, desde la medianoche hasta las 4 de la mañana. Este miércoles se presenta la Típica Criolla, formada por Jorge Spessot (primer bandoneón y dirección), Estefanía Corsini y Mercedes Martínez (violines), Daniel Godfrid (piano), Marcelo Barberis (cantante), Martín Benedetti (segundo bandoneón) y Pablo Vázquez (contrabajo). "En febrero se presentarán el Sexteto Milonguero, Los Reyes del Tango y Tanghetto", asegura Viola, que lleva más de quince años como organizador de milongas en espacios como Salón Canning y el nuevo Parakultural.
"A mí siempre me gustó el tango; es una fuente inagotable de imágenes, filosofía, cultura; una presencia constante en esta ciudad -continúa-. En mi casa se escuchaba tango, pero no se bailaba. Cuando conocí las milongas, fue una revelación: descubrí un mundo nuevo. Gente que bailaba por el simple placer de bailar. Me acuerdo de que una noche estaba sentado en una milonga y en una pausa veo a una pareja en la pista abrazada como en éxtasis. Me fascinó. En 1988 hice un espectáculo de tango y teatro, Metatango , que no tuvo mucha respuesta del público. En esa época, el tango no atraía a los jóvenes. En 1991, gracias a que Metatango había interesado a personas del ambiente tanguero tradicional y a maestros de tango, empecé a organizar milongas. Gente conocida como la profesora María Pantuso y la coreógrafa y bailarina Milena Plebs me insistieron en que armara un espacio para el baile. A principios de los años 90, Natalia y Gabriel, que dan clases en La Garufa, empezaron a enseñar en el Parakultural de la calle Chacabuco. Los milongueros, cuando vieron que los jóvenes se volcaban a bailar, comenzaron a acercarse también."
Así surgió el circuito actual de tanguerías, donde se mezclan viejos tangueros con chicos con piercings y tatuajes. El año pasado, La Garufa se sumó a la oferta de milongas del barrio del Abasto, con la particularidad de que el público cautivo del Konex está integrado por jóvenes de entre veinte y treinta años. Antes de ponerse al mando de las bandejas, Viola completa: "¿Qué se encuentra en una milonga, además de baile? Eros. En un mundo de violencia y de locura, el mensaje de la milonga es el acercamiento entre los bailarines con un fuerte abrazo."
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