martes, 22 de junio de 2010
VORAZ DESARROLLO PETROLERO EN CANADÁ BAJO LAS ARENAS BITUMINOSAS DE ALBERTA (I DE III)
INFORME DIPLÓ II, 10Jun10
A fuerza de regalos fiscales, ausencia de regulación y laxitud medioambiental, los conservadores en el poder en Alberta, Canadá, transformaron el norte de la provincia en un supermercado de petróleo sucio en provecho de las multinacionales y de su vecino estadounidense. Se sacrifica el bosque boreal y a las primeras naciones de la región.
Por Emmanuel Raoul, enviado especial. Periodista.
Traducción: Patricia Minarrieta
Una sola “ruta de hielo”, abierta de mediados de diciembre a mediados de marzo, atraviesa cinco ríos congelados y conduce a Fort Chipewyan, 700 kilómetros al norte de Edmonton, la capital de Alberta. Salvo en invierno, para llegar a esta provincia del oeste de Canadá hay que hacer el trayecto en avioneta. El establecimiento del comercio de pieles “Fort Chip”, fundado en 1788, fue la primera colonia británica en Alberta. A pesar de su insuperable vista sobre el lago de Athabasca y sus islas boscosas, el único hotel del lugar está en venta desde hace años, ya que el turismo nunca levantó vuelo. Los periodistas que vienen hasta aquí rara vez lo hacen por la belleza o el interés histórico del lugar, sino más bien por la alarmante tasa de cánceres: 30% superior al promedio provincial (1). Para muchos, el sospechoso número uno se encuentra 230 kilómetros río arriba, ahí donde el río Athabasca serpentea en medio de inmensas minas a cielo abierto y 130 km2 de piletas de decantación de la industria petrolera.
En efecto, aquí tiene lugar la mayor fiebre del oro negro de la era moderna: más de 170.000 millones de barriles –es decir, la segunda reserva mundial– se hallan sepultados en el bosque boreal, sobre una superficie equivalente a la cuarta parte de Francia. La extracción y transformación de esas arenas bituminosas (2) requieren cantidades impúdicas de agua –cinco barriles por cada uno de petróleo– y producen daños irreparables en el medio ambiente.
“Hace cincuenta años, si morían una o dos personas de la comunidad al año, era mucho. En 2009, tan sólo en el mes de abril, enterramos a siete. ¿Qué está pasando aquí?” Mientras raspa unos boletos de lotería, Alec Bruno agrega, fatalista: “De aquí a unas décadas, no veo qué quedará para las generaciones jóvenes. Somos un pueblo que vive de la tierra y todo eso está desapareciendo”. Guarda los billetes; el pozo gordo será para otra vez. Este “anciano” de los amerindios Chipewyan Athabasca (3) participa, sin ilusiones, en los comités instaurados por las compañías petroleras: “¡Ya tienen las autorizaciones antes de venir a vernos! No podemos detenerlas; apenas intentamos hacerles modificar sus prácticas para limitar los daños al medio ambiente y minimizar los riesgos para nosotros, que vivimos río abajo”.
Hace unos diez años, los habitantes de Fort Chipewyan empezaron a pescar peces deformes con gusto a petróleo. Luego el médico del lugar afrontó varios casos de un cáncer raro de las vías biliares, cuya incidencia normal es de 1 en 100.000. Pero aquí no hay más que un millar de habitantes. En la primavera de 2006, el doctor John O’Connor cuestionó públicamente la responsabilidad de la industria petrolera en el asunto. No le fue bien. La administración federal Salud Canadá lo demandó por su “actitud no profesional” causante de “una inquietud injustificada”. Herido por estos ataques, abandonó la región en 2007.
A principios de 2009, tras años de negación, las instituciones sanitarias de Alberta reconocieron una elevada tasa de cáncer, pero suavizaron estos resultados “basados en un número reducido de casos (51 observados sobre 39 esperados)” y concluyeron: “No hay motivos para alarmarse” (4). El estudio no se pronunció sobre el origen de la enfermedad, debida tal vez “al azar, a una mejor detección, o a cambios en el modo de vida o el entorno”. El doctor O’Connor recibió una disculpa oficial y regresó a la región en noviembre de 2009: “Yo había logrado mi objetivo de atraer la atención que ‘Fort Chip’ reclamaba hacía años. No digo que las arenas bituminosas sean la causa de los cánceres, sino que planteo la pregunta”.
Como los cánceres son plurifactoriales, es casi imposible determinar una causa única. “Se trata más bien de preguntarse si los niveles de toxinas en el aire, el agua, los peces y los animales son lo suficientemente altos como para impactar en la salud”, explica el doctor Kevin Timoney. Cuando la comunidad de “Fort Chip” le encargó estudiar la contaminación, encontró entre 10 y 50 veces más mercurio que lo normal en algunos peces, y bastante más hidrocarburos río abajo de las minas que río arriba (5).
Una industria letal
Las autoridades se aferran a un argumento: la presencia de hidrocarburos y mercurio en el río es de origen natural, ya que las arenas bituminosas afloran en los bancos en algunas partes. Esto fue lo que se propuso verificar un equipo de renombrados investigadores. El 6 de diciembre de 2009, acudieron a Fort Chipewyan para dar a conocer sus conclusiones: a causa de sus emanaciones de compuestos aromáticos policíclicos (CAP) (6) hacia la atmósfera, ¡la industria causa el equivalente a una marea negra por año (7)! En un radio de 50 kilómetros alrededor de las plantas de valorización –donde el bitumen es extraído de la arena y luego transformado en petróleo pesado, etapa obligatoria antes de la refinación–, se encuentra bitumen puro en la nieve. En el Athabasca y sus afluentes, la concentración de CAP es de 10 a 50 veces superior a la normal, lo que podría explicar las malformaciones de los peces. Se recomendó a las mujeres embarazadas y a los niños no comer pescado más de una vez por semana. Pero la alimentación amerindia tradicional está basada en la caza y la pesca.
“Estas formas raras de cáncer son como una guerra bacteriológica –apunta Mike Mercredi, con un gorro con la efigie del Che en la cabeza–. Al permitir que la enfermedad mate a mi pueblo, se practica una especie de genocidio.” En la pared, un afiche clama su credo: “We resist colonization” (“Nosotros resistimos la colonización”). Desde que terminó el secundario, Mercredi trabajó en las minas, manejando los camiones más grandes del mundo por 5.000 dólares canadienses (3.500 euros) mensuales (8). “Cuando perdí a mi tía, mi tío, y luego a un amigo de 27 años a causa de cáncer, me dije: ‘¡Lo que los mata es tu trabajo!’. Bajé de mi camión y renuncié.” En febrero de 2007, lo contrató su tribu Athabasca Chipewyan: “La idea era que un día no iba a haber más vida posible aquí. Entonces yo debía recoger el saber tradicional de los ancianos para mostrar a las futuras generaciones cómo era la vida antes del desarrollo industrial. Luego me dije: ‘¿Qué hacer para impedir la destrucción de mi pueblo y de esta tierra? ¡La explotación de las arenas bituminosas debe parar!’”. Desde ese momento, Mercredi machaca con ese mensaje en conferencias por todo el país.
Él provee la voz, pero su tribu optó por la Ley, demandando a Alberta por el arriendo de tierras que rodean a un cementerio tradicional. “El gobierno tiene el deber de consultarnos, así lo establece la jurisprudencia –explica John Rigney, administrador de la tribu– (9). Nuestra denuncia fue rechazada, pero apelamos, y estamos dispuestos a llegar a la Corte Suprema. Esto será una batalla sagrada. Como David contra Goliat, tenemos tan poco dinero…”
NOTAS AL PIE
1 Yiqun Chen, “Cancer Incidence in Fort Chipewyan, Alberta, 1995-2006”, Alberta Cancer Board, Edmonton, febrero de 2009.
2 Bitumen muy viscoso combinado con esquisto y arena, a partir del cual se produce petróleo. Hasta no hace mucho, era demasiado costoso y complejo explotar esas arenas bituminosas. El alza del precio del oro negro y los cambios tecnológicos las hicieron rentables. Con 1,4 millones de barriles por día, constituyen la mitad de la producción canadiense; en 2025, podría ser el 80%.
3 Seiscientos Cris Mikisew, doscientos Chipewyan Athabasca (Dené), doscientos mestizos y un centenar de no aborígenes viven en Fort Chipewyan.
4 Hanneke Brooymans, “Cancer rates higher in communities near oil sands: Study”, Canwest News Service, Edmonton, 6-2-09.
5 Kevin Timoney y Peter Lee, “Does the Alberta tar sands industry pollute? The Scientific Evidence”, The Open Conservation Biology Journal, 2009 (www.bentham.org/open/toconsbj).
6 Familia de compuestos químicos, muchos de ellos cancerígenos.
7 Erin N. Kelly, Jeffrey W. Short, David W. Schindler, Peter V. Hodson, Mingscheng Ma, Alvin K. Kwan y Barbra L. Fortin, “Oil sands development contributes polycyclic aromatic compounds to the Athabasca River and its tributaries”, Proceedings of the National Academy of Sciences, Washington, 7-12-09.
8 Todos los montos mencionados están en dólares canadienses.
9 Los Cris Mikisew cuestionaron un proyecto de ruta sobre su territorio porque no habían sido consultados; en 2000, la Corte Suprema de Canadá les dio la razón.
E.R.
Próxima entrega, 23Jun10
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