martes, 8 de septiembre de 2009

REGRESAN DEL OLVIDO LAS PIONERAS DEL ARTE ABSTRACTO

La Nación, adnCULTURA, Buenos Aires, Argentino, 95Sep09
El Malba recupera en una muestra necesaria la producción de Yente y Lidy Prati, dos artistas de culto que transgredieron los códigos estéticos a comienzos del siglo XX y fueron eclipsadas por sus maridos
Foto. SIN TÍTULO. Yente, 1949
Por Alicia de Arteaga
De la Redacción de LA NACION
Conviene comenzar esta historia por el principio. Estamos en la Argentina, primeras décadas del siglo XX. Reina en el gusto local una adhesión natural, y heredada, por el postimpresionismo y la figuración. Fernando Fader goza del reconocimiento público tras su muestra en la galería Müller, y los coleccionistas siguen la brújula de la pintura española de la luz, encabezaba por el valenciano Joaquín de Sorolla y Bastida, que ha pintado, entre otros, los retratos de los Errázuriz, el embajador don Matías y su mujer Josefina de Alvear, responsables del encargo del majestuoso palacio diseñado por Sergent, hoy Museo Nacional de Arte Decorativo.

En ese escenario expone Pettoruti en Witcomb de la calle Florida, a su regreso de Europa. Llega con Xul Solar en el vapor Vigo y trae en su equipaje pictórico la influencia fresca de los futuristas, con el dinamismo rabioso y el amor a la máquina que sacude las estructuras del arte. El platense fue recibido poco menos que a las patadas tras la apertura de la muestra. La crítica conservadora lo inmola y los "progres" ven en su obra "el espíritu de lo nuevo".

En estas filas militan Córdova Iturburu, Ricardo Güiraldes, Pedro Henríquez Ureña. La obra de Emilio Pettoruti, por lógica, es preludio y prólogo en la muestra del Malba, consagrada a las pioneras abstractas Yente y Lidy Prati. Fuerza centrífuga y Dinámica espacial , ambas de 1914, abren la exposición junto a la imagen archiconocida Vallombrosa (1916). Dos trabajos de Juan Del Prete justifican su lugar solitario en el accidentado camino de la abstracción. Del Prete firma Abstracción , pintura matérica del ?33, y una escultura de alambre del mismo año que de manera inevitable recuerda a Enio Iommi. Lidy Prati y Yente reinan silenciosamente en esos años con argumentos y situaciones vitales totalmente diferentes. Irrumpen en la escena transgrediendo los códigos estéticos imperantes, con una obra poderosa, audaz, contemporánea y deslumbrante, que desde hace pocas semanas se exhibe en las salas del Malba con una enorme repercusión de público y crítica. Pero son los artistas de las nuevas generaciones, embanderados en la abstracción geométrica, en el minimalismo dominado por la línea pura -ese ejercicio en el que Lidy Prati descolla- quienes se rinden ante la evidencia de una obra de quilates. Siquier, Avello, Burgos, Lacarra, Sagastizábal y Beto de Volder militan en una estética que hace de la geometría un mundo de pertenencia abordado con tonos y matices diversos. El recuerdo y reencuentro con la obra de Prati, esos arabescos caprichosos o los abigarrados círculos hechos con birome sobre papeles de cuaderno (N. de la R.: recuerdan la obra de Louise Bourgeois seleccionada por Robert Storr para la 52a edición de la Bienal de Venecia) fueron tema de conversación con De Volder en la trastienda de Palatina el día de la apertura de su última, imperdible, muestra. La abstracción geométrica es el sueño de un país en tiempos de cambio o es, acaso, la "construcción" de un mundo inventado, en lugar de la representación de un planeta diezmado por la peor de las guerras. Es oportuna la definición de abstracción de Gilles Deleuze que recoge Mario Gradowczyk en su libro Arte abstracto. Cruzando las líneas desde el sur : "El arte abstracto es una línea de dirección variable, que no traza ningún contorno y no limita ninguna forma". Sin olvidar la distancia que separa la abstracción geométrica de Mondrian y Malevich de la abstracción lírica de Vassily Kandinsky. Prati y Yente han sido todos estos años, más de sesenta, artistas secretas, reinas del misterio, abstractas puertas adentro, aunque figuren en el canónico libro de Jorge López Anaya. Su condición de pioneras de la abstracción es reconocida en el mundo de los iniciados, pero su legado artístico era desconocido, hasta hoy, por el gran público.
Con las pruebas a la vista, sus obras crecen en la dimensión del tiempo impulsadas por el reconocimiento que la abstracción latinoamericana ha ganado en los museos de todo el mundo, y en el mercado, a partir de una tarea ciclópea emprendida en varios frentes. Desde la venezolana Patricia Phelps de Cisneros, empeñada en revalorizar la obra de Soto, Gego, Cruz Diez y Mira Schendel (1919-1988), una de las más exquisitas artistas brasileñas del siglo XX, cuyas obras pueden dialogar en plano de igualdad con las pioneras argentinas. La cruzada de Patricia Cisneros por "remapear" el arte latinoamericano ha tenido un claro objetivo: cortar de cuajo con la idea de que América latina sólo puede producir un arte folk , ligado al cliché del costumbrismo, al color local de Frida y sus epígonos, inspirado en la naturaleza exuberante como único libreto.
Dos años atrás, Patricia Cisneros hizo de guía en la muestra de su colección exhibida en Nueva York, mientras que el MoMA tiene ya en sus filas un curador consagrado al arte producido al sur del Río Grande: Luis Pérez Oramas. El asombro por la imaginación pródiga y temprana de los constructivos, concretos y Madí justifica la pasión con que abrazó la millonaria venezolana la causa de la abstracción. Mención aparte merecen la gestión de Mari Carmen Ramírez y Gabriel Pérez Barreiro en la relectura del arte latinoamericano del siglo pasado.


Estamos ahora con Yente y Prati. Fue Adriana Lauría, curadora e historiadora, quien acercó el proyecto de recuperar el legado de Yente en una gran muestra y quien trabajó con ahínco para darle forma a esta exposición necesaria, con la colaboración de María Amalia García, bajo la mirada erudita del curador jefe del Malba, Marcelo Pacheco.
El montaje de Gustavo Vázquez Ocampo, como en anteriores oportunidades, guía el ojo del espectador en un recorrido donde el color, la luz y los planos facilitan el acceso a las claves secretas y a la originalidad de la obra de Yente y Prati. Mujeres enamoradas, ambas quedaron eclipsadas por la poderosa presencia de sus compañeros en la vida y en el arte, Juan del Prete y Tomás Maldonado. Del Prete y Yente son una pareja para toda la vida. No tuvieron hijos. Ambos alimentaron con disciplina y rigor un guión inventado en la intimidad: él era el artista, ella lo acompañaba. Hoy se sabe que a fines de los treinta, Yente produjo una obra de avanzada. Incursionó con su propio discurso en la abstracción, resuelta en la graduación de la paleta y en el uso de soportes diversos, para avanzar en un territorio desconocido y minado. Nacida en 1905 como Eugenia Crenovich, es segunda generación de ucranianos que llegaron al país para instalarse en las colonias del barón Hirsch. Recibió una formación humanista, en la que el arte ocupaba un lugar importante. Podían faltar muchas cosas, pero el aprendizaje era una prioridad sin licencias. Estudió con Vicente Puig (maestro de maestros) y siguió los estudios en Chile, donde tuvo como compañero nada menos que a Roberto Matta Echaurren, el surrealista chilenísimo que más tarde sería reconocido como Matta, a secas, y "nacionalizado" francés, hasta el punto de representar a Francia en una edición de la Bienal de Venecia.
La de Yente es la historia de la mujer que se enamora del artista, de la obra de Juan Del Prete, antes de amar al hombre con quien compartirá su vida y por quien voluntariamente dejará su vocación en segundo plano. Busca una imagen propia desde la abstracción orgánica (formas suspendidas que flotan en la tela) hasta una geometría transida de maravillosos sentimientos, pictórica.
Cronológicamente, la abstracción tiene fecha de partida en 1933 con la muestra de Juan Del Prete, en Buenos Aires. Este esfuerzo se continúa con la generación de la revista Arturo a partir de la cual se crea la Asociación de Arte Concreto-Invención, integrada, entre otros por Maldonado, Hlito, Prati, Girola y Iommi; vendrá luego su derivado en el movimiento perceptista con Raul Lozza y los madí: Arden Quinn, Kosice, Rembrandt Lozza, Manuel Espinosa y, más tarde, Juan Melé y Vardanega. El crítico Aldo Pellegrini se convierte en un promotor de la abstracción. En 1952 organiza el grupo de artistas modernos, al que se suman los independientes que entregan sutiles toques de sensibilidad: Fernández Muro, Sarah Grilo y Miguel Ocampo.
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¿Qué circula entonces por Buenos Aires? Pocos libros importados de Francia y Suiza, y algunas revistas como Verbe , Art d´aujourd´hui , L´oeil . La "batalla de Buenos Aires", como llama el crítico Damián Bayón al enfrentamiento de figuración-no figuración; geometría-arte concreto tiene como escenario los bares de la calle Corrientes y como plataforma revistas que mueren en el número uno pero garantizan el espacio para expresar un ideario. Arturo , revista de artes abstractas, debe su nombre a la estrella anaranjada de la constelación de Boyero. Los "manifiestos" de este grupo de artistas, al que se suma el psicoanalista Pichon Rivière, la fotógrafa Grete Stern y el escritor Witold Grombowicz plantean como punto de partida el concepto de "invención" opuesto al de "expresión". A pesar de la falta de información, interesan el constructivismo ruso, Torres García y la obra del chileno Vicente Huidobro. Arturo gana la calle con el diseño de tapa de Tomás Maldonado. Las viñetas están firmadas por su mujer, Lidy Maldonado, luego Lidy Prati. En ese contexto cobra protagonismo la figura de Ignacio Pirovano, coleccionista y mecenas, fundador de la Casa Comte, con su hermano Ricardo y su cuñada Celina Arauz, decana de la decoración en la Argentina. Allí cuelgan sus obras los primeros concretos. Ignacio Pirovano acerca la obra del belga Vantongerloo y en los 80 deja un valioso legado al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. La muestra Yente-Prati hubiera sido una oportunidad única para establecer una línea de comunicación entre el Mamba y el Malba que potenciaría la colección del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, si no padeciera el mal crónico de edificio "fantasma" y el síndrome de una ampliación interminable.
Juan Del Prete nació en el seno de una familia pobre, en Vasto, Italia. Emigró muy joven a la Argentina y se instaló con su familia en La Boca, donde su padre abrió un taller de reparación de zapatos. En 1930 viajó a París, con el dinero ganado con la venta de unos cuadros y la ayuda de Amigos del Arte. Allí conoce a Torres García y participa de la muestra Abstracción-Creación en un recorrido que abarca trabajos de Mondrian, Max Bill, Vantongerloo y Jan Arp.
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Yente (1905-1990) es la primera mujer que desarrolla la abstracción en la Argentina, pero a pesar de su condición de pionera su nombre no trascendió del círculo de conocedores. Promovió a Del Prete porque nunca se tomó en serio a sí misma, en el sentido profesional de la palabra. Es la menor de cinco hermanos y conserva el recuerdo del abuelo leyendo la Torá, tradición de judíos ucranianos llegados a las colonias de Hirsch. Cuando trabaja en el taller de la calle Arenales comienza a usar como soporte celotex, un aglomerado barato para hacer obras geométricas desvastando el material. Esos diseños de impronta textil tienen una memoria americanista precolombina: son un repertorio de imágenes que circulaban por el ambiente del arte, una suerte de esperanto plástico. Yente y Prati introdujeron variantes personales al debate sobre la figuración en nuestro país, como lo prueba la muestra del Malba. Antecedentes son las muestras Arte Abstracto Argentino , realizada en forma conjunta por la galería GAMeC, de Bérgamo, Italia, bajo la dirección de Giaquinto de Pietrantonio, y Fundación Proa, de Buenos Aires, presidida por Adriana Rosenberg; las investigaciones y muestras de Nelly Perazzo, bajo cuyo asesoramiento nuestra Cancillería adquirió la colección de arte argentino en tiempos de Guido Di Tella. Perazzo organizó también una recordada exhibición de arte abstracto en la American Society, de Nueva York, en colaboración con Mario Gradowczyk.
El curador Marcelo Pacheco y la investigadora Adriana Lauría colaboraron en la muestra de Bergamo y acercaron la mirada a la obra de Yente. Fue el sabor del descubrimiento. Lauría establece en su texto que "el vínculo conyugal es en parte responsable del eclipse de la figura de Yente. Cuando conocí su obra -escribe- , me dí cuenta de que me encontraba ante uno de los secretos mejor guardados del medio artístico". Yente es el nombre en idish con el que la llamaba su familia. Estudió filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Su obra parte de la abstracción postcubismo y constructivismo geométrico, para avanzar luego con una gestualidad afín al informalismo, con gruesos empastes matéricos. Hay que decirlo: la figuración está en el origen de su producción y la mantiene a lo largo del tiempo; conserva una inclinación al dibujo de trazo fino y preciso, con buenos ejemplos en la muestra del Malba.
Las obras forman parte de un legado que custodia la familia, cuyo destino es, por ahora, un enigma. Yente encarna a la artista de origen judío muy estimulada por el entorno familiar, un modelo que se repite en tiempos recientes con artistas de meteórica carrera como Kuitca y Erlich. La muchacha toma clases de dibujo domiciliarias, estudia filosofía y un tío la suscribe a una revista de arte donde "descubre" a Leonardo, Miguel Ángel, Holbein e Ingres; más tarde a Vlaminck y Dufy.
Ignacio Pirovano la invitó a ver la muestra de Del Prete y la química fue inmediata: "Ver sus trabajos fue la lección de mi vida, ese día se abrió un nuevo horizonte", escribirá Yente."
Lidy Prati nació el 9 de enero de 1921 en Resistencia, Chaco, en una familia italiana-suizo-alemana. Su padre, Olindo Prati, oriundo de Longiano, Rimini, y su madre, Hilda Usinger, de Cañada de Gómez. El padre era contador pero se dedicó al desmote y acopio de algodón. Llegó a ser un importante industrial textil, conocido como "el rey del algodón" con catorce desmotadoras. También producía químicos y tenía las concesionarias de Ford e IKA. Dicen que el aporte de don Olindo a la revista Arturo resultó fundamental, aunque el buen diseñador y miltante del PC Tomás Maldonado no hay sido santo de su devoción. A los 6 años, Lidy viajó a Italia. Vivió un año con sus parientes en Rimini y aprendió italiano. De regreso la mandaron a estudiar Rosario a estudiar y a los 15 años partió a Buenos Aires. Fue alumna pupila en las Adoratrices de la calle Paraguay hasta que se mudó a lo de su tío Francisco Prati , empresario, presidente del Grupo Fabril, que vivía con su familia en los últimos dos pisos de Alvear y Schiaffino, estupendo edificio racionalista, donde está hoy la casa Hermès, de París. Se recibió de maestra, sus padres se mudaron a Buenos Aires y todos se trasladaron a Callao al 1300. Lidy conoció a Maldonado en el ?42. Fue, y lo es, un homme à femme , seductor empedernido, elegante hasta el día de hoy, con sus ochenta largos, casado con Inge Feltrinelli, rica editora italiana. En los 40 Lidy tomó clases particulares con Tomás y a pesar de la oposición de la familia se casan y parten a Montevideo. Vivirán un tiempo con los padres de Maldonado frente a Plaza Once; finalmente se instalarán en un departamento de la calle Uriburu, regalo de los padres de Lidy, que será lugar de encuentro con estudiantes de arquitectura como Balliero, Franz Bullrich, Polledo y Borthagaray, que luego formarán la organización de arquitectura moderna (OAM).
En 1952 se separa de Tomás Maldonado, ruptura que tendrá en su vida un alto costo emocional. El diseño será lugar de pertenencia, trabaja con Amancio Williams, diseña la tipografía para el pabellón Bunge y Born de la Rural y, tras la debacle financiera de la familia en el ?64, ingresa en la Cancillería por recomendación de Hernán Lavalle Cobo. Fue secretaria de Fernando Petrella y cofundadora de la revista Artinf con Silvia Ambrosini, Odile Baron Supervielle y Germaine Derbecq, itinerario recogido en la medular investigación de María Amalia García.
El desarrollo del proceso generativo de la forma fue una investigación central en la obra de Lydi Prati, como se ve en Estructura vibracional desde un círculo (1951) obra colgada en el Malba. Tensionar hasta agotar las posibilidades generativas de la forma: solamente ese pequeño e inmenso trabajo, alcanza para medir la estatura plástica de Prati. Además del desencanto por el fracaso sentimental, Lydi, perseguida por altibajos e internaciones psiquiátricas, tampoco pudo superar que Maldonado se uniera a Max Bill en la aventura intelectual de la Escuela de ULM, heredera del Bauhaus. Ella quedó fuera de la experiencia más renovadora del constructivismo en la posguerra.
Desde entonces, su frágil estructura emocional pareció buscar en vano un punto de equilibrio entre su pertenencia de clase y su pertenencia intelectual. No supo, o no pudo, construir otra representación para sí misma y para los demás.

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