domingo, 4 de octubre de 2009
EL ARTE POP EUROPEO DESEMBARCA EN BUENOS AIRES
La Nación, adnCultura, Buenos Aires, Argentina, 03Oct09
Procedente del IVAM de Valencia, llega al Museo Nacional de Bellas Artes un panorama de la tendencia que marcó a fuego a los artistas del siglo XX. Los maestros del pop, juntos en una fiesta inolvidable que comienza el martes
FOTO: RICHARD PRINCE. Sin título (Cowboys), fotografía color (1986)
Por Alicia De Arteaga
De la Redacción de LA NACION
Con el desembarco de la colección de arte pop del IVAM de Valencia, vuelve a encenderse la llama de una larga y fecunda relación con la institución levantina impulsada por Consuelo Císcar Casabán, hoy su directora y ayer número uno de cultura de la Generalitat Valenciana, con buenos amigos en la Argentina y aliada estratégica de arteBA cuando la feria de Buenos Aires daba batalla en la peor de las crisis.
El conjunto de obras seleccionado es el mejor indicador del quiebre que significó en la escena de las artes visuales de comienzos de la década del sesenta la irrupción de una pintura que se conectaba con el movimiento internacional en boga y actualizaba el discurso estético español.
Las imágenes poderosas y atractivas del Equipo Crónica -alimentadas por la savia mediática-, la narración figurativa de Eduardo Arroyo, autor del soberbio Robinson Crusoe que ilustra la portada de adn cultura, y las herramientas visuales del Equipo Realidad son el aguijón de la denuncia en un momento de ruptura y de apertura mental.
El arte español del siglo XX estuvo marcado por dos acontecimientos: la Guerra Civil de 1936-1939 y la transición democrática, iniciada tras la muerte de Franco en 1975, que ponía fin a cuarenta años de aislamiento y al exilio de intelectuales y artistas.
Picasso, Dalí, Julio González y Miró se exilaron en París a partir de 1939, clausurando la posibilidad de dar a conocer su obra en su propio país. Sin embargo, la paradoja del aislamiento español fue la conexión increíble de los artistas españoles del exilio con el arte de su tiempo. Asociados con el cubismo y el surrealismo, dejaron la puerta abierta, dispuestos a cortar de cuajo la distancia, en el espacio y en el tiempo, cuando cuando las condiciones se modificaran. Esta posibilidad vuelve apasionante la etapa de la transición que tiene en el desarrollo de las colecciones del IVAM y en el aporte del arte Pop una bisagra hacia lo nuevo.
El martes próximo, en las salas de nuestro museo mayor será cortada por Consuelo Císcar y Guillermo Alonso la cinta inaugural de la muestra que reúne 59 obras en diferentes soportes y técnicas que incluyen fotografías, pinturas y obra gráfica de artistas enrolados en el pop europeo seleccionadas del acervo del museo valenciano.
En el itinerario de los artistas se reconoce el derrotero de una corriente que nació en el Reino Unido, con la desopilante obra de Richard Hamilton, considerada una imagen liminar, acta de nacimiento del movimiento cuyos efectos no han terminado. La vigencia de la "operación pop" tiene aún tal fuerza que en la última Bienal de Venecia fue distinguido con el León de Oro el artista John Baldessari, autor de una serie de fotos intervenidas por el juego de miradas estilo láser, sobreimpresas en escenas icónicas.
Inscripto en la lógica propia de una sociedad hipnotizada por los electrodomésticos y obsesionada por el auto último modelo, el arte pop alcanzó su cenit en Estados Unidos, haciendo ley la frase central de la biblia warholiana: "Comprar es más (norte)americano que pensar".
España tiene otras situación y otras coordenadas económicas y sociales, pero el dispositivo sirve igual para disparar contra el establishment anclado en el poder. La línea de avanzada estuvo integrada por el Equipo Crónica, Eduardo Arroyo, el argentino Alberto Greco, el Equipo Realidad, Toledo y Genovés, entre otros.
La figuración narrativa de Arroyo y el realismo crítico del Equipo Crónica, colectivo formado por Rafael Solbes y Manolo Valdés, se nutren del nuevo dogma: una suerte de práctica posmoderna signada por la apropiación de las imágenes; la adhesión al cine de culto; a los mensajes de los medios; a la publicidad. Son conscientes del lúdico equilibrio entre alta cultura y la cultura popular, un contrapunto que sería años más tarde la materia de High & Low, recordada muestra del MoMA de Nueva York curada por Gary Tinterrow.
Buenos Aires recibió en 2005 una retrospectiva del Equipo Crónica, que llegó a la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta de la mano de Consuelo Císcar, para seguir viaje a la Pinacoteca de San Pablo. Disuelto tras la muerte de Solbes, el colectivo Crónica patentó en sus obras un formato de denuncia estetizado con la sordina del comic. Solbes y Valdés alternaron la militancia con el fervor por el arte y contaron con un aliado intelectual en la figura de Tomás Llorens. Exponen por primera vez en París y, al hacerlo, inician el camino de regreso que es pensar España como parte de un contexto global, dentro y no fuera de la historia del arte contemporáneo.
El pop, en su imaginario de profusa elasticidad, admite "lecturas" personales, como es el caso del realismo de Eduardo Arroyo, cuya obra integró la exposición La figuración narrativa en el arte contemporáneo (París, 1965).
A su manera, Arroyo cumple con el enunciado de Umberto Eco al apropiarse de ciertos iconos de la cultura de masas, sobrevalorarlos y colgarlos luego en las paredes del museo. El Robinson Crusoe de la tapa de esta edición es una mezcla intencional de pop y kitsch. Ejercita el artista su vocación de gran provocador, entrenado en meter el cuchillo hasta el corazón de la imaginería popular asociada a la canción, al flamenco, al torero, "para socavar la imagen idílica y ramplona que proyectaba el régimen franquista", escribirá más tarde el crítico Paco Calvo Serraller en Españolada (1988).
Eduardo Arroyo puede ser corrosivo con sólo proponérselo, y lo digo con conocimiento de causa porque compartimos una tarde de toros en Madrid para la festividad de San Isidro. Mientras fumaba y bebía como si fuera el último día desmenuzaba la prosapia del caballero español, las majas y las fallas, esa visión caricaturesca y esperpéntica que conecta con las criaturas de Valle Inclán.
Én la transición España se "vende" en el mundo a golpes de tacones, castañuelas y tapas y conquista el turismo planetario, esa industria sin chimeneas que dará vuelta la economía pensinsular.
Faltaba aggiornar la imagen y nadie lo ha hecho mejor que el arte contemporáneo. En los tiempos modernos, la contracampaña ha sido la cadena fabulosa de museos de Bilbao a Málaga, pasando por La Coruña, León, Valladolid, Sevilla, Cuenca, con escala obligada en ARCO, la feria madrileña, que le dio a la capital de España el toque cosmopolita que faltaba. El cine de los años ochenta volverá a tomar estos símbolos de la "españolada", pero remasterizados por el ojo dislocado del genial Almodóvar, con su paleta rabiosa y kitsch , que derrotará la idea de una España negra atrapada en la telaraña del pasado.
El pop español no es consumo-dependiente como el estadounidense, pero bebe en la misma fuente. Asume el filón de la crítica a partir de íconos propios de la estética de la abundancia.
Un quiebre significativo es marcado por otro colectivo de artistas: el Equipo Realidad (Jordi Ballester-Joan Castells), capaz de apuntar a la fatua anestesia de la sociedad del bienestar como ocurre en Hogar dulce Hogar (página 4), recreación pictórica de una ambientación propia de las revistas de decoración de circulación masiva. En otro registro, el Equipo Realidad trabajó en muchas de sus obras a partir de una enciclopedia argentina titulada Crónica de la Guerra Civil Española . No apta para irreconciliables (Buenos Aires, Codex, 1966-68): revisar el pasado solo con imágenes.
La apertura de la colección pop del IVAM hacia el horizonte internacional posibilitó la incorporación de trabajos de John Baldessari, Sigmar Polke, Richter, Cindy Sherman, Jasper Johns, Robert Rauschenberg, Claes Oldenburg, James Rosenquist y el fundacional Richard Hamilton. Esta oleada estética empujaba también un nuevo credo, nacía el reinado de lo joven como motor de la sociedad de consumo, determinante de valores y conductas.
Nacía también el look cool , la influencia de la cultura audiovisual y la fotografía como soporte. Un buen ejemplo es la obra del neoyorquino Richard Bosman, formado con Alex Katz y Philip Guston, cuyas pinturas se alimentan de escenas del cómic y del cine negro hollywoodense.
En forma paralela a la militancia de los artistas, crecía en la España de la transición la urgencia por expandir la red de museos de arte contemporáneo, cuya piedra angular fue, sin duda, el IVAM, creado por iniciativa, y vaya la coincidencia, de Ciprià Císcar, político del PSOE, hermano de Consuelo. La actual directora del museo valenciano es una activa militante del PP, acostumbrada a lidiar con la balacera mediática y a ser puente entre dos mundos. Por su programa de cooperación con Iberoamérica fue condecorada con la Orden de Isabel la Católica.
Un poco de historia. Corre el año 1983 y Ciprià Císcar, político joven e influyente, propone inaugurar un museo en Valencia "para dar respuesta a un anhelo cultural de nuevas expresiones". La tierra levantina goza de una enorme tradición pictórica representada por Sorolla y su pintura luminosa. Nadie ha pintado como el valenciano el blanco de las velas en el regreso de las barcazas tocadas por la luz reverberante de la playa de la Malvarrosa.
Es, también, la tierra de Benlliure y Gil, soberbio escultor, autor de una lindísima fuente que integró la Colección Navarro Viola de Buenos Aires antes de ser repatriada por la diputación de Valencia para engalanar una plaza de la ciudad.
Conversaciones, marchas y contramarchas determinaron que la fecha de apertura del IVAM sería en 1989 y su primer director Tomás Llorens, crítico, historiador y curador, a quien conocí en 1992, cuando tomó las riendas del Museo Thyssen Bornemisza en el triángulo de las artes de Madrid. Fue el elegido para organizar y exhibir la pinacoteca cedida a España por Carmen Cervera, baronesa Thyssen, tras un acuerdo sellado con el duque de badajoz, representante de la corona.
En los ochenta, Llorens diseñó el proyecto curatorial del IVAM pero no llegó a inaugurarlo porque antes fue convocado para dirigir el Reina Sofía. El punto de arranque de las colecciones del IVAM es la colección Julio González (1876-1942), escultor del hierro, rabiosamente contemporáneo. González le enseñó a soldar a Pablo Picasso. Mucho le debe el malagueño pícaro a este artista discreto, cuyo legado se mide con la misma vara de grandes como Alberto Giacometti y Alexander Calder.
Tomás Llorens partió a Madrid y el IVAM abrió sus puertas dirigido por Carmen Alborch, valenciana, mujer de armas llevar.
Alborch, abogada, militante del PSOE y amiga de Felipe González, de cuyo gobierno sería ministra de Cultura, dejó en su puesto de decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de Valencia para asumir en el IVAM con la colaboración invalorable de Vicente Todolí, curador jefe, entonces jovencísimo, siempre brillante, que iniciaba allí un camino de prestigio que culminaría en la Tate Modern de Londres, donde además de cautivar por su estilo de trabajo impuso el jamón serrano, los pinchos y la tortilla, en el restaurante-mirador de la Tate con vista al Támesis, al Puente del Milenio de sir Norman Foster y a la incomparable cúpula de San Pablo.
En mi primera visita al IVAM me encontré con la obra de Guillermo Kuitca, una muestra consagratoria para el argentino, que ya estaba corriendo a alta velocidad su ascendente carrera internacional. Las puertas siempre estuvieron abiertas para nuestros artistas. En Valencia fue exhibida en 2005 una retrospectiva de Carlos Alonso, con la curaduría de Alberto Giudice y el impulso del coleccionista argentino Jacobo Fiterman. La sede de Guillén de Castro fue también el ámbito propicio para colgar las obras recientes de Fernando Cánovas, en una selección curada por el crítico y editor Fabián Lebenglik.
El IVAM maneja con agilidad ese equilibrio entre colecciones permanentes y muestras temporarias, que suman vitalidad al calendario museístico y atractivo a la ciudad que cuenta con una de las más ricas ofertas culturales de España. En el antiguo cauce del río Turia se levanta como una aparición la Ciudad de las Artes y las Ciencias, proyecto faraónico del arquitecto Santiago Calatrava, hijo dilecto de Valencia, y autor del Puente de la Mujer que cruza como una flecha blanca el dique de Puerto Madero.
Norma de la casa o estilo Císcar, cada muestra llega acompañada de un catálogo-libro, que permite hilvanar la historia reciente y recopilar acciones de fuerte intercambio con América latina como han sido todos estos años los Diálogos Iberoamericanos que sentaron en la misma mesa a Aracy Amaral, Justo Pastor Mellado, Virginia Pérez Ratón, Fernando de Castro, Kevin Power, Ticio Escobar y, también, a valores en ascenso como el colombiano José Roca, quien hizo su presentación en sociedad con un apasionado paper sobre Harald Szeemann, el suizo que fue dos veces curador de la Bienal de Venecia y que logró el raro privilegio de contar con el apoyo incondicional de sus pares.
En su programa de intercambio y de apoyo a los artistas argentinos, el Instituto Valenciano de Arte Moderno ya tiene fecha puesta para la exposición retrospectiva de Eduardo Stupía, cuya obra fue presentada con éxito de ventas en la última edición de ARCO por el galerista Jorge Mara. Los grafismos y la poderosa pintura gestual de Stupía desembarcarán el 28 de enero de 2010 en Guillén de Castro 118, Valencia, España.
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