domingo, 18 de octubre de 2009
UN GENIO DEL PERIODISMO
La Nación, ADNCultura, Buenos Aires, Aregentina, 17Oct09
Entrevista con Gay Talese, quizá la figura más brillante de la crónica novelada, quien revela los secretos de sus ejemplares investigaciones. Además, reproducimos un texto donde el maestro del relato verídico defiende el derecho a los pequeños placeres de la vida cotidiana
FOTO: Gay Talese
Por Paula Escobar Chavarría
Nueva York, 2009
¿Quieres un gin tonic ? -dice Gay Talese, sonriendo.
Son las cuatro de la tarde y hay un silencio total en el living de su casa. No se escuchan los bocinazos cercanos de Park Avenue, tampoco se siente el calor de los últimos días del verano neoyorquino.
Delgado, estilizado, pómulos marcados, ojos oscuros siempre alertas, vestido de traje de tres piezas hecho a medida, corbata fina, pañuelo de seda en la chaqueta, sombrero blanco, parte raudo a la cocina -impecable como él-, y no vuelve con gin sino con agua muy fría, servida en perfectas copas de cristal. Hay olor a flores frescas y a los libros que visten casi cada muro. Óleos clásicos, fotos en blanco y negro y muebles antiguos completan la impronta de distinción: suya y de su casa.
En este edificio de cuatro pisos ha vivido cinco décadas, casi toda su vida adulta, este prestigioso escritor y periodista estadounidense de 77 años, autor de cinco best sellers: El reino y el poder (1969, sobre el New York Times ), Honrarás a tu padre (1971, un retrato de la mafia), La mujer de tu prójimo (1980, acerca la revolución sexual de los años 70), Unto the Sons (1992, sobre la historia de su familia de inmigrantes italianos), y A Writer´s Life (2007, sus memorias periodísticas).
Con algunos de ellos ha ganado millones de dólares, mucha fama y también críticas. En especial, con La mujer de tu prójimo , por su estilo "participativo" de investigación. Como era un libro acerca de la revolución sexual de los años 70, vivió meses en un centro nudista en California y regenteó una casa de masajes que quedaba a pocas cuadras de su casa, todo eso mientras estaba casado.
Estas paredes han visto transcurrir su matrimonio -también de cinco décadas- con la destacada editora de Random House, Nan Talese; aquí nacieron sus dos hijas, la mayoría de sus libros y, por cierto, sus legendarios artículos, que lo han consagrado como un ícono del periodismo mundial, y uno de los padres -junto con Tom Wolfe- del movimiento llamado Nuevo Periodismo, que intentó darle al relato de no ficción la misma categoría e importancia que la ficción, y cuya influencia se manifiesta hasta nuestros días, en el actual periodismo literario o narrativo, presente en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. De hecho, "Frank Sinatra está resfriado", su célebre perfil del cantante escrito para Esquire , fue elegido el mejor artículo publicado por esa revista en toda su historia y se usa hoy en las escuelas de periodismo como ejemplo de maestría en la escritura y en la habilidad para entrevistar.
-¿Quieres conocer mi casa? -pregunta, mientras comienza a subir las escaleras con la agilidad y elegancia de un bailarín. Él, que tanto se ha interesado por la privacidad ajena, por las voces contradictorias, por las duplicidades de los otros, ahora muestra la propia intimidad.
-Esto fue lo primero que compré -dice, mostrando con orgullo el ex departamento 3 F, de un ambiente, que hoy es su dormitorio matrimonial, blanco y luminoso, donde -aclara- él sólo duerme con Nan.
De a poco fue comprando cada departamento, hasta tener el edificio completo a su nombre, en 1973. Como si fuera un modelo para armar, Talese tiene en esta casa un espacio específico destinado a cada actividad. En el segundo piso está la sala de estar, un living informal, donde están muy bien sentados en hermosos sofás sus dos perros terrier australianos, que comienzan a ladrar. Ellos -cuenta Talese- tienen una niñera que los cuida de 9 a 5.
Aquí, en el tercer piso, duerme con Nan, pero no toma desayuno ni tiene su ropa ni sus libros. No hay nada de él aquí: ni siquiera su cepillo de dientes. Es el reino de ella, con sus manuscritos, su vestidor, su escritorio, su ropa. En el cuarto piso está el escritorio de Talese. Uno de sus muchos escritorios, habría que decir. Porque tiene dos en esta casa, otro en Ocean City, y se está haciendo uno más en la casa de campo que Nan acaba de comprar sin preguntarle.
Es un escritorio en forma de U, lleno de libros, carátulas gigantes de sus obras, traducciones, fotos y muchas cajas, con fichas de cosas que le han pasado. De todas las cosas que le han pasado. Talese tiene todo archivado, incluida su propia vida. En este lugar se baña, desayuna, contesta correspondencia y llamadas telefónicas, revisa cuentas. Y, lo más importante, se viste.
-Aquí está mi ropa -dice, abriendo el clóset y mostrando con entusiasmo su, a estas alturas, famosa colección de trajes. De distintos colores, todos de gran corte: mal que mal, es hijo de un sastre, y éstos los hace un discípulo de su padre que vive en París.
En el piso inferior tiene su "otra" oficina, su búnker. Allí es donde escribe, y no hay distracciones de ningún tipo. Tanto es así que tiene una entrada independiente de la de la casa. Escribe en tiras de cartulina que saca de la tintorería. Hace allí dibujos de las escenas y estructura que les dará a esas escenas, antes de sentarse a escribir, cada día, no muchas líneas. Él trabaja como lo hacía su padre: cosiendo, con elegancia y finura, las líneas, los párrafos, las escenas, de modo que queden como un traje a medida, perfecto y fino, donde no se notan las costuras.
En estos días, su trabajo diario es terminar un libro que espera lanzar en 2011. ¿El tema? Su matrimonio de 50 años, en lo que de alguna manera será una secuela de La mujer de tu prójimo y su investigación sobre cómo afectó ese libro -y esas experiencias- su vida junto a Nan. Además de basarse en las cartas, fotos y su recuento diario de esos años, también contrató a periodistas para que entrevistaran objetivamente a Nan sobre el tema.
-¿No le parece algo suicida escribir algo así?
-Bueno, escribir es difícil, ya sea sobre tu matrimonio o sobre el matrimonio de otro... Desde que era un joven periodista, me di cuenta de que además del tema mismo que estaba investigando, era la intimidad lo que realmente me interesaba. Y es lo que estoy haciendo ahora: investigando sobre la intimidad, la mía. Pero es una antigua búsqueda.
-¿Por qué?
-Pienso que es en parte por quién soy, por dónde nací. Tiene que ver con estar mentalmente fracturado desde muy joven. Porque tenía un padre italiano en un tiempo en que era muy difícil serlo: Estados Unidos estaba en guerra contra Italia. Yo estaba en el colegio y me daba cuenta de que, de alguna manera, estábamos en el lado incorrecto de la guerra, mentalmente. No es que fuera fascista, pero sabía que los hermanos de mi padre estaban en las fuerzas armadas italianas, que eran fascistas. Crecí sintiéndome diferente.
-¿Cómo se notaba eso?
-En la duplicidad... En ser en la superficie norteamericanos, algo que éramos y somos, colgar la bandera en el frente de nuestra tienda (mi padre era sastre, mi madre tenía una tienda de vestidos), atender a nuestros clientes muy bien y siempre en inglés y muy patrióticamente. Pero en la noche, cuando la tienda se cerraba y subíamos a nuestro departamento que estaba arriba de la tienda, ahí escuchaba conversaciones distintas sobre la guerra, o la radio con noticias de la guerra. Mi padre estaba muy preocupado por qué iba a pasar con Italia y con sus parientes. Nunca hablaba así durante el día, pero sí en la noche. Vivíamos en un edificio, uno de muchos en una pequeña ciudad, Ocean City, Nueva Jersey, donde todo el mundo se conocía. Pero a nosotros nos conocían sólo de día, no de noche. Entonces, como periodista o escritor, tengo esta idea de que la gente no es lo que parece. Son más que lo que ves.
-Usted se sentía una especie de outsider.
-Sí, pero también estaba adentro. Estaba siempre adentro y afuera, luchando entre dos mundos, ¡aunque no era lo suficientemente grande como para manejar una bicicleta!
-¿Qué ha aprendido de la naturaleza humana, tras estos cincuenta años de trabajo?
-Que nunca sé todo. Nunca. Pienso: ¿cuál es la totalidad de esta persona? Quizás veo un 40% de ella y entiendo quizás un 50%. Pero hay toda una parte de la vida de una persona, incluyendo a mi esposa, que podría ser sorprendente para mí conocer. Todos tenemos grandes partes secretas e inexploradas. Si conocieras la verdad completa de esas personas llamadas simples, te sorprenderías. La naturaleza humana es interminablemente impactante, si conoces la historia completa.
-Como periodista, nunca le interesó escribir sobre gente exitosa o famosa, ¿por qué?
-Porque publicar una historia de alguien que no sea famoso es más desafiante, debes esforzarte más, pues debes convencer a un editor de que vale la pena. Y la única forma de lograr eso es que la historia esté escrita de una manera en que no puedas dejar de leerla. Que vean el primer párrafo y digan: déjenme leer el segundo. Cuando logras eso, es el arte de la escritura. Y eso hace del periodista un artista. Como periodista puedes -o debes- ser un artista. No es incompatible. Son considerados incompatibles por la comunidad del mundo de las comunicaciones, donde el artista es el poeta o el dramaturgo o el novelista. Sin embargo, novelistas o dramaturgos le roban al periodismo temas todo el tiempo. Cambian los nombres de la gente, dramatizan aquí y allá, y lo llaman ficción. Pero si puedes escribir no ficción (pero que parezca ficción porque la historia está tan bien contada, sin nada falso o exagerado), si puedes hacerlo, ¡eso es arte! Creo que eso hace que valga la pena seguir una carrera.
-¿Cree que hoy el periodismo de calidad está en peligro?
-No. Tendrán que hacer ajustes y los están haciendo. Pero contar historias siempre será importante. Si fuera el editor top del New York Times , tomaría a tres cuartas partes de los periodistas que están en Washington y los sacaría de ahí, para que fueran a buscar historias. Es ridículo lo que hacen: se están cubriendo entre sí. Cada día u hora ves eso: periodistas hablando con periodistas...
Entra Alejandra, la paseadora de perros. Saluda con acento colombiano y se lleva los perros, que ladran mientras bajan la escalera. Él se distrae sólo un poco, y cuando los ladridos se acaban, sigue con los periodistas:
-En mis días, éramos outsiders .
-¿Qué habilidades deben desarrollar los periodistas en el siglo XXI?
-Desarrollar un gran sentido de la historia. Ser capaces de dramatizar. Hacer que el lector vea y sienta. Todo lo que es importante y relevante (por ejemplo, la salud pública, un gran tema hoy aquí, o la guerra) debe ser contado en forma de historia. Hoy muchos periodistas están imbuidos en sus laptops , se están aislando con la tecnología. No deberían estar todo el día sentados frente a una pantalla, sino afuera, descubriendo cosas de primera mano. Los periodistas deben tener un sentido innato de la curiosidad y ser gente automotivada. Deben ser exploradores, buscadores solitarios de grandes historias que contar. Historias que valgan oro; deben ser mineros e ir a lugares y cavar en ese material, y después pulirlo y hacer una joya, arte, de ese material que es real. El arte de la realidad. Es la manera de seguir en el negocio: crear algo hermoso. La gente quiere calidad. Aunque sean pobres, si pueden optar por algo muy bien hecho y valioso, lo elegirán. Nadie quiere los hechos contados rápido sino la verdad. Y los diarios les pueden dar la verdad y de una manera atractiva e interesante, contando una historia. Creo que el mercado apoyará eso. Y eso no lo sacas de la TV ni de blogs . ¡Todo lo que es real, todo lo que ellos comentan lo sacan de los diarios! La recopilación de los hechos la hacen los que trabajan en los diarios y lo recolectan en terreno, donde tienen que ir, de las calles.
Nadie vivió "happily ever after"
La luz ya se está haciendo menos intensa, ha sonado el teléfono un par de veces y Talese se excusa para contestar. Es sabido que él nunca contesta el teléfono, tampoco tiene celular ni correo electrónico. El medio para comunicarse con él es el fax. En este momento de la tarde comienza uno de esos momentos muy "Gay Talese". Como buen periodista, en vez de contestar preguntas, prefiere entrevistar al entrevistador: "¿Tú estás casada? ¿Mucho tiempo? ¿Cuántos años?, ¿cuatro?, ¿diez? ¿Te llevas bien con tu marido?". Como una metralleta, dispara y dispara preguntas. Abre los ojos y mira fijo hasta que escucha respuestas. Y sigue: "¿Tienes hijos? ¿Cuántos? ¿Crees que tu matrimonio durará otros diez años?". Se entretiene con las respuestas ajenas mucho más que con las introspecciones propias.
-Y usted, ¿qué ha aprendido sobre el matrimonio después de 50 años juntos?
-Bueno, no es que nos hayamos sentado en este sillón por 50 años... Hemos tenido una vida muy activa. Mi mujer no es de las que se quedan en la cocina haciendo sopa. Ella es una mujer de carrera. Cuando tenía 25 años, trabajaba y ahora, también. Siempre ha tenido una vida profesional muy rica, y yo también... Entonces somos dos personas en la misma casa pero no vinculados claustrofóbicamente. Eso no significa que tengamos seis amantes cada uno. No, eso significa que tenemos nuestras propias opciones, y no es nunca una trampa. El matrimonio no es una trampa. Ésa es una de las razones por las que yo creo que nuestro matrimonio ha funcionado. Quizás a otra gente le gustan las trampas, les gusta estar atados y quieren estar encadenados...
-¿Por qué cree que la gente se divorcia tanto hoy?
-Las razones son muy complejas. ¿Por qué la gente se divorcia? Porque no son felices. ¡Pero la infelicidad no es una razón para divorciarse! -exclama, abriendo mucho los ojos y moviendo las manos-. La infelicidad no es una razón para hacer nada. La vida no siempre es feliz y uno debe ser consciente de eso. Algunas personas no tienen suficiente educación, suficiente madurez, para ver que la infelicidad es parte de la vida. El miedo es parte de la vida, el error es parte de la vida. Y no llegas y arrancas de la falla, la infelicidad... Eso no significa que debas sufrir innecesariamente. Pero significa que a veces el sufrimiento es necesario y es bueno. A veces es una experiencia de aprendizaje.
-¿Qué mata a un matrimonio?
-Lo que mata a un matrimonio, o a una relación en general, es la falta de respeto. Lo que mantiene una relación es, de todas las cosas, el respeto. Y nunca es el sexo lo que mantiene una relación. ¡Es tan inmaduro pensar eso! Porque el sexo no es amor.
-Pero pueden ir juntos, ¿no?
-Sí, pueden ir juntos, por 15 minutos, ¡¡¡cuando tienes 23 años!!! -se ríe-. Claro, puede ser cuando eres joven y apasionado, obsesionado e infatuado, y estúpido. Quizás. Pero luego el realismo toma control. El realismo, como lo opuesto a la fantasía. Eso de que vivieron felices para siempre es pura fantasía. Simplemente no es verdad. Nadie vivió "happily ever after"...
-El tema de su matrimonio también estuvo en su libro La mujer de tu prójimo, con gran escándalo, en 1980. Para escribirlo, usted vivió en un centro nudista y administró una casa de masajes.
-Fue un libro muy radical, que me trajo muchas críticas, particularmente por estar casado con una mujer destacada y tener hijas adolescentes que estaban entonces en el colegio. En las clases a las que iban las chicas había chismes sobre ese padre decadente y todo eso. Pero nunca sentí que había hecho algo malo. Era claramente un libro sobre la infidelidad y sobre la prevalencia de ella en la revolución sexual previa al sida. Y si escribes sobre eso, como he dicho, no lo haces desde una sala de prensa, como un periodista deportivo describe un torneo de fútbol... Yo quiero saber. Mi deseo era saber, y me refiero a realmente saber, no de segunda mano, sino de verdad. O eres capaz de hacerlo o no. Yo fui capaz y no me avergüenzo.
-¿No lamenta nada de eso?
-No. El hecho es que si quería escribir acerca de ese centro sexual en California, que es el centro de ese libro, tenía que vivir ahí. Viví como nudista. Es fácil...
-Hay que sacarse la ropa...
-Claro, y ajustarse a las circunstancias. Conocer a la gente, estar ahí... Quería conocer esa sociedad. Tienes que ser capaz de decir: "Yo vi lo que escribí". Y yo estaba ahí. ¿Y qué hacía? Lo que hacía, y describía eso. Y también observaba. Soy un observador apasionado. Si no puedes hacer eso, quizás debes ser un abogado o un doctor... Nunca pensé que había ahí una divergencia con mi estilo usual de investigación. Y bueno, ahora llevo 50 años de matrimonio en este mismo edificio en el que estamos hoy. Misma dirección, mismo techo, misma mujer, 50 años. Pensé: ésta es una historia. Segundo: tengo curiosidad. Tercero: tengo registros de todo. Guardo cartas, notas, todo.
El rey de la fiesta
Boina negra, pantalones negros, zapatos oscuros con algo brillante en la punta, chaqueta roja. Nan, su mujer, es estilizada, de ojos grandes, facciones finas, una dama. Tiene una cartera gigante, de donde saca una libreta llena de anotaciones, y donde busca sin éxito una tarjeta.
Nan Talese se sienta en primera fila en una charla de la Universidad de Nueva York, donde un grupo de académicos habla de la vigencia de la obra de Talese, a propósito de la reedición de La mujer de tu prójimo y de Honrarás a tu padre . Talese habla, bromea, seduce, recibe aplausos de una multitud de estudiantes, que le piden que autografíe libros o se saque fotos, como si fuera una estrella de rock.
La noche sigue en un restorán. Cómo no, son los lugares favoritos de Talese, y cada noche come en alguno de ellos. Desde niño le fascinan. El de hoy es el Bar and Grill, en el Bowery.
-¡Este lugar es fantástico! -dice ya sentado, con su gin tonic cerca, y comienza a entrevistar a los comensales. Nan pide ceviche. Llegan, además, burritos, tacos, camarones con salsas. Talese le toma la mano a la mesera.
-¿Cuál es su nombre? Usted nos acompañará toda la noche, ¿verdad? -le pregunta con coquetería.
-Sí, claro. Pero necesito sus documentos ahora -dice ella, para estar segura de que no haya menores de edad tomando alcohol.
Los mas jóvenes muestran sus documentos. Él, a sus 77, se ríe a carcajadas. Cuenta más historias sobre personajes talesianos: un dueño de motel de Denver, que tenía cámaras y micrófonos instalados en las habitaciones y que le escribió para decirle que le pasaba sus registros para que él los transformara en un libro. O de Héctor López, a quien conoció hace unos meses cuando escribió sobre el río Hudson para el New York Times . López trabajaba con una retroexcavadora y Talese quedó tan fascinado por la prolijidad con que hacía su trabajo, que le dio su teléfono y le pidió que lo llamara porque quería escribir sobre él. O sobre los asentamientos judíos en Palestina, que es la historia que quisiera escribir ahora. "¿Cómo viven? ¿Tienen televisión por cable? ¿Qué hacen?", exclama, moviendo las manos, arqueando las cejas en una sonrisa, poniendo voces distintas. Es el rey de la fiesta y Nan parece su pareja perfecta. Se ríe, le toma la mano a veces, termina de contar sus historias.
De vuelta, en el taxi, la abraza por los hombros. Le pregunto a Nan por su trabajo con los autores a los que edita: Ian McEwan, Margaret Atwood, Pat Conroy, entre otras luminarias. Ella contesta con entusiasmo. De pronto, dice: "Soy muy afortunada".
-¿Por qué? -Por estar casada con él -sonríe y le toca la rodilla. Gay Talese le devuelve la sonrisa.
Y el taxi ya avanza raudo rumbo a Park Avenue, hacia el mundo privado de los Talese, donde están su poder y su reino.
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