La Gaceta, Suplemento Literario, Tucumán, Argentina, 25Abr10
Las primeras ediciones de La Feria del Libro provocaron mi entusiasmo. Participé de ellas, firmé libros, di algunas charlas, hice todo lo que en esta columna no parece provocar mi fervor de tres décadas atrás.
Por Asher Benatar
Para LA GACETA - Buenos aires
Cuando llega abril, el "mundo de la cultura" se alborota. Ansiedad, toques de nerviosa sobreactuación. Abril es el mes en que editores y libreros cifran sus esperanzas de grandes ventas. Cifra, palabra clave.
A lo largo de 35 años ininterrumpidos, la Feria del Libro se ha desarrollado siguiendo un ritual que poco cambia con cada edición, con inauguraciones oficiales a las que sólo algún eventual escándalo (que los hubo) salva del aburrimiento. El itinerario, discurso más, discurso menos, es siempre similar. Primero, una celebración con las autoridades de la República. En ella, los referentes de la cultura hacen sus requerimientos con voces firmes y esperanzas enclenques. La respuesta del mandatario de turno es generalmente positiva, pero pocos le dan crédito. Es que los gobernantes no muestran afición por la lectura, tal vez carecen de tiempo para leer. Sería bueno que la población se apiadara de ellos y, acallando protestas, les diera tranquilidad como para disfrutar de ciertos autores. Mundialmente, pocos han sido en la historia los mandatarios calificados de intelectuales. Y ni hablar de artistas, exceptuando al escritor Rómulo Gallegos, un gran "error" del 80% de los votantes que los militares venezolanos corrigieron sin demorar demasiado, deponiéndolo nueve meses después de asumir.
El día después de la ceremonia oficial, las puertas se abren para recibir al malón de aquellos que claman por cultura, los que cien veces han pasado con indiferencia ante las librerías de la ciudad pero que, de repente, todos los años, una tarde de abril a la misma hora, tienen ansias de leer, de cultivarse, de poseer la firma de un escritor, cualquiera sea su nombre. Si bien pedir el autógrafo de un escritor es más elegante que requerirlo de un futbolista, esa costumbre no pierde su dejo de fetichismo ni su connotación levemente humillante, y digo esto porque las firmas que se atesoran presuponen la presencia de una figura señera. Hay algunos escritores que reúnen esas condiciones (que tampoco justifican el autógrafo, acto que detesto salvo que el escritor sea un amigo) pero no son la mayoría de los que provocan largas filas ante el escritorio de quien firma sus ejemplares.
Ubiquémonos en el presente: los argentinos cada vez leemos menos. Hay semiplena prueba de que algunas de las culpables son la televisión basura y el imperio de una imagen bastardeada, lo que constituye asociación ilícita. Miremos para atrás, apenas cuatro o cinco décadas: decenas de miles de títulos editados, una cultura masiva que era envidia de muchos. Así como París era la Meca del intelectual argentino, Buenos Aires ejercía la misma atracción con respecto a los países de habla hispana. Éramos los popes de América, los envidiados, los soberbios (en eso, algo de razón había). Hasta que dejamos de serlo, hasta que editorialmente nos dejamos sitiar, hasta que se privilegió el factor monetario por sobre el artístico y se hicieron a un lado catálogos de una calidad envidiable.
En las estadísticas de lectores asiduos con que contamos -muy pobres- los que pesan en nuestros magros números son las personas que superan los 30 o 35 años. Pocos son los que se ubican en la adolescencia o primera juventud. ¿Qué nos espera? Nadie lo sabe. Pueblo que no lee es pueblo que no crece. O que se hunde. En la década de los años 60 era frecuente ver en los colectivos y subterráneos de Buenos Aires, a jóvenes enfrascados en Faulkner, Fromm, Arlt o Sartre entre muchos otros. Y en aquella época no teníamos la Feria del Libro más concurrida del planeta.
Contabilizar un millón de visitantes en la Feria del Libro de un país en el que cada año se lee menos, en el mejor de los casos puede considerarse una ficción.
Asher Benatar - Novelista, dramaturgo y fotógrafo. Entre sus libros se destacan "Perversidad de los Hoteles" (Faja de Honor de la SADE) y "La zanja" (Premio Argentores).
viernes, 30 de abril de 2010
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