jueves, 23 de octubre de 2008

NEOLOGISMOS EN LA PRENSA ARGENTINA: DIME CÓMO HABLAS... (1)


(Nota de Clave 88: Dada la extensión de la nota se publica en dos entregas)
Le Monde Diplomatique Edición Cono Sur, 22Oct08
Un diccionario publicado por la Universidad Nacional de General Sarmiento reseña 1.300 neologismos aparecidos en la prensa nacional entre 2003 y 2005. Abundan los vocablos referidos a la economía y a los derechos humanos. Su análisis permite leer los cambios sociales, las tensiones políticas y las modas que atravesaron el país en los últimos años.
Diego Rosemberg
Periodista.
© LMD ed. Cono Sur

“El trabajo revela la sociedad post crisis”, define Andreína Adelstein, coautora de 1.300 neologismos en la prensa argentina, junto a Inés Kuguel y Gabriela Resnik (1). La cantidad de nuevos términos económicos que se incluyeron en del lenguaje cotidiano habla de la importancia que tuvieron las finanzas en todos estos años. “Riesgo país”, “default”, “megacanje”, “tercerización”, “formador de precios”, “base monetaria”, “cuasimoneda”, “off shore, “holdout”, son apenas un puñado de ejemplos que se suman a otros preexistentes pero que las investigadoras consideran también neologismos por no haber sido incluidos en ningún tipo de diccionario de español o de argentinismos hasta esta publicación, como son los casos de “hiperinflación”, “deuda externa”, “convertibilidad” o “microcrédito”.

Campo de disputa ideológica
Muchas de estas nuevas palabras o expresiones no fueron acuñadas por los propios periodistas, sino absorbidas sin filtros del lenguaje utilizado por sus fuentes. Y, se sabe, las fuentes siempre son interesadas: intentan seducir a la prensa con sus relatos de los hechos para que los medios instalen en la opinión pública sus puntos de vista sobre la realidad. “Cuando consultamos a algunos economistas para que nos especifiquen las definiciones de estos neologismos, nos comentaban que la primera vez que los habían visto no era en los diarios, sino en los documentos que hacían circular los organismos internacionales para sugerir las políticas que se debían aplicar en el país”, señala Kuguel. No parece casual, entonces, que las investigadoras hayan descubierto que buena parte de estos términos connotan pesimismo y sensaciones de temor. En su última visita a Argentina, la periodista canadiense Naomi Klein manifestó que el ex ministro de Economía Domingo Cavallo le había admitido en una entrevista que a los capitalistas les entusiasma que la población tenga miedo en situaciones de crisis porque pueden avanzar más fácilmente con sus programas y sacar mayores ventajas. El contagio del habla social con la jerga económica llegó al contrasentido de definir como un “banco de alimentos” a un proyecto solidario que recibe donaciones de comida para distribuirlas en zonas carenciadas. ¿Existe alguna institución menos solidaria que esas entidades financieras a las que se llama “banco”? El lenguaje es un campo más –aunque no menor– de disputa ideológica. Por eso, en algunos casos aparecieron dos neologismos diferentes para designar a una misma situación. El ejemplo más claro tal vez sea el de “capitales golondrina” o “fondos buitre”, según se quiso connotar de manera positiva o negativa a los capitales invertidos de manera especulativa y por breves lapsos en la economía de un país. El uso sutil de las palabras para fijar posición sin que la opinión quede expuesta de manera explícita no es un recurso novedoso en la prensa argentina. Desde los años ’80, por ejemplo, en la mayoría de las crónicas sobre conflictos gremiales suele expresarse que los trabajadores “acatan” las medidas de fuerza, utilizando para informar un verbo que connota sumisión a una orden de la autoridad. Rara vez, en cambio, los periodistas hablan de “adhesión” a los paros sindicales, expresión que significaría que los trabajadores se suman y participan de manera voluntaria en las huelgas. Uno de los neologismos que aparece en el trabajo publicado por la Universidad de General Sarmiento sirve de ejemplo para mostrar cómo las nuevas construcciones muchas veces pretenden guiar las lecturas. Los medios de comunicación utilizan con frecuencia el neologismo “globalifóbico” para referirse a los militantes que tienen una posición ideológica contraria a la actual globalización. El nuevo vocablo asocia a estas personas con una fobia que, como indica el diccionario, es un temor irracional. De esta forma, sus acciones no pertenecerían al universo de la política sino al de la salud mental. “Sería bueno saber con qué grado de conciencia se utilizan estos términos. En medio del conflicto del campo escuchaba decir ‘piquetero rural’ o ‘golpismo’ y yo me preguntaba si los periodistas estaban diciendo lo que realmente querían decir. Por momentos la sensación es que cualquiera dice cualquier cosa y a quien trabaja con la palabra como materia prima se le podría exigir mayor responsabilidad”, opina Adelstein. En el reciente conflicto desatado por la implementación de las retenciones móviles resultó interesante analizar cómo algunos medios fijaban posición utilizando la palabra “paro” o la expresión “lock out”, según editorializaban a favor de los ruralistas o del gobierno respectivamente. También fue sustancioso observar cómo comenzó a expandirse el neologismo “agronegocio”. Hasta hace unos años, los economistas argentinos hablaban de “agricultura” para designar a una rama de la economía que –sin desconocer la disputa de intereses que allí se daba– aún conservaba algún apego a los modos de vida y las costumbres regionales. Los organismos oficiales, sean ministerios o secretarías, todavía utilizan ese vocablo en su propia denominación. En cambio, el neologismo “agronegocio”, un término que fue propalado con admiración por los suplementos rurales de los diarios, parece ostentar atributos positivos de modernidad y encripta en su connotación una forma de explotación rural que incluye a los fondos de inversión (buitres o golondrinas, según quien los mire), los “pools” de siembra, los fideicomisos y las semillas trangénicas.
(1) 1.300 neologismos en la prensa argentina, Universidad General San Martín, Buenos Aires, mayo de 2008, 208 páginas, 18 pesos.

(Continuará.- La próxima entrega el domingo 26)

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