sábado, 4 de octubre de 2008

NUEVAS IMÁGENES DE "METRÓPOLIS" (1927) HISTORIA DE UN RESCATE


A COMIENZOS de julio, una noticia recorrió las redacciones de todo el mundo: en un museo municipal de Buenos Aires se había encontrado una copia de Metrópolis, el clásico film mudo de Fritz Lang, con imágenes nunca vistas que estiraban en casi media hora su metraje. La noticia se conoció simultáneamente en Alemania y Argentina, fue tapa del semanario Die Zeit -que tuvo la primicia- y disparó una serie de especulaciones, así como el anuncio de la distribuidora Kino de una próxima edición con el material nuevo.
Metrópolis es la más famosa de las películas incompletas desde que en 1984 se reestrenó en una atrevida versión coloreada, capricho del italiano Giorgio Moroder, que se había hecho millonario produciendo música disco en Munich y compuso además una banda sonora "tecno" para la ocasión. Eran todos elementos que espantaban a los puristas. Pero el descubridor de Donna Summer había trabajado en serio en la reconstrucción, y se animó a recrear una de las escenas faltantes animando los escasos fotogramas existentes, llevando la extensión de la película a 2.276 metros (la original, según la Fundación Murnau, tenía 4.176 metros). El esfuerzo acercó la película a un nuevo público y de paso ayudó a poner en el tapete el tema de la recuperación del cine antiguo, reivindicación hoy conocida y apoyada por fundaciones diversas, pero que hace veinte años todavía era una novedad.
Fue la primera de varias restauraciones del film, que culminaron con una versión de 3.330 metros limpiada digitalmente y declarada "patrimonio de la humanidad" en 2002. En ese momento los especialistas alemanes anunciaron que daban por perdidas las escenas faltantes. Ahora sonríen mientras se muerden la lengua: unos argentinos los madrugaron.
En realidad la copia no fue "descubierta" en un sótano, sino que siempre estuvo catalogada, primero en una colección privada, luego en el Fondo Nacional de las Artes y por último en el Museo del Cine "Pablo Ducrós Hicken", dependiente del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Pero hacía décadas que no se proyectaba, y los que la habían visto hasta los años `60 no sabían qué parte del film estaba perdido, algo que recién se hizo patente con la versión de Moroder.


Lo que hoy es noticia es en realidad la confirmación de un pálpito que el conocido crítico, programador y colaborador de El País Cultural Fernando Martín Peña tuvo hace veinte años. Corría 1988, Peña estudiaba cine y colaboraba en el Cine Club Núcleo, antigua institución porteña liderada por Salvador Sammaritano, cuando se enteró de que en el Fondo Nacional de las Artes había tres latas de Metrópolis. Sabía que había partes perdidas del film, y su imaginación voló. "Las latas pertenecían a la colección Peña Rodríguez, un lote que el Fondo quería donar porque estaba compuesto de películas extranjeras y no podían darle la atención que podía merecer", recuerda hoy Peña. "Núcleo había proyectado años atrás varias de esas copias, entre ellas Metrópolis. Sammaritano recordaba que en esa copia el nitrato se había reducido un tanto (algo habitual), lo que generaba cierto movimiento en el proyector, por lo que él había tenido que presionar la ventanilla del aparato para que no se moviera, durante más de dos horas: se acordaba bien porque su dedo lo había sufrido". La investigación de la colección Peña Rodríguez lo impulsó a escribir su primera nota periodística, publicada en la revista de otra estudiante a quien no conocía: Paula Félix-Didier.


UN CAMINO LARGO Y SINUOSO. La tragedia de Metrópolis consistía en que a poco de su estreno en Alemania, donde fue un fracaso de crítica y público, la película había sido importada por la Paramount, que la remontó para su estreno en Estados Unidos. Ese nuevo montaje fue el que se distribuyó en casi todo el mundo, mientras en Alemania la UFA iba a la bancarrota. Con el tiempo, la pérdida de los negativos originales convirtió a la versión Paramount en canónica, aun sabiéndose que los norteamericanos le habían rebanado aproximadamente un cuarto de su metraje original.
Recorriendo publicaciones argentinas de la época, Peña descubrió que en ese mercado Metrópolis no había sido distribuida directamente por Paramount sino por una empresa independiente llamada Terra, que solía traer cine europeo al Río de la Plata. Uno de los socios de Terra, Adolfo Z. Wilson, había estado en la première de la película en Berlín, en enero de 1927, y comprado los derechos de exhibición para, por lo menos, Argentina, Bolivia y Perú (probablemente también Uruguay). Durante todo ese año las revistas del gremio anunciaron el inminente estreno del film, que finalmente se concretó en mayo de 1928 (en el ínterin Wilson estrenó el Fausto de Murnau, la otra gran producción de la UFA de ese año y culpable, junto con Metrópolis, de la venta del estudio). "Todo esto lo averigüé entre 1988-90", recuerda Peña. "En un aviso de la época la película se anuncia en quince actos, lo que usualmente significaba unas dos horas y media de duración. Yo estaba excitadísimo y buscaba espectadores veteranos que hubieran estado en las funciones de Núcleo, para ver si recordaban las escenas perdidas. Pero nadie le dio mucha importancia al asunto".


En 1992, el Fondo había donado la colección Peña Rodríguez al Museo del Cine, cuyos sucesivos directores escucharon los argumentos de Peña. Pero la prioridad de la institución es el cine argentino y nadie revisó la copia de Metrópolis. En esos años Peña dirigía su propia revista de cine, Film, junto a Paula Félix-Didier (por un tiempo también fueron pareja sentimental). Después sus caminos se separan: Félix-Didier viajó a Estados Unidos, donde continuó formándose en preservación del patrimonio audiovisual; Peña programó en el área de cine del museo Malba, y en 2005 fue designado director del festival Bafici; desde mayo de este año es director de programación del Festival de Mar del Plata.
Peña y Félix-Didier se reencuentran en Buenos Aires en abril 2008. Ella acaba de ser designada directora del Museo del Cine por el nuevo gobierno porteño, y lo autoriza a revisar el material de Peña Rodríguez. En quince minutos, mirando el negativo, confirman lo que Peña había imaginado: las escenas están ahí, con elegantes intertítulos en castellano. Metrópolis ha crecido.
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