lunes, 10 de noviembre de 2008
EL ARTE Y LA MODA: VESTIR LOS SUEÑOS (II)
(Nota de Clave 88: la nota se está publicando en cuatro entregas por su extensión, todos los días hasta el miércoles próximos.)
La Nación, Adncultura.com, Buenos Aires, Argentina, 08Nov08
En esta entrevista, Piero Tosi, uno de los diseñadores teatrales y cinematográficos más importantes del siglo XX, el hombre que creó la imagen de Maria Callas, Sofia Loren y Silvana Mangano, entre otras figuras, cuenta cómo trabajaban Visconti, Fellini y Pasolini, y revela la intimidad de un mundo regido por el afán de perfección y la búsqueda de la belleza
Por Hugo Beccacece
De la Redacción de LA NACION
"Magnani está maravillosa como madre de la chiquita en esa película. Era una mujer que sólo podía hacer cierto tipo de papeles y debía ser dirigida con mano de hierro. Con Visconti, era dócil como un perrito faldero. Estaba enamorada de él como lo estaban todas las mujeres que trabajaban a sus órdenes. Luchino tenía una enorme confianza en Anna. De pronto, a ella se le ocurrían cosas imprevistas y muy inspiradas. En Bellísima , por ejemplo, hay una escena en la que está preparando a su hija para que recite y, mientras se filmaba, sin haberlo ensayado nunca, sin que Visconti le hubiera dado instrucciones, se miró al espejo y se quedó contemplándose con una mirada amarga, analítica, llena de dudas, como si se confesara. Son apenas unos segundos, pero le dieron a la interpretación una densidad que ninguna actriz hubiera aportado. Cuando terminamos la filmación, yo estaba agotado. Me gustaba el estilo de trabajo que imponía Visconti, porque él no dudaba y era muy preciso para explicar lo que quería. Si se equivocaba y se daba cuenta, rara vez se corregía, seguía adelante. Yo agradecía esa seguridad porque soy muy indeciso. Entonces trataba de satisfacerlo y adelantarme a sus deseos. Con el tiempo, después de muchos años de trabajar juntos, llegué a saber cómo funcionaba la cabeza de Luchino y ni siquiera necesitábamos hablarnos."
Después de Bellísima , el escritor y director Mario Soldati le encargó a Tosi el vestuario de La provinciana , adaptación de un texto de Moravia, con Gina Lollobrigida. Soldati, a diferencia de Visconti, no era una presencia que intimidaba. Lograba que en el set reinara la alegría y que todo fluyera naturalmente. Tenía una relación cordial y desinhibida con Tosi. Pero mientras filmaban en Lucca, Tosi recibió un ofrecimiento de Visconti para hacer el vestuario y la escenografía de La posadera , ("La locandiera") de Goldoni, que se iba a ofrecer en la Bienal de Venecia. La puesta representaría a Italia.
"Yo no podía aceptar porque estaba comprometido con Soldati", recuerda con una sonrisa Tosi. "Era un alivio, tenía la excusa ideal para negarme. Necesitaba cierto descanso. Visconti había contratado a Rina Morelli, una de sus actrices preferidas para el papel de la locandiera , a Paolo Stoppa para hacer del marqués de Forlipopoli, y a Marcello Mastroianni, que era jovencísimo, como caballero de Ripafratta. Visconti se hubiera resignado a que yo no participara del proyecto, pero el que no se resignó fue Stoppa. Este le mandó una carta a Giulio Andreotti, que habría de convertirse en el político más influyente de Italia durante décadas. En ese entonces, 1952, Andreotti, ya tenía un cargo importantísimo en el gobierno. Era una especie de ministro de la cultura. Stoppa le explicaba en ese mensaje que el honor de los artistas italianos se jugaba en esa puesta de Goldoni, que todo el mundo iba a tener los ojos clavados en la Bienal. Andreotti, a su vez, les escribió a los productores de La provinciana para que me cedieran. Y debí abandonar a Soldati para trabajar con Visconti."
Tosi es muy modesto para decirlo, pero la versión de La locandiera de Goldoni que montaron con Visconti se convirtió en un hito en la historia de la escena mundial. La puesta cambió la manera en que se concebía el teatro del siglo XVIII y las obras de Goldoni. Hasta entonces los actores en esas piezas se movían más bien como si interpretaran un ballet que una obra de prosa. Visconti, en cambio, creó su puesta de un modo más realista. La escenografía y el vestuario debían ser una combinación del universo clásico y del moderno. Tosi explica: "Luchino había pensado que el escenario y los trajes tenían que verse como una fusión de Longhi, el pintor veneciano del siglo XVIII, y de Giorgio Morandi, uno de los artistas italianos más importantes del siglo XX. Los colores debían ser sobre todo los de Morandi, más bien suaves. Visconti le había ofrecido a Morandi que él realizara todos los aspectos visuales de la versión, pero éste le había contestado que jamás iba al teatro y no se sentía capacitado para una tarea semejante. Ante la insistencia de Visconti, aceptó ver los bocetos una vez realizados y dar su opinión. Una vez que Luchino y yo tuvimos hechos los dibujos, viajé a Bolonia para mostrarle todo a Morandi. En realidad, yo no estaba del todo de acuerdo con las decisiones de Visconti. Le había dado a conocer mi parecer, pero él no me había hecho caso. Cuando me encontré con Morandi y éste vio la carpeta, me dio la razón. Entonces le pedí que escribiera en cada hoja de papel donde estaban dibujados los escenarios y las ropas, lo que, según él, debía ser cambiado y pusiera su firma en cada página. Lo hizo. Cuando regresé y Visconti abrió la carpeta, miró aquellas observaciones y aceptó, sin comentarios, todo lo que antes había rechazado de_SDRq.
La locandiera tuvo un éxito extraordinario y el espectáculo salió en gira por Europa. La noche de la première en París, según cuenta Tosi, estaba toda la alta sociedad desde los duques de Windsor, los vizcondes de Noailles y los Rothschild, hasta la Begum, la esposa del Aga Khan y Jean Cocteau. También se encontraban las estrellas de la época: Laurence Olivier y Vivien Leigh, Gloria Swanson, Jean-Louis Barrault, Edwige Feuillère, Jean Marais. De pronto, llegó Gina Lollobrigida. Rina Morelli, "la locandiera", era una gran actriz, pero sabía que no era hermosa. Tosi, que estaba en el camarín de Rina, asistió al momento en que alguien cometió la indiscreción de comentarle la presencia de Gina: "Cuando la Morelli se enteró de que en la sala estaba “Lollo”, exclamó con desaliento: “¡Ah!” Y mientras se miraba al espejo, se lamentó: “Ella debería haber hecho este papel”. La actuación de Rina en esa función fue memorable, pero hizo algo que jamás volvería a hacer. Al final de la obra, tenía una escena estupenda. Debía decir un monólogo mientras planchaba y, en cierto momento, sus palabras se mezclaban con las campanadas de la iglesia, que creaban una sensación espacial y auditiva muy intensa. Rina jamás desobedecía a Visconti. Pero esa noche era como si hubieran crecido su voz y hasta su estatura. Se la veía casi hinchada. Cuando estaba por terminar el monólogo, abandonó el puesto que le había marcado Luchino, se adelantó hasta el proscenio y allí terminó su parrafada, mientras el repique y la luz la envolvían. La música de su voz flotaba por encima de las campanas y fue como si ella misma se hubiera echado a volar. La sala entera se puso de pie y la ovacionó. “¡Brava, brava!”, le gritaban. Rina se inclinó para saludar. A pocos metros, también de pie, aplaudiéndola, vio a Lollobrigida."
(Continúa mañana)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario