lunes, 10 de noviembre de 2008
EL ARTE Y LA MODA: VESTIR LOS SUEÑOS (III)
(Nota de Clave 88: la nota se está publicando en cuatro fascículos por su extensión, con entregas todos los días.)
La Nación, Adncultura.com, Buenos Aires, Argentina, 08Nov08
En esta entrevista, Piero Tosi, uno de los diseñadores teatrales y cinematográficos más importantes del siglo XX, el hombre que creó la imagen de Maria Callas, Sofia Loren y Silvana Mangano, entre otras figuras, cuenta cómo trabajaban Visconti, Fellini y Pasolini, y revela la intimidad de un mundo regido por el afán de perfección y la búsqueda de la belleza
Por Hugo Beccacece
De la Redacción de LA NACION
Otro de los hechos artísticos que marcaron una época en el cine italiano y en la producción de Visconti fue Senso , que se estrenó en la Argentina como Livia, historia de un amor desesperado . Era una película de época en la que se narraban acontecimientos del Risorgimento , la unificación de Italia. El libreto, basado en un relato de Camillo Boito, un escritor del siglo XIX, narra la pasión entre la condesa Serpieri (Alida Valli), una partidaria de la unificación, y un oficial austríaco (Farley Granger). Ella traiciona sus ideas por ese hombre al que le entrega el dinero de los patriotas, del que era custodia. Después denuncia a su amante, desengañada porque ha comprendido que el austríaco sólo la usó para desertar, ocultarse y pagar sus deudas de juego. Hacía poco que Visconti había dirigido en teatro Un tranvía llamado deseo , la obra de Tennessee Williams. Quizá por eso contrató al autor norteamericano para que escribiera, junto a Paul Bowles, los diálogos de la película. Al principio, Visconti había pensado en Ingrid Bergman y Marlon Brando para los papeles principales.
La realización de Senso le reveló a Tosi la diferencia de criterio entre los europeos y los norteamericanos. Cuando habla de ese episodio, uno puede advertir hasta qué punto ama la belleza romántica, exaltada y hasta qué punto encarna un mundo y una estética en la que el refinamiento, el gusto, estaban signados por las huellas del trabajo y de la sangre de los hombres. Tosi no puede prescindir de la apreciación de las texturas en las obras de arte, necesita que la muerte y la finitud dejen su sello de trágica nobleza en cualquier producción cultural, realizada por otra parte con fanatismo por la perfección. "Luchino insistió tanto para que se contratara a Brando que los productores aceptaron que se le hiciera una prueba. Imagínese usted: una prueba a Brando? Fue inútil. En esos años, Marlon parecía un chico, tenía la sonrisa y la mirada de un chico. Su cuerpo era de proporciones perfectas, algo que después perdió. Una noche, Visconti organizó en su villa de la via Salaria una comida en homenaje a Brando. Marlon se mantuvo más bien silencioso. El salón en el que estábamos había unos pocos peldaños que servían de ingreso al comedor, eso permitía que las mujeres se lucieran al bajarlos. Cuando casi habíamos terminado de cenar, apareció Lucia Bosé, la madre de Miguel, el cantante. Todavía no se había casado con Dominguín. Era en 1954. Nunca hubo una estrella italiana tan hermosa como Lucia en esos años. Tenía una ventaja sobre las otras estrellas: era tísica. Su piel tenía una palidez que sólo la enfermedad produce, pero la fiebre por momentos le arrebolaba las mejillas. Uno veía que un color rosado le brotaba lentamente, como si se inflamara o estuviera iluminada por dentro. Los ojos le brillaban con la luz intensa de las tuberculosas. Ese tipo de hermosura tan frágil y tan apasionada se terminó. Mi querido señor, los antibióticos mataron la belleza". Y después de esa frase inmortal, Tosi continuó satisfecho: "Lucia se sentó al lado de Brando, se sirvió una pera, la peló, la tomó en la mano y se puso a lamerla y a mordisquearla, mientras le clavaba los ojos a Marlon. ¡Usted no se imagina todas las cosas que se le pueden hacer a una pera! ¿Y sabe cuál fue la reacción de Brando? Miró a Luchino y preguntó ?¿Es virgen?´ señalando con un movimiento de cabeza a Lucia".
Tosi conserva un recuerdo emocionado de otra estrella del cine italiano, Silvana Mangano, que se había hecho famosa por el papel protagónico de Arroz amargo . También Silvana, como Brando, tenía según el diseñador, un cuerpo de proporciones perfectas. "No le gustaba que la convirtieran en un ícono sexual. Fue modelando su cara. Terminó por ser una belleza abstracta, distante, lunar, que se prestaba para convertirla en una especie de sacerdotisa fría, hierática. Así apareció en el episodio de Las brujas , dirigido por Visconti. Pasolini en Teorema utilizó la cara de Silvana del mismo modo. Tuve una experiencia muy curiosa con ella. Fue durante la realización de Muerte en Venecia . Ella se alojaba en el Hôtel des Bains, el mismo en el que se hacía la película. Una noche, Silvana y yo estábamos en la habitación de ella. La preparaba para una toma. Abajo, en la terraza, se estaba filmando una escena en la que unos músicos vagabundos, payasescos, tocan y bailan delante de los huéspedes que descansan en la galería. Silvana estaba frente al espejo, en unos minutos debía bajar para interpretar su papel de noble polaca. Elegía las joyas que debía ponerse. De pronto, tuve una sensación de irrealidad. En esa habitación del Hôtel des Bains, una mujer espléndida se vestía para bajar a la recepción. Por la ventana abierta, era verano, llegaban la música y los diálogos de la planta baja y de los jardines, es decir, de los actores que interpretaban a los personajes de Thomas Mann. Por un momento, fue como si, de verdad, yo estuviera contemplando a la madre de Tadzio y hubiera ingresado en el mundo de la novela. La ficción se había hecho realidad. Porque la madre de Tadzio debió de haberse arreglado como Mangano antes de bajar a los salones, pero Mann no lo cuenta. Y yo, durante media hora, asistí a esa ceremonia jamás narrada por el autor, pero que uno, como lector o como espectador del film, se imagina."
(Continúa mañana miércoles)
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