viernes, 22 de junio de 2007

EL ENCADENAMIENTO DE LOS TIEMPOS PASADOS (III)


Humilde saga sobre el estudio comparado de las Civilizaciones (continuación)

Un modelo Judío
Normalmente, el establecimiento de un Estado universal, aun para períodos cortos de tiempo, conlleva la eliminación de las identidades de los Estados locales y de los pueblos que se han incorporado al mismo. Un caso clásico es el de las “Diez Tribus perdidas”. El Reino de Israel fue borrado del mapa por el Imperio Asirio en el año 722 a. de J.C. y está representado in situ, sólo por unos centenares de samaritanos en los alrededores de Nablus en Cisjordania cerca del río Jordán.
Los israelitas fueron completamente absorbidos por la población de los países en que se asentaron. Su pérdida de identidad, no fue la excepción, sino la regla.
Sin embargo, la excepción a esta regla, la constituyó la historia de los parientes de los israelitas, el Pueblo de Judá. Los judíos fueron desarraigados dos veces de su país original por Nabucodonosor y otras dos por los romanos. La capacidad de lucha y comportamiento ante la adversidad, puede entenderse dado que estuvieron sometidos a cinco imperios sucesivos : el neo-babilónico, el aqueménida, el tolemaico, el seléucida y el romano.
Desde el año 135 hasta 1948 de J.C., no hubo nada parecido a un Estado judío ni nada semejante a un “hogar nacional” en el sentido de un territorio que fuera sustancialmente judío en población y regido por judíos. Sin embargo consiguieron mantener su identidad como pueblo desde el año 586 a de J.C hasta la actualidad. La diáspora ha estado viviendo entre mayorías no judías y a miles de kilómetros de su capital histórica Jerusalem. Esta proeza es notable y excepcional, pero no única. Lo mismo hicieron los parsis cuando su imperio fue destruido por los musulmanes. También es el caso de los cristianos monofisistas y los cristianos nestorianos cuando encontraron asilo durante la persecución de los cristianos ortodoxos romanos.
Es interesante ver, que dentro de la diáspora judía, aparecen los elementos de su identidad.
Primero, la diáspora decide conservar su identidad histórica cuando el resto la pierde. Para ello utiliza un severo ritual y estricta ley religiosa. Segundo, la escasa disposición a mezclarse con la mayoría entre la cual le tocó vivir. Tercero, el reconocimiento de una verdad: que sus componentes no conseguirían sobrevivir a menos que se proporcionaran a sí mismos las bases económicas adecuadas, donde el poder económico era la única forma de poder a su alcance.
Esta misma búsqueda de fuente de poder para sobrevivir fuera de sus países, fue lograda por otras diásporas que existen en nuestros días, como la escocesa y la libanesa, que han triunfado en el extranjero, de un modo notable en los negocios. (Continuará)
Alberto Gatti

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