viernes, 20 de julio de 2007

EL ENCADENAMIENTO DE LOS TIEMPOS PASADOS (VI)


Entrega 6
Las religiones. Lo que los jesuitas en Argentina nos enseñaron hace tiempo
Tomado de un texto de Yayo Monterano-Julio 2007

En la serie de notas sobre “Otros tiempos Pasados”, vamos abordando diversas facetas del comportamiento temporal y espiritual de distintas sociedades, pretendiendo entender el comportamiento humano y si con esta metodología, podemos identificar los patrones de conducta que existen desde antes del homo erectus hasta hoy día.
Vayan y enciendan el Mundo
Recorrer las ruinas jesuíticas en Misiones y sus alrededores es adentrarse en un mundo de maravillas pasadas. Las leyes que las regían fueron modelo en el logro de una excepcional administración, que permitía acercar a sus habitantes, los guaraníes y los jesuitas, a convivir en armonía, felicidad y plena sabiduría.
Hace 350 años estos evangelizadores tuvieron que luchar contra la naturaleza virgen y la codicia de los conquistadores. Esta historia de la humanidad, la emprendió San Ignacio de Loyola, señalándole a sus sacerdotes: “Vayan y enciendan el mundo”.
Origen de los jesuitas
La Compañía de Jesús fue fundada por San Ignacio de Loyola en 1534, iniciando una importantísima acción predicadora. Partieron hacia todos los continentes, llegando a lugares poco o nada desarrollados. Sus superiores les encomendaban expresamente el aprendizaje de las lenguas nativas de cada lugar, el conocimiento de sus culturas y la obtención de permisos para la instalación de escuelas, colegios, universidades e instituciones humanitarias.
Fue grande el contraste con la conquista militar y de dominación que imperaba en el mundo.
Lo cierto es que la evangelización en tierra misionera fue un ejemplo formativo y no tuvo nada que ver con el violento choque cultural que significó la conquista del resto de América.
Su obra iba a ser de más de 150 años, a partir de 1600, una de las acciones humanitarias y religiosas sin parangón en la historia de la humanidad.
Los jesuitas permitieron a los indios transformarse en ciudadanos libres, útiles a la sociedad, en un todo igual a los españoles y de muchas maneras, superiores cultural e intelectualmente.
Afirma Voltaire en Cándido, “La instalación de los jesuitas en esas tierras fue un triunfo de la humanidad, expiando la crueldad de los conquistadores”
También Diderot se refirió a su ejemplo: “Las leyes de las misiones fueron un modelo de una administración hecha para dar a los hombres felicidad y sabiduría”.
Grandes filósofos e historiadores del Iluminismo exaltaron su obra en territorio misionero, en contra de la leyenda negra escrita por Clovis Lugon, La República comunista de los guaraníes, que los desacreditaba.
Este autor sostenía que los jesuitas buscaron organizar sus misiones con un espíritu comunista riguroso, heredado de la Iglesia primitiva, y que sólo debieron renunciar por la presión de la Corona Española.
Montesquieu alaba en esa realización jesuítica “la idea de la religión unida a la humanidad”, y afirma que no trataron de hacerlos primero cristianos sino hombres; nada separa al hombre del cristiano, éste es la perfección del primero.
Los principales jesuitas fueron el padre Javier Urtazun, que murió a los 26 años y el padre Antonio Ruiz de Montoya, entonces superior de las misiones guaraníes, quien fundó 11 reducciones.
En su libro La conquista espiritual, hace un comentario que habla por sí solo de la filosofía de las misiones jesuíticas. Cuenta que al llegar a la reducción Nuestra Señora de Loreto y encontrar a los padres José y Simón, “hállelos pobrísimos pero ricos de contentos.....”
Las Ruinas
Las Ruinas de San Ignacio Mini son de 1600 y fueron declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1983. De sus construcciones edificadas en piedra del lugar llamada “tacurú”, quedan solamente ruinas.
Éstas, como las otras reducciones, estaban organizadas para alojar a las diferentes categorías de los jesuitas, con un confort propio de personas sumamente inteligentes y estructuras avanzadas para la época.
Tenían agua corriente, para lo cual la almacenaban en una cisterna en los más alto y mediante piedras bajo tierra creaban acueductos que proveían de agua a toda la misión. También poseían cloacas, cocinas, bodegas y una organización habitacional de una admirable perfección.
Además erigieron escuelas, ya que una de sus principales preocupaciones era la instrucción y educación de los indios guaraníes.
Su organización
Sería demasiado largo exponer aquí la evolución material y humana de las reducciones. Vale remarcar la maravillosa organización que lograron y la manera humanitaria con que incorporaron a los guaraníes a una vida civilizada y a la construcción de excelentes poblaciones jerarquizadas y productivas, con iglesias fastuosas donde la escultura competía con la arquitectura.
Los aborígenes dejaron de vivir en promiscuidad para hacerlo en sistemas de bloques de casas separadas y destinadas cada una a una unidad familiar.
Las reducciones eran desde el punto de vista urbanístico, muy superiores a las ciudades que las rodeaban -pobres y desprovistas de todo otro confort-, a excepción de Buenos Aires y Córdoba.
Estas reducciones era regidas por un sistema administrativo complejo de ordenada coordinación, que aseguraba su buen funcionamiento.
Además, disponían de un código penal y de un aparato judicial, en el cual, a diferencia del europeo, estaba abolida la pena de muerte y prohibida la tortura.
El sistema económico presentaba rasgos de una federación de ciudades, en los que cada reducción era una unidad económica independiente.
A veces surgían conflictos entre algunas de ellas; si embargo, la solidaridad y su intercambio sociocultural estaban organizados de tal manera que en el conjunto de las actividades productivas y comerciales se resolvían rápidamente los problemas, ofreciendo una imagen de verdadera economía nacional.
El final
Estas reducciones fueron destruidas una tras otras por los bandeirantes de Raposo Tavares. Sólo sobrevivieron al vandalismo Loreto y San Ignacio Mini.
En 1743, el rey de España, Felipe V, los declara inocentes de todas las burdas e interesadas acusaciones que habían sido objeto y se identifica con ellos.
Por medio de la Cédula Grande, se les confiere a las misiones guaraníes un status jurídico que consagra las reglamentaciones establecidas por los misioneros a través de 130 años de experiencia y concede a los indios de las reducciones, los privilegios acordados por sus predecesores, llegando a proclamar: “No existe lugar en las Indias donde mi soberanía sea más reconocida que en las reducciones”.
Pero a pesar de esto, 25 años más tarde, por decreto de su sucesor Carlos III, los jesuitas son brutalmente expulsados de toda la América española y las reducciones libradas a una conducción corrupta e ineficiente, que gracias a la incompetencia de sus conquistadores fue derrumbándose lentamente, hasta transformarse en ruinas en la primera mitad del siglo siguiente.
Los jesuitas edificaron cultura e intelecto, no construyeron cuarteles ni armamentos para la guerra. Sus proyectos fueron concentración, urbanización, socialización, evangelización, educación y civilización.
Edificaron sabiduría, felicidad y vida comunitaria y todo esto lo sabían hacer y muy bien.
El poder que priorizó lo material las destruyó, pero aun perdura en varios americanos del sur, su invalorable espíritu y su ejemplo para toda la humanidad. (Continuará)
Alberto Gatti

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