sábado, 17 de mayo de 2008

DESENTERRANDO A SIMÓN BOLÍVAR


Entrega 4
Por Rodolfo Terragno
Para LA NACION

Eso no le aseguró, tampoco a él, ser profeta en su tierra, donde llegó a negársele talento militar y valentía. Es cierto que no tuvo una Cancha Rayada sino varias: pero él decía que "el arte de vencer se aprende en las derrotas", y su historia sugiere que no le faltó razón.
Comenzó siendo "el Napoleón de las retiradas", como decía Manuel Piar. Huyó, sucesivamente, a Curaçao, a Jamaica, a Haití. Hacia mayo de 1818 tuvo que entregar la dirección de la guerra a José Antonio Páez, "General en Jefe de la Independencia de Venezuela". Luego, su suerte quedó atada a la de Santiago Mariño, el "Libertador de Oriente". Y a la de Francisco de Paula Santander, "El Organizador de la Victoria". No obstante, Bolívar tenía genio militar. Lo demostró en la Campaña Admirable, Boyacá, Carabobo y Junín: sus grandes triunfos. Con gran despliegue de capacidad táctica y coraje, en Junín ganó un combate épico, librado solo con sables y lanzas. Rodeado por los cadáveres de 259 realistas y 45 criollos, aquella noche durmió en el campo de batalla, presintiendo el triunfo final.
Hoy nadie discute su índole.
Algún colombiano sugiere que Santander fue más importante, y no falta el venezolano que musite: "El verdadero padre de la Patria fue Páez". En verdad, Santander y Páez pudieron forjar sus países gracias a Bolívar. Como San Martín, el venezolano comprendió que América no sería libre hasta que no cayera el Perú, corazón del imperio español. Con criterios domésticos, San Martín fue criticado por abandonar las Provincias Unidas, y luego Chile; Bolívar, por dejar atrás Venezuela y, más tarde, Colombia.
Los libertadores facilitaron la construcción de naciones. Para honrarlos, no hace falta disminuir a quienes se sacrificaron fronteras adentro. No cabe el odio extemporáneo que Hugo Chávez profesa a Páez, "ese traidor" cuyos restos querría desalojar del Panteón Nacional. Bolívar fue un militar de envidiable tesón; y un político que, en pos de la eficacia, no vaciló en ser dictatorial. Mientras construía poder, tomó decisiones como el Decreto de Guerra a Muerte, dado en 1813:
“Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes , si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables .”

La historia venezolana defiende aquel decreto: sostiene que la guerra civil debía ser transformada en guerra nacional. Sin embargo, la severidad de Bolívar traspasó más de un límite. Cuando derrotó a Monteverde, en 1814, hizo ejecutar a centenares de inermes españoles. Por esa decisión perdió el favor de Bentham. Es cierto que él no podía mostrar debilidad ante enemigos sanguinarios, como Antonio Zuazola, que despuntaba narices o desollaba hombres vivos. Es cierto, también, que él no se relamía la sangre sino que recurría a la violencia como instrumento, odioso pero a su juicio imprescindible. Piar, aquel jefe que se mofaba de sus huidas, fue ejecutado. Sobre esto dijo Bolívar:
“Esa ejecución fue un golpe maestro en política, que desconcertó y aterró a los rebeldes, puso a todos bajo mi obediencia, me permitió efectuar la expedición de Nueva Granada y crear la República de Colombia. Nunca ha habido una muerte más útil, más política y por otra parte más merecida.”
Con astucia y rigor, Bolívar venció a enemigos y rivales, hasta dominar la región septentrional de Sudamérica. Fue entonces cuando San Martín le pidió ayuda. La historia sigue hablando, sin razón, del "misterio" de Guayaquil. Hay pocos acontecimientos menos enigmáticos. El Protector había proclamado en 1821 la independencia del Perú; pero el virrey De La Serna gobernaba el sur del país desde Cusco, mientras su ejército, intacto, esperaba la ocasión de arrojarse sobre Lima y el norte. Los realistas contaban, además, con la eventual ayuda de Fernando VII -repuesto en el trono español-, los Borbones franceses y la Santa Alianza: Francia, Rusia y Austria.
Había que unificar los ejércitos de Bolívar y San Martín y destruir cuanto antes al ejército de De La Serna. La unidad de mando -esencial a toda estrategia- requería que ambos ejércitos se unieran bajo un solo jefe, que solo podía ser Bolívar. En la cumbre de su poder político y militar, controlaba los países que había liberado, tenía fuerzas poderosas y contaba con Antonio José de Sucre, que venía de consolidar en Pichincha la independencia de la Gran Colombia. En cambio, San Martín no mandaba en parte alguna, salvo la porción libre de Perú. Había tenido que prescindir del "lord filibustero", Cochrane, quien se había declarado en rebeldía. Le faltaba el apoyo de Buenos Aires; y O Higgins, su socio chileno, estaba quedándose sin poder. (Continuará.- Las entregas se hacen los los miércoles y domingo)

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