jueves, 10 de diciembre de 2009

DE LA SOBERBIA A LA REDENCIÓN


La Nación, adnCultura, La Nación, Argentina
Por Hugo Beccacece
¿Quién no padece en algún rincón de su alma de esnobismo? El que lo niegue miente o se desconoce. El aficionado al tango que va a bailar a "su" milonga y la distingue de las "otras", pobladas por turistas, contaminadas por gente con pretensiones, así como el conocedor que frecuenta los locales ignorados, aquéllos donde está lo auténtico, y desdeña a los que se deslumbran con el tango acrobático de los grandes hoteles no es mezquino ni hosco: simplemente es esnob. Tanto como lo es el viajero novato que en Estambul va a ver bailar la "verdadera" danza del vientre, o en Sevilla a escuchar el "verdadero" cante jondo, aunque no pueda entender cuál es la diferencia entre las expresiones genuinas y las falsas
.
Esnob de una causa equivocada es la señora que, para su conjunto de madrina de casamiento, viaja hasta Barrio Norte ilusionada por comprarse ropa en la misma boutique que la presidenta, donde se encarga un vestido con cinturón de hebilla enorme y cuadrada, el mismo tipo de hebilla que la primera mandataria exhibe orgullosa en las cumbres internacionales. Ésta, a su vez, posa al lado de las discretas Michelle Bachelet y Angela Merkel, esperanzada quizá con parecerse, así ataviada, a Carla Bruni o a Diana de Gales, aunque no tenga la misma figura ni tampoco los mismos gustos. En el fondo, ¿todo eso no es enternecedor? Somos tan iguales cuando queremos ser diferentes.
Hay esnobismos de distinta clase. El cultural puede tener consecuencias imprevisibles. El esnob que lee los textos considerados "imprescindibles" (el adjetivo a mano cuando a los críticos no se les ocurre otro), que ve las muestras "imperdibles", lo que le recomiendan los jueces más exigentes y sofisticados de las revistas culturales, aun cuando no disfrute de todo eso, aun cuando los libros se le caigan de las manos, se expone a un material que no es inocuo. Ignora que, a veces, los críticos, ávidos de novedad, esclavos de la teoría, se empeñan en elogiar lo que no lo merece porque piensan que un verdadero escritor, un verdadero artista deben aportar alguna innovación. Eso es también lo que busca el esnob: la novedad, de preferencia incomprensible, que excluya a un público masivo. Pero, a veces, contadas veces, el esnob se enfrenta a una obra innovadora, nacida del fervor sublimado de la sangre y del deseo (las únicas garantías de valor atendible). Al principio puede no entender lo que tiene delante, pero se da cuenta de que algo aún innominado late en su propia sangre, y la frivolidad desaparece. Cuando ocurre algo así, el esnob deja de serlo y reemplaza su vertiginosa carrera detrás de "lo último" por un diálogo con la obra. No se debe menospreciar a los esnobs. La redención, como el amor, los espera en el vernissage o en el libro menos pensado.
hbeccacece@lanacion.com.ar

No hay comentarios: