jueves, 17 de diciembre de 2009

EL FENÓMENO MILLENNIUM


La Gaceta, La Gaceta Literaria, Tucumán, Argentina, 13Dic09
Stieg Larsson tuvo la misma muerte que uno de los personajes de una trilogía que escribió y nunca llegó a ver publicada. Un infarto le impidió apreciar un éxito editorial conformado por 13 millones de ejemplares vendidos en más de 40 países. La reina en el palacio de las corrientes de aire, el último tomo de la trilogía Millennium, se mantuvo doce semanas en el ranking 2009 de libros más vendidos de LA GACETA Literaria. Por Juan Manuel Montero - Para LA GACETA, Tucumán.
Fotos: | Stieg Larsson y la “escuálida salander”. La joven que pasó gran parte de su vida en un psiquiátrico, amarrada noche y día, es una historia dentro de la gran historia que construyó Larsson. Por ello, ilustra las portadas de sus tres libros. ARCHIVO
Conan Doyle jamás habría imaginado a Lisbeth Salander como compañera de Sherlock Holmes. Si bien el sueco Stieg Larsson utilizó la consabida fórmula de detective-ayudante para su genial trilogía Millennium, la sola presencia de esta joven, la columna vertebral de los tres libros, le da a la obra un valor único. Puede decirse que Millennium no habría alcanzado la categoría de best seller si no fuera por esta mujer a la que el mismo Larsson definió como una "una sociópata con rasgos psicopáticos que no funciona como la gente normal. Ni siquiera tiene la más mínima consideración sobre lo que está bien o está mal".

Larsson tenía 50 años cuando culminó su trilogía. El 9 de noviembre de 2004, el primer libro, Los hombres que no amaban a las mujeres, aún no había visto la luz y él estaba manteniendo un frenético intercambio de e-mails con su editora, Eva Gedin. Había pasado ocho meses trabajando sin descanso. Sus amigos recuerdan que dormía tres horas al día, fumaba tres paquetes de cigarrillos y tomaba 20 cafés diarios. Ese día llegó al edificio donde está la revista Expo, en la que denunciaba a grupos nazis (lo que le valió no pocas amenazas), y el ascensor estaba roto. Eran las 13.30. Subió por la escalera los siete pisos y a la media hora sufrió un infarto. Murió cuando lo trasladaban en una ambulancia hacia un hospital. Dejó como legado una obra que se transformó en un éxito mundial, con más de 13 millones de copias vendidas en todo el mundo y con una regalías impresionantes que, como no podía ser de otra forma, hoy enfrentan a los padres del escritor con quien fue su compañera a lo largo de 30 años, Eva Gabrielsson.

Libros que no se pueden dejar
Pero, ¿qué es lo que convirtió a esta trilogía en semejante éxito? En Suecia no se tenían demasiados antecedentes de semejante boom editorial desde Henning Mankell. Hay quienes advierten que el secreto de Millennium no está tanto en la forma de escribir de Larsson, sino en la historia. Pero esto es quitarle mérito al autor. Larsson construyó evidentemente una formidable narración, y lo hizo, como le sucede a muchos escritores, cuando comenzaba a aburrirse. Fue justamente Gabrielsson quien lo instó a continuar un relato que había publicado en 1997, en el cual un hombre recibe cada día de su cumpleaños una flor de un remitente anónimo. Larsson, que en ese momento disfrutaba junto a su novia de unas vacaciones en el archipiélago de Estocolmo, incluyó esa escena en el inicio del primer libro. Así comienza la historia que a lo largo de las 2.250 páginas que conforman la trilogía, mantiene amarrado al lector de una forma casi obsesiva. Se trata, ni más ni menos, del típico libro que uno no puede soltar hasta que lo termina.
La obra gira alrededor de dos personas, el periodista económico Mikael Blomkvist y Salander. Los dos se conocen a partir del pedido de un multimillonario, presidente de una gran empresa sueca, quien, antes de morir, pretende saber qué pasó con su sobrina, desaparecida hace más de 30 años. Las vidas de Blomkvist y de Salander se cruzarán cuando él vea en ella la persona adecuada para secundarlo en la investigación. Pero Salander es una historia dentro de la gran historia. Es una joven que pasó gran parte de su vida en un psiquiátrico, amarrada noche y día en una camilla, de baja estatura y casi escuálida, con el cuerpo lleno de tatuajes y de piercings, medio autista, bisexual y con la ira a flor de piel. Reniega de cualquier tipo de control y, ante todo, desconfía de las instituciones, comenzando por la Policía y la Justicia. Desdeñada por sus compañeros de trabajo, su jefe, propietario de una empresa de seguridad privada, encuentra una ocasión especial para hacer que ella colabore con el periodista.
Salander es una verdadera outsider, pero esa es una de sus cualidades. Puede entrar donde quiera. Y además, cuenta con una virtud absolutamente necesaria en épocas como las que corren: es una experta hacker, lo que a Blomkvist le resultará imprescindible para su trabajo. El periodista, por su parte, tiene como principal virtud la perseverancia, a la que acompaña con una alta dosis de inteligencia y de ego, fundamental para su profesión. Ambos se unen para descubrir qué pasó con la joven desaparecida y entablan una relación muy especial, que se desarrolla a lo largo de los tres libros.
La historia tiene todos los condimentos necesarios para convertirse en un gran policial: crímenes, conspiraciones, perversiones sexuales, persecuciones, trampas financieras. Pero no deja de ser menos protagonista la misma Suecia, tanto con sus invernales paisajes, como por sus cálidos veranos, rodeados de montañas, ríos y por la fascinante Estocolmo. Todo esto está narrado impecablemente por Larsson, que se detiene en los detalles y pinta paisajes y costumbres de cada personaje (que son muchos), incorporándolos naturalmente al relato.

La continuación de la historia
A Los hombres que no amaban a las mujeres le siguió La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, donde Larsson comienza a contar qué fue lo que le pasó a Salander para llegar a ser la persona hosca y oscura que ya conocemos, pero no es una novela rosa. En el medio, un periodista, compañero de Blomkvist, y su esposa, que investigaban la trata de personas, son brutalmente asesinados, al igual que el abogado nombrado por la Justicia como administrador y cuidador de la propia Salander, a quien la Policía acusa por los tres crímenes.
El tercer libro, La reina en el palacio de las corrientes de aire, es una neta obra de espionaje, en la que el pasado y el futuro de Salander convergen hasta que la realidad golpea a todos. Larsson, además, consigue algo que no es fácil: después de las .2250 páginas, cierra la historia con maestría, y no quedan cabos sueltos.
El éxito no se hizo esperar y, como no podía ser de otra forma, ya se filmó la primera película, rodada en Suecia y España bajo las órdenes del danés Niels Arden Oplev, y protagonizada por los suecos Michael Nyqvist y Noomi Rapace.
En los e-mails que Larsson se escribe con su editora, el sueco deja en claro que detesta las injusticias, y que por eso sus dos protagonistas no dudan en poner la vida en juego si es necesario para defender sus ideas. Larsson sabe bien lo que dice: fue trotskista y durante gran parte de su vida investigó los movimientos de extrema derecha en su país y las vinculaciones que estos tenían con las empresas suecas. En la última entrevista que publicó antes de su muerte, cuando el primer tomo aún no había sido publicado, Larsson dejó esta impresión: "escribir historias de detectives es escribir literatura ligera, puro entretenimiento. En principio no es como escribir propaganda política o literatura clásica. El género negro, ya se sabe, es una de las formas más populares de entretenimiento que existen. Si además intentas decir algo con ello… bueno, yo lo he intentado, por supuesto". Y le salió más que bien. Lástima que no sobrevivió como para gozarlo.

Juan Manuel Montero - Editor de la sección Policiales de LA GACETA.

Perfil

Stieg Larsson nació en Skelleftehamn (Suecia), en 1954. Cuando tenía 14 años vio cómo unos amigos suyos violaban a una chica en un camping. Este hecho, que recrearía en una de sus novelas, lo marcó para siempre. Se convirtió en un firme defensor de los derechos de la mujer y en un luchador contra el racismo y los movimientos de extrema derecha. Esa lucha lo llevó al periodismo y, en 1999, a dirigir la revista Expo, dedicada a estudiar las tendencias antidemocráticas en la sociedad. Publicó varios libros sobre las actividades de grupos neonazis en Suecia y sobre las conexiones de estos grupos con el mundo de la política y las finanzas. Recibió numerosas amenazas derivadas de sus investigaciones y, a raíz de las primeras y de la muerte de un compañero suyo en un atentado, decidió no casarse con su pareja para que su nombre no estuviera asociado al de ella en ningún registro público. Durante 2001 empezó a escribir una historia, casi secretamente y durante las noches. Los protagonistas eran la investigadora Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist, periodista de investigación de la revista Millennium. Completó tres libros de su historia y se los pasó a una editora amiga. En el tercer tomo, basándose en los padecimientos que sufría a causa de los tres paquetes de cigarrillos que consumía diariamente, combinados con las escaleras que debía subir para llegar a su departamento de 56 metros cuadrados, incluyó un personaje que moría de un infarto a raíz de un esfuerzo análogo. Esa muerte lo esperó, pocos meses después de imaginarla y antes de que se publicara el primer título de la serie, a causa de un ascensor fuera de servicio que normalmente lo llevaba al séptimo piso en el que se encontraba la revista en que trabajaba. A los 50 años, Stieg Larsson se despedía de una vida que le tenía reservado un éxito arrollador, que se traduciría en 13 millones de ejemplares vendidos que jamás vería. Mario Vargas Llosa le dio la bienvenida a ’’la inmortalidad de la ficción’’ y Joaquín Estefanía, ex director del diario El País, de Madrid, sostuvo que en la Millennium se desarrollan algunas de las mejores reflexiones que se hayan hecho sobre el periodismo moderno. Mientras se estrenan, con gran éxito de taquilla, las primeras dos películas derivadas de la trilogía y se prepara una serie de televisión, los lectores siguen devorando las más de 2.000 páginas urdidas por el talentoso sueco.

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