viernes, 26 de diciembre de 2008
AMALIA NIETO Y FELISBERTO: POESÍA MUSICAL, POESÍA VISUAL
El País, Montevideo, Uruguay, 26Dic08
Victoria Verlichak
(desde Buenos Aires)
AMALIA NIETO tenía cerca de cuatro años cuando el prestigioso bailarín y coreógrafo Vaslav Nijinsky estrenó en 1911, con la compañía de los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev en París, la célebre obra para ballet Petruchka, de Igor Stravinsky. Entonces, no podía saber que la Suite de Petruchka en tres movimientos para piano, escrita en 1921 por el compositor ruso por encargo de Arthur Rubinstein, sería central en la corta y fecunda etapa que ella compartió con el notable escritor y músico Felisberto Hernández.
En 1935, al amparo de Stravinsky, los uruguayos Amalia Nieto (Montevideo 1907-2003) y Felisberto Hernández (Montevideo 1902-1964) comenzaron a escribir un notable capítulo artístico en la costa más amable del Río de la Plata, en paralelo a la historia amorosa que tejieron. Es cuando a instancias de Amalia -según dijo a El País Cultural (Nº 676) el nieto de ambos, Sergio Elena Hernández- Felisberto incorporó la Suite de Petruchka a su repertorio de concertista de piano.
A pesar de los coloridos acordes y del marco festivo en que se desenvuelve gran parte del argumento de la obra, el final es triste. El personaje de Petruchka -en ruso, cariñoso diminutivo de Pedro- es una marioneta con sentimientos humanos, que se enamora perdida e imposiblemente de la bailarina. La Suite de Petruchka, inevitablemente, remite al imaginario del ballet que la originó.
Feliz hallazgo. De este lado del río, en una Buenos Aires con una actividad en artes visuales incesante, pero no siempre estimulante, la deliciosa muestra "Amalia Nieto. Cartas a Felisberto" fue un feliz hallazgo. La galería Jorge Mara-La Ruche presentó más de cien vibrantes acuarelas y dibujos que la artista pintó o pegó en la correspondencia que le envió a Felisberto hace más de setenta años, entre 1935 y 1937, cimentando su noviazgo mientras él recorría con sus conciertos hasta el último rincón de Uruguay, y de localidades brasileñas y argentinas.
El galerista Jorge Mara ofició de curador y logró reunir nuevamente a Amalia y a Felisberto a través de la exhibición de las ilustraciones originales, recortadas de las misivas por la propia artista, y de varias vitrinas con documentación de ambos. En su texto "Acordes aplastados" presentando esta muestra, Sergio Elena Hernández destacó: "Dentro de este contexto, y dentro de lo que hemos llamado junto al escritor Jorge Sclavo, el `Teorema Felisberto`, es decir el carácter de aventura-periplo de las giras, y su resolución insólita, es que aparecen entonces los citados dibujos, de carácter emotivo-geométrico, y que llevan implícitas - pese al fuerte contenido mercurio-mental- las fuertes cargas subjetivas del momento".
La muestra constituyó un acontecimiento excepcional por la calidad de lo exhibido y porque invitó a indagar en la obra de ambos. En Argentina, prácticamente se desconoce a la perceptiva artista y al Felisberto músico, a pesar de sus cientos de conciertos públicos, incluido el de 1939 en el afamado Teatro del Pueblo de Buenos Aires, institución vinculada desde su fundación en 1930 al Partido Comunista. Fue otra de las paradojas en la vida del músico, un conocido anticomunista. Sus libros -Fulano de tal (1925), Nadie encendía las lámparas (1947), Las hortensias (1949), entre otros-, están agotados desde hace años.
Aunque la exhibición tiene a la obra de Amalia como eje principal, "la idea fue abrir una puerta al mundo de Felisberto", dijo Mara. Así, en las múltiples e importantes reseñas y tapas sobre la muestra publicadas por la prensa gráfica argentina, tomó preeminencia la mítica figura del escritor, generosa en anécdotas y excéntricas ocurrencias, antes que la figura de la artista visual, de delicada sensibilidad y perfil más bajo.
Es que la obra de Amalia Nieto circuló marginalmente en la Argentina. Exhibió con anterioridad solamente dos veces, al margen de la presencia ocasional de sus obras en algunas ferias de arte contemporáneo, como arteBA, de la mano de galerías como Sur (Uruguay) y Cecilia de Torres (Estados Unidos).
La artista fue invitada en 1964 a la II Bienal Americana de Arte de Córdoba, patrocinada y organizada por Industria Kaiser Argentina. Con sede en la Universidad Nacional de Córdoba, el prestigioso encuentro -trascendente para la historia del arte regional- publicó un catálogo, donde se reproduce una de las tres pinturas presentadas por Nieto de su serie de los "búhos": América insólita (1964), en la que brotaban algunos gestos informalistas. La Bienal fue vista por un público algo reducido. Después de todo, en un país tan centralizado como Argentina se sabe que Dios atiende en Buenos Aires. La muestra otorgó el primer premio al colombiano Alejandro Obregón y tuvo entre sus jurados a Marta Traba, que menciona a Nieto al pasar en su señero libro Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas, 1950-1970.
La segunda exhibición de la artista en la Argentina fue en la Embajada de Uruguay en Buenos Aires (1989), donde mostró su serie Naturalezas muertas mentales, con las que -como afirmó el crítico Nelson Di Maggio en La República cuando fallece la artista, en 2003- "alcanzó la cima de su parábola creadora, utilizando un lenguaje coloquial y recoleto, de música de cámara, necesario para percibir con cuidado los sutiles matices de su propuesta estética".
Tan cerca y tan lejos, hasta "Amalia Nieto. Cartas a Felisberto" no existía bibliografía sobre la artista generada en Buenos Aires.
Cartas a Felisberto. La exhibición "Amalia Nieto. Cartas a Felisberto" fue realizada con material prestado por unos pocos coleccionistas y con obras que actualmente son de la familia de los artistas. Verdadero encuentro visual-literario-musical, la inauguración contó con una presencia inusual. Rodeado por las obras de Amalia, en un piano especialmente instalado en la galería, el músico Sergio Elena Hernández interpretó, entre otras, "Negros", una de las composiciones "propias que Felisberto incluyó con más frecuencia en sus programas, seguramente por considerarlo uno de sus logros más importantes. Se trata, en verdad, de un piano tratado como radicalmente percusivo", señala el experimentado crítico argentino Federico Monjeau (revista Ñ, 20/9/2008). "Sus programas no eran estrictamente clásicos, sino más bien contemporáneos; rara vez faltaban obras de los españoles Falla o Albéniz. También solía incluir a Mussorgski, Borodin (…). Se inclinaba más por las formas breves y las piezas de color que por la gran narración de la sonata (el cuento más que la novela)".
Las piezas compuestas por Hernández -"Crepúsculo, "Tres preludios", "Un poco de Mozart", entre otras- , algunas inéditas, fueron grabadas para esta ocasión por Elena Hernández en un CD que acompaña al espléndido catálogo, editado por Jorge Mara-La Ruche y el Centro Cultural de España de Montevideo. Profusamente ilustrado a color con todas las obras de la exhibición, el catálogo incluye los conocidos y valiosos textos de Julio Cortázar e Italo Calvino sobre Felisberto escritor y fragmentos de apreciaciones de Joaquín Torres-García sobre la obra de Amalia, junto a nuevos y provocadores ensayos de Sergio Elena Hernández y Claudia Cerminatti acerca de la relación entre ambos artistas.
En un sector diferenciado, cuatro vitrinas desplegaron la totalidad de las primeras ediciones de los libros de Hernández, partituras musicales incluyendo la de Petruchka ilustrada por Amalia (que, junto al boceto del afiche que anunciaba la Suite de Petruchka, pertenecen a Norah Giraldi de Dei-Cas) programas y reseñas de prensa de sus conciertos, fotos de familia y de los protagonistas del Montevideo cultural de los años 30 y 40, junto a los curiosos manuscritos con la taquigrafía inventada por Felisberto.
En 1935, cuando se inició la correspondencia, ya Amalia formaba parte de la Asociación de Arte Constructivo -creada por Torres-García luego de su regreso a Montevideo en 1934-, de la que fue secretaria durante años. Pero, observando las acuarelas y dibujos de "Cartas a Felisberto" resulta evidente que Amalia durante su primera estadía en París, entre 1929 y 1931, frecuentó las sutilezas de la vanguardia a través de sus profesores (algunos adscribían al fauvismo o al cubismo) de la Academia de la Grande Chaumière y del taller de André Lhote, y que conoció la abstracción geométrica rusa.
La serie aquí exhibida tiene la impronta constructiva y emotiva del Kazimir Malevich de los años treinta. Simplificadas y de brillantes colores, Nieto crea enternecedoras figuras de trazos ciertos, por momentos temblorosos y sencillos, que se asoman a la geometría y transitan ciertas formas de la abstracción y la figuración.
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