domingo, 21 de diciembre de 2008

EL BULULÚ


(*) (Cuento.- Entrega I de III)
-¿Podéis padre, comprar pan en la tahona?
-¿Padre?- se rió el señor- Anda, corre y cómprate ese pan- la moneda lanzada al aire me obligó a saltar para atraparla, iniciando una rápida carrera hacia la plaza. ¡Siempre me fascinó la Plaza de Manzanares el Real! Miré la moneda con los ojos brillando por la pura avaricia de mis ocho años, no por lo que ella significaba en riqueza, ni por la esfinge de Carlos V Emperador campeando en una de sus caras; sino pensando en la hogaza aún caliente y perfumada en la que la transformaría. ¡Me ilusionaba ir a la plaza!... Podía jugar con otros niños de mi edad, corretear entre los carros, ver abrevar a las bestias en la fuente, o colarme en la venta donde los parroquianos jugaban al boliche (1) , bebían y chanceaban con voces ásperas templadas por las inclemencias del clima y el grueso vino de la tierra. ¡Siempre pasaba lo mismo!... Aparecía la bolichera; gruesa y ruda matrona acostumbrada a expulsar borrachos; para recordarme con sus escobazos que ese no era lugar para reunión de niños. Impenitente pecador, regresaba una y otra vez atraído por el sabor de lo prohibido y la disimulada protección de las mozas de servicio, anónimas cómplices que hacían la vista gorda, sin faltar alguna que diera la voz de alerta cuando la impiadosa escoba estaba próxima.
En la plaza algo fuera de lo común aglutinaba en uno de sus extremos tanto a niños como a mayores, dejando casi desierto el resto. Dudé un instante y emprendí rápida carrera hacia el corro, ¡el pan podía esperar en la tahona! Aprovechando mi escasa talla serpenteé por entre las piernas logrando llegar a la disputada primera fila.
De inmediato me atrapo la febril actividad de un hombre que con hábiles maniobras disponía contra un muro una serie de lienzos primitivamente pintados pendientes de un marco de madera. Vestido con estrafalario jubón de mangas y piernas de dispares y chillones colores; abarcas cuajadas de cascabeles haciendo juego con los que pendían de las numerosas puntas de su gorro y el toque mágico que le daba una remendada capa negra; trozo de nocturno cielo donde fulguraba una pléyade de astrales signos.
Entre el bufón y la gente que se apiñaba, una niña, señuelo y pregón, tocaba la flauta acompasando con su música las monerías de una cabra, despertando la hilaridad de los rústicos. Terminando el acto, con plástica cabriola el animalito se encaramó a una pequeña columna de madera sobre una improvisada mesa, permaneciendo con sus cuatro patitas juntas en precario equilibrio. Un estudiado grito de la niña arrebatando la columna en exagerado gesto, a la vez que la cabra saltaba al suelo y permanecía sentada sobre sus patas traseras, arrancó un nutrido aplauso de los villanos retribuido por la reverencia de la pequeña que dirigía con su gesto la atención hacia el multicolor personaje, en ese momento de espaldas e inmóvil. Un golpe de pandero lo activó girando velozmente, sorprendiendo a todos con la máscara dorada de exagerada nariz aguileña y prolongado mentón, que cubría su rostro. La voz impostada y el gesto exagerado del aquel ser me sacó de mi momentánea evasión devolviéndome a la plaza, en el momento en que el artista comenzaba su parlamento:
-Inspirado por los duendes del bosque, y conocedor del secreto del Gran Gigante, he venido ha relatar a la hermosa y avisada gente de esta villa sobre las hechuras del Maligno cuando quiso superador al Creador, para abrir las entendederas de tanta buena gente como aquí veo- un silencio en su discurso y otro golpe de pandero tensó la atención de su público, acallando las voces de algunos niños que persistían en sus rencillas para acomodarse en un puesto de privilegio.
Embozado con la capa, con afectado movimiento echó hacia atrás al primer lienzo, que a modo de telón cubría otro de pintura multicolor representando una floresta rica de frutos, en donde presidía la escena una figura con aires y ropajes de emperador romano coronado por apéndices que tanto podían ser rectos cuernos, rayos de luz divina o ridícula corona, mientras con su brazo derecho señalaba a un hombre que pugnaba por salir de una informe masa de color pardusco. En el fondo del dibujo, tras un árbol se encontraba el rostro de un demonio espiando la escena, envuelta al cuello su larga cola con punta de saeta.
-Hace más de cinco milenios, cuándo Yahvé, como entonces se llamaba Dios Nuestro Señor, creó el mundo donde hoy por su gracia habitamos- continuó su discurso señalando con ampulosa gesticulación a la figura con aspecto imperial- Hizo también al primer hombre, Adán, con el polvo del suelo y las aguas de los ríos que regaban el jardín donde vivían.
El bululú rompió su pausada actitud con un sorpresivo salto hacia atrás para caer en actitud de felina amenaza, sazonada con el cantar de los cascabeles, provocando una exclamación de admiración del público sorprendido por la cabriola y el mágico cambio de la máscara que ahora representaba a un demonio de grandes cuernos.
Lucifer se retorció en una carcajada empuñando un rojo tridente e inició una rápida corrida amenazando a su público que retrocedió, entre nerviosas risas de los mayores y gritos de espanto de los pequeños.
Me agazapé aterrado abrazándome a una pierna anónima, aterrado por la sonora voz del Diablo.
-No había escapado a la malvada curiosidad del Demonio- señalaba el fantoche con su tridente el rostro que espiaba detrás del árbol en el pintado lienzo- el prodigio que Yahvé había hecho, haciendo de barro un hombre, e insuflándole vida con su aliento.
La flauta de la niña había subido su volumen, acompañando el crescendo del juglar que describía con sus contorciones y movimientos espasmódicos la lucha interior del Maligno aprisionado entre la admiración y la envidia atacando con sorna su parlamento.

(*) bululú. (Voz imit.). m. Farsante que antiguamente representaba él solo, en los pueblos por donde pasaba, una comedia, loa o entremés, mudando la voz según la calidad de las personas que iban hablando. (RAE)

( 1 )Juego que consistía en arrojar una bola en una mesa cóncava con orificios, dependiendo el puntaje que se lograba, del orificio donde se introducía.
(Continuará el miércoles 24)
Diciembre 2008, a 50 años de constituirse nuestro grupo de amigos.- Continuará el miércoles 24.
Alfonso Sevilla

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