lunes, 15 de diciembre de 2008

¡A GASTAR PÓLVORA SE DIJO!...


La Voz del Interior, Córdoba, Argentina, 15Dic08
Los ejercicios militares terminaron por ser una obligación los domingos. Era de ver a la mocedad pasar rumbo al cuartel, mientras en los balcones se asomaban sonrisas juveniles, como un prólogo para la retreta de la tarde. Por Efraín U. Bischoff .
Efraín U. Bischoff
Historiador, escritor

Todos los evocadores de aquellos días argentinos de los alrededores del año 1890, no han dejado de puntualizar las amarguras pasadas por el pueblo del país. En consecuencia, nosotros no vamos a descubrir esa faceta histórica, pero anhelamos puntualizar algunas indicaciones vinculadas con la existencia cordobesa. Presidente de la República era el doctor Miguel Juárez Celman, estrechamente relacionado con la sociedad cordobesa. Diversas circunstancias hicieron tener en la juventud el deseo de saber manejar las armas. Pocos eran declarantes de adiestrarse para defender sus ideas, sino por lo general con palabras amables comunicaban a quien querían Irós, que era para no errar el escopetazo ante la salida volando de alguna perdiz o la corrida de un conejo frente al vehículo utilizado para ir a pasar un día en las serranías… Tuve hace muchos años oportunidad de escuchar a hombres mayores de edad que en aquellos días de 1890 estaban en plena juventud, y cuando referíanse a todas las andanzas tenidas no dejaban de subrayar haberlo hecho, en reiteradas oportunidades, para quedar requetebién ante una novia en ciernes o, secretamente, mostrar a alguno de sus adversarios en conseguir un amor que debía con él tener cuidado pues donde él ponía “el ojo ponía la bala”. Pero seguían la amistad… Esa época se deslizó así y siempre que me tocó recordarla a través de los documentos y publicaciones periodísticas entonces dadas a conocer, encontramos nuevas referencias. Lo cierto es que alguien calificó de “epidemia” a la costumbre de saber manejar las armas, tomándola con sonrisas. No faltó el pendolista capaz de largar al vecino de enfrente de su casa, una cuarteta como para hacerle saber que no tenía con él que descuidarse. Así, en unas líneas periodísticas de 1889, aparecieron sabrosas expresiones y ahora copio de mi memoria: “Señor, usted mirado / con bastante asiduidad, / a niña de la otra cuadra / donde yo también he puesto / mis pupilas de galán… / quiero advertirle, vecino, / no estar dispuesto a dejarme / se me escape esa avecilla / y para eso he buscado / un cañón que mi abuelito / utilizaba en los casos / que deseaba conquistar… / vaya, usted, sabiendo ahora / que si mi abuelo no erraba / tampoco yo voy a errar...”. Y el otro, desde la vereda de enfrente, le hacía seña de “pito catalán” con sus dedos sobre la nariz…

Obligación dominguera. Los ejercicios militares terminaron por ser una obligación los domingos. Era de ver a la mocedad pasar rumbo al cuartel, mientras en los balcones se asomaban sonrisas juveniles, como un prólogo para la retreta de la tarde. Casi siempre, sargentos ya curtidos de los batallones de línea tenían a su cargo la instrucción de la muchachada, y a poco de andar en los barrancones del ahora Parque Las Heras, la fusilería forjaba un revolotear de pájaros en las mañanas domingueras. No faltaron algunos cronistas que en diversos tonos comentaron en las páginas periodísticas ser necesario crear entidades reuniendo a los jóvenes y a los que no lo eran, para que pudieran practicar, y de esa manera se encontraran todos adiestrados para afrontar alguna situación peligrosa, ya que fuera de los grupos políticos entonces dominantes (aunque el partido Autonomista Nacional era el apretador de la mano desde el gobierno y distintos sectores del pueblo), los “cívicos” iban apareciendo con apariencia tímida, pero con ganas de ganar cualquier combate...”. Ocurrió que siendo gobernador de la provincia don Marcos N. Juárez, no faltaron quienes le calentaron la oreja para tomar la iniciativa de crear la mencionada institución. Así fue como el 19 de julio de 1889, dio a conocer un decreto mediante el cual se permitía la fundación de “La Sociedad de Tiro al Blanco y Manejos de Armas”. En los considerandos del aludido decreto señalábase que entidades de esa naturaleza “levantan y robustecen el espíritu nacional por el convencimiento de la propia fuerza”. Pocos días después, el 31 de julio, se presentó el denominado Club General Paz, solicitando constituirse en “Sociedad de Tiro al Blanco”, siendo presidente el señor Manuel Fernández Narvaja. Como entendido en la cuestión, el capitán Tristán Villarruel se encargó de redactar el reglamento correspondiente, siendo aprobado por el gobierno provincial el 24 de setiembre de ese año. Desgraciadamente, a poco de comenzarse la organización, sobrevinieron los dramáticos acontecimientos de 1890, pero apaciguados los ánimos en 1891, fundose en Buenos Aires, presidido por el doctor Aristóbulo del Valle, el “Tiro Federal Argentino”. Meses más tarde, nació aquí una institución similar, el 30 de mayo de 1892, siendo sus autoridades provisorias encabezadas por el capitán Pedro Gordillo. Días después, en el Teatro Progreso, el 8 de junio, quedó designada la comisión directiva, encabezada por el doctor Pedro Funes Lastra. Pero el entusiasmo de los momentos iniciales decayó luego. Sin embargo, el 5 de abril de 1895, en otra asamblea realizada por el doctor José del Viso, se retomó. El diario La Libertad había dicho el 6 de marzo de ese año: “No podemos dejar de tener fe en el patriotismo de los hijos de Córdoba”. La respuesta fue la aparición de la entidad de tiro. Pueblos del interior imitaron el gesto: en Deán Funes se creó el 14 de abril de 1895, presidida por don Alejandro Bustamante; en Cruz del Eje, el 8 de mayo siguiente, encabezada por A. Castro y en Villa Dolores, el 12 de ese mismo mes, con presidencia de David Ruiz Palacios. Otras localidades hicieron igual. Era como gritar: “¡A gastar pólvora se ha dicho!...”.
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