miércoles, 27 de agosto de 2008
EL ARTE (CONTEMPORÁNEO) DE CONSTRUIR FORTUNAS
Informe-Dipló, Le Monde Diplomatique.- Especial, 20Ago08
(Nota de la Redacción de Clave 88: dada la extensión de la nota se ha presentado en dos entregas, para ver la Entrega 1 haga clic)
Entrega 2 y última
¿Quién fija el valor de una creación?
Los valores tradicionales de las subastas de Christies’s y Sotheby’s triunfaron en un contexto financiero tormentoso. ¿Podría tratarse de un retorno a la razón, aquella que algunos profesionales del sector piden a gritos? Hace algunos años que criterios discutibles parecen predominar en el arte contemporáneo omitiendo toda consideración estética.
Philippe Pataud Célérier, Periodista.- Traducción: Lucía Vera
Para tener éxito, ahora basta con saber venderse”, señalaba el filósofo Christian Delacampagne (8). Así, cuanto más invisible es el arte en función de los cánones artísticos tradicionales, más visible debe ser el artista en sus registros subversivos. Y en esto, los artistas vivos disponen de cartas de triunfo considerables con relación a sus mayores, ya que pueden encontrar coleccionistas y hacerse conocer por ellos, lo que es legítimo; pero también responder a la demanda, lo que es menos legítimo si se considera que un artista se define en primer lugar por tomar riesgos y por la creación de obras que el público no espera. En este punto, las pinturas de Theo Van Gogh podrían rivalizar con las instalaciones de Damien Hirst, ya que tanto las unas como las otras han provocado, cada una en su momento, reacciones hostiles. Sin embargo, el primero murió en la miseria, mientras el segundo posee a los cuarenta años una fortuna que el Sunday Times estima en 270 millones de euros. Entonces, ¿cuáles son los pases mágicos?
La fórmula creativa
Algunos artistas tienen estrategias de marketing. Para atraer a la franja más encopetada, algunos trabajan la transgresión con una lógica empresarial. Una cabeza de vaca en descomposición (Damien Hirst) o una virgen cubierta de excrementos (Chris Ofili) pueden responder a las expectativas de un segmento de mercado para el cual faltaba la hostilidad del público y, con ella, el ruido mediático que dará a la pieza la notoriedad que le faltaba para motivar a los compradores, preocupados principalmente por la publicidad. De todas maneras podemos preguntarnos acerca de la naturaleza corrosiva de una subversión que está subvencionada por instituciones o por poseedores de grandes fortunas. Otros toman como modelos a estrellas que esperan que sean los primeros compradores y los determinantes de una moda futura, más influyente en la medida en que un sujeto mediático surgirá forzosamente en los medios a partir de la obra y del artista. El británico Marc Quinn representa el cuerpo desnudo de la modelo Kate Moss. El estadounidense Jeff Koons, el de Michael Jackson en compañía de su chimpancé Bubbles (adquirido en Sotheby’s por un naviero noruego en 5,6 millones de dólares). Koons captó bien que tenía que responder a las expectativas de su clientela, y alimentar así su imaginario, echando mano a un repertorio formal que le es familiar. Así un gigante corazón rosa, un diamante azul o verde, una pantera rosa de porcelana, aunque desconcierten a la mayoría, encantan a aquellos que reconocen allí el universo plástico de sus emociones cotidianas. Por ejemplo, el botiquín de farmacia (Lullaby) de Hirst formaba parte del mobiliario de un restaurante muy concurrido del barrio de Notting Hill (Pharmacy), donde deambulaban mozos con camisas de cirujano diseñadas por Prada, antes de ser vendido por su propietario… Damien Hirst.
Para Caroline Bourgois, directora del Fondo Regional de Arte Contemporáneo de la Región Parisina, denominado Plateau (9), las nuevas fortunas están en “la cultura de la inmediatez. Las formas deben ser comprensibles e inmediatamente seductoras. Mirar un Jeff Koons exige menos esfuerzo que otros artistas”. Pero si Jeff Koons es tan popular, se debe a que ha sabido hacerse apreciar por las estrellas (a lo que sin duda contribuyó su matrimonio con la Cicciolina, ex papisa del porno). Material para la prensa del corazón, el artista ha dotado a sus piezas de esa aura mediática indispensable para el ego de sus compradores. La paradoja es que son los propios compradores los que otorgan a la pieza su condición de ícono. ¿A qué precio? Al más alto.
¿Hablaríamos, si no, de Hanging heart, ese gigante corazón rosa cromado, anudado con una cinta dorada, si la pieza no hubiera alcanzado un precio asombroso en las salas de venta? Para alabar la obra, Sotheby’s recordaba las miles de horas de trabajo que Koons (o más precisamente los obreros de su taller) había dedicado a la pieza. ¿La casa se había quedado corta de argumentos, para reactivar criterios que se pensaban inapropiados para el mundo artístico? Qué importa. Desde el 14 de noviembre de 2007 tiene un argumento implacable: el corazón rosa gigante fue vendido en 23,6 millones de dólares (alrededor de 16 millones de euros), es decir, un precio que superó el record alcanzado por Hirst. Y la explicación estalla enseguida: “Si no hubiera nada en ella, ¿piensa usted realmente que un coleccionista habría pagado ese precio?” Y, en efecto, ahora existe ese precio… Tanto menos discutible porque, cuanto más elevado es, más escasa se vuelve la capacidad de criticar la pieza, porque todos, desde el vendedor hasta el rematador, lo impulsaron hacia arriba para justificar al mismo tiempo su trabajo y su ingreso. “En realidad, concluye irónicamente un observador del mercado, el comprador ha conseguido no una pieza sino un precio, un precio que constituye todo el valor de la pieza. Sólo que la pieza es a veces tan débil que uno se pregunta si el dinero tiene todavía algún valor en esos círculos donde abunda”. Poco importa, el arte contemporáneo va viento en popa. Asienta las fortunas adquiridas rápidamente. “Es el traspaso que debe pagarse para entrar en un circuito de relaciones donde cada uno es juzgado por criterios de solvencia, un derecho de entrada espectacular para ecos mediáticos, particularmente importantes para los nuevos empresarios de los países emergentes”, comenta Aude de Kerros. Accesible y no elitista, como lo proclama Jeff Koons, se convierte incluso en el coadyuvante mediático, comercial y democrático de algunas instituciones que se piensan demasiado encorsetadas por el peso de su historia. A fines de 2008, las obras de Jeff Koons tendrán un lugar en los jardines de Versailles. Lo que seguramente agradará a François Pinault, uno de sus grandes coleccionistas. Ahora bien, Aillagon, el nuevo presidente del Establecimiento Público del Museo y del Ámbito Nacional de Versailles, era hasta ahora director del Palazzo Grassi, propiedad de Pinault. ¿Convergencia de intereses? Por otra parte, Pinault es también el propietario de Christie’s desde 1998… Seguramente, los países emergentes ya no están apartados de este fenómeno, a medida que se desarrollan sus riquezas. Después de China, ¿India, Rusia, Brasil? “Los compradores saben, observa Hervé Perdriolle, especialista en arte indio, que los precios del arte contemporáneo indio pronto seguirán al crecimiento del país. El punto positivo de ese repentino interés es otorgar finalmente un reconocimiento financiero a grandes artistas que eran todavía ignorados en la escena internacional”. Las ferias se multiplican en todo el mundo, las oficinas de venta en remates refuerzan su poder de atracción con instrumentos de marketing cada vez más poderosos. “Allí donde llegábamos a interesar a cien personas para la primera venta de una obra, hoy llegamos tal vez a 10, 20 ó 30 veces más”, confirma Grégoire Billault, director del departamento de arte contemporáneo de Sotheby’s. Y como todos saben, los precios suben con el impulso de subastas poco numerosas. También han sido “aumentados” por esas casa de ventas que algunos observadores no dudan en calificar de “impulsores al crimen del mercado (10)”. Lo que está en tela de juicio es el sistema de precios garantizados: para persuadir a un propietario a vender una obra, el rematador le asegura un monto elevado, y cualquiera sea el resultado del remate, queda a cargo de la casa de ventas el pago de la diferencia si el precio efectivamente logrado fue inferior. Entonces, la casa va a poner en práctica todo lo necesario para valorizar la pieza, lo que, en general, pasará menos por un estudio en profundidad de la obra (técnica, material, audacia del tema…) que por la capitalización de todo lo que pueda satisfacer a una clientela con fortuna pero no necesariamente prevenida. Como, por ejemplo, el hecho de que una obra haya pertenecido a un propietario prestigioso.
Desmaterializado, el mercado del arte contemporáneo se mundializa más fácilmente todavía. Galerías, casas de remate, bases de datos especializadas, brindan en línea todo tipo de informaciones para el comprador particularmente avezado en las nuevas tecnologías. Documentación, análisis y estudios sobre el potencial especulativo de las piezas codiciadas encantan particularmente a los hedge funds (fondos especulativos o fondos buitres) que pueden invertir en el ámbito del arte contemporáneo porque disponen de instrumentos más adaptados a la complejidad analítica de sus proyecciones especulativas. Artprice.com, líder mundial de los bancos de datos sobre cotización e índices del arte (25 millones de índices y resultados de ventas que cubren a 405.000 artistas), suministra, mediante pago, estudios, análisis, estadísticas y datos econométricos. Los más recientes (enero de 2008) calculan, en tiempo real, la confianza de los actores del mercado artístico para seguir sus reacciones con relación a temas de actualidad estricta (variaciones bursátiles, acontecimientos geopolíticos, resultados de una venta mediática…).
Algunos artistas, como Emmanuel Barcilon, entrevistado en la feria de descubrimientos de la creación contemporánea (11), se niegan a entrar en este engranaje. “Cuántos más acontecimientos hay, más hay que producir. Y cuánto uno más produce, menos capaz se es de regenerar y de crear. Finalmente, para mí, entrar en este sistema es negar mi calidad de artista”. Dice que no desea realizar más de una quincena de piezas por año, que serían inmediatamente adquiridas. “Esto puede ser un problema en el sistema actual”, confía su galerista, Marc Hourdequin, de Dukan & Houdequin, en Marsella. Porque el mercado, aunque no se reduce a sus extraordinarias cotizaciones, a fuerza de mediatización contamina a los aficionados al arte y los lleva a tener reflejos especulativos. “Escuchan más de lo que miran, dice desolado un galerista. Pero cómo censurarlos ¡cuando una cotización se logra en quince días! Cuando se promueve menos la cultura que su resultado… Uno termina deseando una crisis financiera para purgar algunas cotizaciones indecentes y sanear el mercado. Y para volver a encontrar los valores artísticos detrás de los valores financieros. No olvidemos que el mercado del arte vive al ritmo de los ciclos económicos, y que en marea baja sólo las grandes piedras no resultan arrastradas”. Por el momento, los actores se regocijan al ver todavía a algunas locomotoras empujar el mercado hacia el alza: son otros tantos signos destinados a tranquilizar a los inversores. La crisis de los subprime, créditos hipotecarios de alto riesgo, está presente en la cabeza de todos. Pero esos signos no significan nada para los más advertidos. Es cierto que Damien Hirst pertenece al grupo de inversores que requirió anonimato para la adquisición de su obra For The Love Of God… El artista ya había recomprado en 2003 sus piezas a su antiguo coleccionista Saatchi para controlar mejor su mercado (12). Y hace muy poco le dio cuatro instalaciones a la Tate. Sin ninguna duda para conseguir una vitrina prestigiosa, consolidar su cotización, tranquilizar a su red de galeristas y coleccionistas, y a las casas de venta, algunas de las cuales –que cotizan en bolsa como Sotheby’s– se ven obligadas a satisfacer a sus accionistas-coleccionistas. Oficialmente, se trataría de agradecer a la Galería Tate, que lo había coronado, pero que ya no tiene los medios de adquirir sus piezas mediáticas, que transforman a los museos en trenes fantasmas. Pero, después de todo, por qué una cabeza de vaca podrida no podría formar parte del arte que se hace, cuando el arte, desembarazado de sus “pretensiones tradicionales de autonomía estética, recuerda Hans Belting (13), es ahora entendido como un sistema, entre otros, de comprensión y de reproducción simbólica del mundo”. Aunque esté en descomposición.
8 Christian Delacampagne, Où est passé l’art ?, Panama, París, 2007 (www.editiondupanama.cm).
9 www.fracidf-leplateau.com . Actualmente hay una exposición, “L’argent“, hasta el 17-8-08.
10 Judith Benhamou-Huet, Art Business (2), Assouline, París, 2007 (www.assouline.com).
11 La feria de descubrimientos de la creación contemporánea, Slick, cuya próxima edición tendrá lugar el 24 al 27 de octubre de 2008 (www.slick-paris.com).
12 David Connet, “The mystery of the £50m skull: Is Hirst's record sale all it seems? “, The Independant, Londres, 2-9-07 (www.independent.co.uk); Carol Vogel, “Damien Hirst Makes a Strategic Purchase: His Own Work“, New-York Times, 27-11-2003 (www.nytimes.com).
13 Hans Belting, L’histoire de l’art est-elle finie? , Gallimard, París, reedición 2007.
P.P.C.
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