viernes, 1 de agosto de 2008

LA MALA DE LA PELÍCULA, BIOGRAFÍA DE LENI RIEFENSTAHL (1902-2003)


El País, Montevideo, Uruguay, 01Ago08Fue la cineasta de Hitler, título con pocos años de gloria en la Alemania del Tercer Reich, y luego con décadas de oprobio y frustrados intentos de desnazificación. Leni Riefenstahl sobrevivió a todo eso, alcanzó a vivir con intensidad 101 años, logrando por momentos que su imagen se asociara con algo más que la cruz gamada y la figura del Führer. La biografía Leni Riefenstahl escrita por el profesor estadounidense Steven Bach (n. 1940, biógrafo también de Marlene Dietrich) no la absuelve. Bach no suscribe ni la ignorancia política que Riefenstahl alegó, ni la redención por el arte con que quisieron rescatarla defensores tan legitimantes como la nouvelle vague. Pero sí destaca su coherencia en un punto: hacer todo lo que tenía que hacer para alcanzar sus metas, y nunca arrepentirse por eso.
DRAMAS ALPINOS. Helene Amalie Bertha Riefenstahl nació en Wedding, un barrio obrero de Berlín, el 22 de agosto de 1902, y pasó lo suyo para imponer sus pretensiones artísticas. La ayudó una voluntad de hierro, el sentido de la oportunidad y una notable capacidad de manipular a los hombres. En 1923 logró que un banquero judío enamorado de ella le financiara una serie de espectáculos de danza que finalizaron cuando se lastimó una rodilla. Durante la convalecencia vio un film alpino del director Arnold Fanck y logró que le diera el papel estelar en La montaña sagrada, un drama sentimental rodado en las alturas, donde Leni demostró que las inclemencias geográficas no la acobardaban. Con más empeño y autoestima que condiciones actorales filmó otras películas menores, pero el tiempo pasaba y deseos como el de conseguir el protagónico en El ángel azul de Josef von Sternberg quedaron por el camino frente al paso de Marlene Dietrich. En 1930 y sin saber más de cine que lo que había aprendido de Fanck, Riefenstahl escribe el guión de La luz azul, un ejercicio de romanticismo alpino con hincapié en los primeros planos, que ella misma dirige y actúa en 1931. Lo hace con la ayuda del húngaro judío Béla Balázs y la colaboración de Fanck en el montaje, presencias que con el tiempo borrará de los créditos, en una demostración de egolatría y cálculo. El film no tuvo buena recepción pero le gustó a una persona que cambiaría por completo la vida de Riefenstahl.
LA PROTEGIDA. En 1932 Leni fue a un mitin de Hitler, de quien había leído, emocionada, Mi lucha. Eso le bastó para escribirle una carta, y de modo increíble él la recibió en audiencia privada: era el espectador entusiasmado con La luz azul y le propuso sin más que ella hiciera "sus" películas. Leni aceptó dando realidad a un vínculo que muchos calificarían de sentimental, aspecto que por mucho tiempo ella no desmintió ni afirmó, en un juego que mantuvo a raya a mucha oficialidad sexista de Hitler que no la veía con buenos ojos. La colaboración fílmica entre Leni y el Tercer Reich comenzó en 1933 cuando registró el primer congreso del Partido Nazi en la medieval ciudad de Nuremberg. Hitler la tituló La victoria de la fe, y Leni la filmó con ayuda del arquitecto Albert Speer, impulsor principal de la estética nazi de águilas y cruces gamadas. Un año después el congreso se repitió y Hitler tituló una segunda película, técnicamente mucho mejor que la primera y para la cual Leni tuvo libertad absoluta de planificación y presupuesto: El triunfo de la voluntad. Como documentalista dramática, se lució. No se limitó a registrar un evento, sino que colocó las cámaras para magnificarlo. Cada toma está encaminada a proyectar la grandiosidad, la belleza, la calma, la abundancia del naciente régimen, y la figura de Hitler como un dios protector y exigente que viaja de la serenidad al éxtasis en una ciudad donde hasta las estatuas y los gatos parecen contentos, rodeado de la fidelidad de sus hombres (aunque poco antes Röhm y algunos de sus SA habían sido eficazmente limpiados en la llamada Noche de los Cuchillos Largos). Los desfiles y discursos que conforman El triunfo... glorifican un imperio de juventud, belleza y fuerza, tanto físicas como mentales, tres rasgos que siempre cautivaron a Leni. Y aquí sí fue aplaudida, tanto que luego de realizar un film menor y de apoyo para la devaluada Wehrmacht (El día de la libertad) recibe de Goebbels la aprobación y un presupuesto generoso para filmar los Juegos Olímpicos de 1935, donde las medallas del negro estadounidense Jesse Owens dieron un revés contundente a las teorías raciales nazis. Hitler no le estrechó la mano a Owens, pero cuando este volvió a su país, Franklin Delano Roosevelt tampoco. Las decenas de cámaras y asistentes de Riefenstahl, ubicados en los sitios más insólitos lo filmaron todo y a todos. Grabó los entrenamientos y hasta logró que los ganadores repitieran sus desempeños si faltaba alguna toma. Reorganizar el material, montarlo y sonorizarlo fue un proceso largo. El resultado final se articuló en dos partes (Olimpiada: Fiesta de los pueblos y Olimpiada: Fiesta de la belleza) y se estrenó el 20 de abril de 1938 como regalo para el cumpleaños 49 de Hitler. Afuera de Alemania el film fue valorado en términos estéticos pero no pudo venderse como una obra apolítica y no racista, precisamente porque mostraba una realidad maquillada, fingiendo para los atletas y los turistas que el antisemitismo y las leyes raciales no existían. Mientras Leni lo promocionaba en Estados Unidos, cenaba con Henry Ford y recibía felicitaciones de Stalin, ocurrían también la Noche de los Cristales Rotos y la invasión de Polonia. Cuando Inglaterra y Francia declararon la guerra a Alemania, Leni pidió ir a Polonia como corresponsal de guerra. Estuvo poco pero cosechó un incidente que la perseguiría de por vida, cuando fue testigo de una matanza de judíos que primero dijo que la horrorizó y luego negó haber presenciado.
DESNAZIFICACIÓN. Después de la guerra Leni se dedicó a dos tareas comunes a la mayoría de los alemanes: sobrevivir (considerando que sus bienes fueron confiscados, que su carrera estaba liquidada y su matrimonio con un oficial de la Wehrmacht también) y parecer inocente. En los tribunales de justicia fue absuelta. Había tenido la suerte o precaución de no afiliarse al Partido Nazi, y si los aliados no creyeron en su candor fue en cambio convincente como la artista irresponsable y pura. Ahí fue donde le pegaron: sus películas de propaganda nazi fueron prohibidas, aunque ella siempre reclamó los derechos cuando alguien utilizaba fragmentos de las mismas, con lo cual se la acusó de seguir lucrando con su pasado nazi en vez de arrepentirse de él. Sobre su costoso film Tierra baja (que pagó el Reich) pesaba el dato de que había hecho trabajar gratis en él a gitanos sacados y luego devueltos a un campo de concentración. Leni creyó que por fin hacía punto y aparte cuando en 1962 se fue a África a retratar a la tribu de los Nubas, pero entonces voces como la de Susan Sontag rastrearon una continuación del fascismo hitleriano en esa fascinación por la belleza corporal a la que se sumaba una explotación enmascarada de apertura racial. En 1972 aprendió submarinismo y se dedicó a fotografiar las profundidades oceánicas (Slavoj Žižek, sin demonizarla, apuntó con precisión que Leni comenzó en la cima y terminó en el fondo). En 1987 publicó sus Memorias pintándose como una inocente seducida por ideales equivocados y no había cambiado públicamente de idea cuando murió en setiembre de 2003. Bach la retrata como una individualista a ultranza, usuaria consciente de los ideales arios de belleza y fuerza. No deja la impresión de que sirviera al nazismo sino de que se aprovechó de él sin pararse en consideraciones éticas y sin sospechar que sería derrotado. Para Leni filmar una montaña, el fondo marino, la cara de un atleta o la de Hitler fueron simples medios para llevar su nombre, en solitario, a los créditos de una obra hecha con perfección formal y mediante un trabajo arduo. Y eso lo consiguió.
LENI RIEFENSTAHL, de Steven Bach. Circe, Barcelona, 2007. Distribuye Océano. 455 págs. Mercedes Estramil

No hay comentarios: