sábado, 21 de febrero de 2009
EL TIEMPO ES VELOZ
La Nación, adnCultura, Buenos Aires, Argentina, 21Feb09
Por Jorge Fernández Díaz
Director de adnCULTURA
El bien más escaso de los seres humanos que tenemos las necesidades básicas satisfechas es el tiempo. No tenemos tiempo para nada. Siempre pienso que quien venda tiempo real se hará millonario. Me han dicho que, aunque de manera todavía embrionaria, empiezan a funcionar pequeñas empresas de servicios que lo facilitan absolutamente todo. Pero aún el fenómeno no se ha masificado, como sí lo ha hecho su primo hermano: el delivery . No poseo fortuna, pero si la tuviera, les aseguro que invertiría en una pyme del ramo del tiempo. La llamaría "Clon S. A." e intentaría que por fin se hiciera realidad la fábula futurista: un clon administrador que hace todas las colas bancarias, se traga todos los plantones de la burocracia estatal, llena todos los formularios, te saca todos los turnos, te arma las fiestas de cumpleaños, te compra los regalos para los amigos, te prepara el asado y a veces incluso ejerce las partes tediosas y amargas de la paternidad.
En un viejo cuento , aparece una fábrica de clones y un hombre de familia que contrata uno. En este caso, un robot con aspecto humano que lo reemplaza en todos los quehaceres y que le permite romper el viejo axioma según el cual un hombre no puede estar en dos lugares al mismo tiempo. En aquel perturbador relato fantástico, el hombre no sólo le toma el gusto al asunto sino que lo convierte en un vicio. Su clon lo reemplaza en reuniones familiares soporíferas y acompaña a su mujer a cenas insoportables. Pero una noche, el hombre vuelve a su casa y encuentra a su mujer acostada con el clon, que lo ha reemplazado con vigor sobrenatural.
Sin llegar a semejantes excesos, habría que decir que la actual tecnología crea permanentemente "facilitadores de tiempo" y a la vez nos hace caer, por cruel paradoja, en angustias existenciales. Los celulares, el correo electrónico, los motores de búsqueda de Internet y el Wi Fi, para no ir más lejos, nos permiten agilizar nuestra comunicación, nuestro conocimiento y nuestras gestiones profesionales y personales. Y aun así, cuanto más facilitadas tenemos las cosas, cuanto más instantáneas son, cuanto más ahorro temporal hacemos?, menos tiempo nos queda. Es como si fuéramos cobayos histéricos que corremos todo el día sin llegar a ningún lado.
La administración del tiempo se transformó en un oficio excelso y quizás imposible. Tal vez en el futuro habría que enseñarlo como materia escolar o declararlo de interés de la salud pública, puesto que un buen administrador de tiempo puede ser un hombre feliz y próspero, y un mal administrador puede transformarse en un hombre exitoso y atormentado, o en un fracasado alegre. Me río al escribir esto, pero lo cierto es que tener y no tener tiempo es un asunto muy serio. Y sin duda, un estrés que acosa a las sociedades posmodernas y un síntoma cultural de estos años: antes matábamos el tiempo, ahora el tiempo nos mata a nosotros.
Le encargamos la producción de tapa a Diana Cohen Agrest, la misma especialista en filosofía y ética que hace unas semanas se ocupó del aburrimiento, un tema emparentado a éste en muchos puntos visibles e invisibles. Elijo para el final una frase de Lord Chesterfield, aunque quizás esté tirando más nafta al fuego. Es una recomendación poética: "Cuida de los minutos, que las horas se cuidan solas".
jdiaz@lanacion.com.ar
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