miércoles, 25 de febrero de 2009
IRONÍA Y RELIGIÓN
La Nación, Buenos Aires, Argentina, 25Feb09
Silvia Hopenhayn
Para LA NACION
Este es un libro para pelearse. Su autor, el ensayista norteamericano Harold Bloom, tan polémico como renombrado, busca derribar toda teoría que altere su desarrollo conceptual, pero, más que nada, que lo altere a sí mismo. El tema atañe a todos, amén del evidente conflicto personal que le plantea al autor. La religión americana es el título del libro, editado por Taurus. Alude a la forma en que la cultura estadounidense asume las creencias y a su imperiosa necesidad de propagarlas. Los testigos de Jehová, los pentecostales, los adventistas del séptimo día, los mormones y los baptistas sureños transmiten a millones de personas su visión de Dios, de la muerte, del juicio final. Bloom se pregunta cuál es el atractivo de lo que llama "religión americana".
Sin tapujos, se zambulle en lo peor de su cultura. Lo hace con un fervor que, si bien podría alejar a los que estamos en desacuerdo con sus opiniones, también nos permite avanzar en su odisea. Ser testigos de su crisis. Por eso es un libro para pelearse con entusiasmo, no por oportunismo. Porque Bloom quiere resolver algo suyo en esta búsqueda: por un lado, su figura de crítico literario en relación con la del crítico religioso, y, por el otro, su lugar de judío gnóstico. Esta oscilación de su identidad es, quizá, la que lo lleva a adoptar una postura drástica, una suerte de deontología (bajo la forma del "hay que?") para convencer a los demás de su propia consistencia. Casi con insolencia, se enfrenta a la sociología y al psicoanálisis, desordenando y sacando de contexto categorías propias de cada disciplina, y son los momentos más flojos del libro. Su obsesión detractora desplaza al rigor conceptual y desmerece la libertad ensayística.
De todas maneras, es notable todo lo que ha investigado sobre la religiosidad en los Estados Unidos, dimensión fundamental para comprender el temblequeo de un imperio y la peligrosidad de su derrumbe. Bloom está en lo cierto cuando dice: "Una nación obsesionada con la religión necesita desesperadamente una crítica de la religión", puesto que se trata de "una cultura religiosamente desaforada, que busca insistentemente el espíritu".
La sociedad americana, según el crítico, está centrada en la idea del Apocalipsis. De allí que lo más interesante que sostiene este ensayo es que existe una religión que está en estricta relación con el ser estadounidense, caracterizado "por la soledad, la individualidad y el pragmatismo de sentimientos, por actos y experiencias, más que por pensamientos, deseos y recuerdos".
Su rastreo lo lleva a los clásicos de la literatura, como Emerson, Melville y Whitman. Para el autor, "el Cristo americano del siglo XX se ha convertido en una experiencia personal para el cristiano de los EE.UU. y, de manera clarísima, para los evangelistas". Jesús aparece solitario. Predomina su figura de resucitado, más que la del crucificado. Por otra parte, el amor de Dios es una cuestión unívoca. Bloom se refiere a la premisa de Spinoza en su Etica , según la cual nadie que ame a Dios de verdad debe esperar que éste le corresponda. Los norteamericanos la revierten: nueve de cada diez creen que Dios es el que los ama. Bloom ironiza al respecto: "Vivir en un país en el que la inmensa mayoría goza del afecto de Dios es profundamente conmovedor".
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