lunes, 15 de octubre de 2007

PEREZ-REVERTE Y EL CINE


LA ALFOMBRA ROJA Y DESIERTA.
Para LA NACION - MADRID 2007
adnCULTURA, 13 de octubre de 2007

Tengo un par de amigos que hacen películas con mis novelas, y eso me mantiene en contacto con el mundo del cine. Me refiero al cine por dentro, claro, no como espectador. Para ver pelis no necesito ni amigos ni gaitas: me compro una entrada y una bolsa de palomitas -de pequeño eran pipas- o un DVD, y punto. Hasta ahora han hecho siete u ocho sobre historias mías, y algo más hay de camino. Unas fueron bien, y otras no. De las dos últimas, mis compadres no se quejan. A mí, en realidad, lo de la taquilla no me afecta; excepto porque, ya que son amigos quienes se la juegan, deseo que les vaya bien y ganen pasta. Lo personal ya es otra cosa. Algunas de esas películas me gustaron mucho, otras me gustaron menos, y alguna hubo sobre cuya palabra "Fin" juré romperle las piernas a su director si alguna vez me topaba con su careto. Quiero decir con todo esto que lo del cine me suena. Que llevo tiempo en contacto y conozco el paño. Por eso me parto de risa cuando oigo a alguien del gremio hablar de industria cinematográfica española, solidaridad de actores, directores y productores, la nueva ley sobre el asunto y otros camelos.Recuérdenme un día de estos que cuente con detalle cómo se hacen las películas en España, de dónde sale la pasta, y cómo es posible que películas infames, que ni llegan a estrenarse, hayan metido viruta en el bolsillo de algunos productores espabilados, de los que se hacen fotos en la toma de posesión de todos y cada uno de los titulares de Cultura, sean del Pepé o del Pesoe. Recuérdenme también que refiera algunas anécdotas sabrosas sobre las palabras beneficio industrial, sobre cómo se repartió en los últimos años la tarta de las televisiones, sobre los dos o tres listos que mataron la gallina de los huevos de oro, y sobre cómo algunos golfos apandadores, combinando la candidez de ministros y ministras que no tenían ni puta idea de cine con la complicidad amistosa o engrasada de algún crítico cantamañanas, presentaron como obras maestras bodrios infumables, haciendo desertar al público de las pantallas españolas. Recuérdenme, también, que refiera algunas bonitas historias sobre las palabras envidia y poca vergüenza en torno al rodaje de cualquier película ambiciosa de alto presupuesto que apunte a la taquilla, invariablemente torpedeada por el habitual grupillo de tiburones de la industria, con el argumento de oiga, y qué hay de lo mío. O dicho de otro modo: si la pasta de las ayudas va a una sola película importante, quién financiará las chorraditas infumables de las que yo vivo, y con las que trinco pasta antes de rodar un solo plano, con lo que luego me da igual estrenarlas o no.
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