martes, 2 de octubre de 2007

UT PORTET NOMEN MEUN (Novela breve en fascículos)


Entrega 6
-Sin duda un mensaje mandado por paloma- dije en voz alta al evaluar su tamaño, lo fino del papel en donde se apretujaban las letras diminutas, la carencia absoluta de formalidades protocolares, y la cápsula que lo protegía.
El mensaje era el más antiguo de los que había encontrado, datado en Valladolid en algún día de 1546, y digo algún día porque la fecha había desaparecido junto con el trocito de papel que la contenía. Estaba dirigido a un tal D. Juan e informaba que Alvar Núñez había sido destituido de su adelantazgo y desterrado a África. “El cargo ha quedado vacante- decía la esquela- ya que las capitulaciones no establecen derecho a nombrar sucesor. V.E. cuenta con posibilidades si Dios, Nuestro Señor, lo ayuda y se mueven las piezas a los escaques convenientes.” Sin salutaciones, el escrito terminaba con un escueto: “Su Servidor. P”
Esta esquela, único documento de esa caligrafía, al decir tan poco abría el campo para el vuelo de la imaginación, si de conjeturar significados se trataba; la leí y releí buscando cuando menos la punta del hilo de Ariadna que necesitaba para guiarme en el laberinto de papeles y tinta en el que me había enzarzado cuando seguí al duende en su intuitiva carrera hacia el boquete. Contemplado por mi pequeño compañero, ahora tendido de costado cuan largo era sobre la mesa, la cabeza apoyada en una mano y la mirada socarrona, como si se sintiera satisfecho de haberme embarcado en un problema tan distinto al que inicialmente me impulsaba; nuestras miradas se cruzaron y creí ver en sus ojos un destello de complicidad, tal como si dijera: “¡Vamos, vuecencia!, no sé si será tan importante como Séneca, pero sí con seguridad más divertido.” Me aferré al extremo de la hebra que la pequeña esquela me proporcionaba y, cual otro Teseo, comencé a jalar con prudencia del hilo dejando que mi intuición escudriñara datos ocultos tras las líneas leídas, como un alarife busca con afán la piedra angular de su construcción. Columbraba una noche en vela y no permitiría que fuera en vano; no, no era posible seguir por mera frivolidad el rumbo marcado por el geniecillo. Aún por respeto a Séneca, la incógnita tras la que corría debía valer la pena, tener un desenlace con más enjundia que la satisfacción de una inquietud simplemente pueril totalmente desacorde con mi persona... En principio, si habían sido guardados estuche y mensaje pese a su brevedad, quiere decir que se le debió atribuir importancia- pensaba mientras bebía unos sorbos de vino con la silla echada hacia atrás-... Alvar Núñez no puede ser otro que Cabeza de Vaca y por lo tanto el famoso adelantazgo debe necesariamente ser el del Río de la Plata... ¡Ajá, no vamos tan mal! No se trataba de una simple chaquira de buhonero; el Río de la Plata es un trofeo digno de codicia, ahora y en 1546.
-¿No opináis lo mismo, estimado amigo?- le susurré al duende, obteniendo por repuesta una graciosa reverencia de asentimiento, apantallada por la pluma de su birrete. Bueno, allí vamos, me dije, y a punto estaba de continuar con la lectura de los documentos, cuando sin querer miré en dirección a la escarcela; a su vera, asomándose entre las sombras, apareció el “tupu” despertado por el chisporroteo de una vela en su último estertor. (Continuará los domingos y miércoles)
Alfonso Sevilla

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