sábado, 29 de septiembre de 2007
UT PORTET NOMEN MEUN (Novela breve en fascículos)
Entrega 5
Al terminar la tarea me sentí satisfecho: tenía la certeza de que iba en buen rumbo, y así como yo entraba en un remanso de tranquilidad, mi amigo el duendecillo retornaba a la escena; al principio sólo se atrevió a asomarse tímidamente por breves instantes, hasta que envalentonado por mi pasividad reapareció sentado a la turca sobre la escribanía devorándose las uñas y con sus ojos brillantes de ansiedad saltando desde los folios en la mesa, a mi rostro. Yo que lo conocía desde siempre sabía que la impaciencia lo quemaba; no retornaría a reposar entre los pliegues de mi alma hasta que no hubiera desentrañando hasta el último arcano que yaciera tras mi hallazgo.
Ante la desesperación del trasgo, abandoné la cripta en búsqueda de un sirviente que me bajara algunas viandas, un bracero y buen número de velas, seguro como estaba que no suspendería la búsqueda hasta no terminarla en su totalidad.
Ya de regreso, mientras comía algo y bebía unos tragos de vino, dejé de lado los folios para abocarme al resto de los objetos que los habían acompañado en su sueño en el interior de la pared. La escarcela de terciopelo, de profundo color lacre, no había sufrido menos los embates de sus peripecias que los folios y su cartapacio; originalmente bordada, de los hilos de oro que en días de esplendor la engalanaron, sólo sobrevivían algunas hebras deslucidas de lo que parecía haber sido un escudo de armas, ya irreconocible. Con más delicadeza que la usada para manipular el cordobán, abrí la jareta que la amordazaba, derramando sobre una servilleta extendida sobre la mesa su contenido: un crucifijo, tal vez de ébano con Cristo de marfil, de menos de un jeme de largo, con pequeñas fichas de nácar incrustadas en su reverso que por su cantidad y numeración romana me pareció que eran para rezar la devoción del Via Crucis; dos anillos de oro de varón, ambos de sello y con anagramas, en uno con las iniciales JS, y en el otro MST; un “tupu” (1) de “tumbagua” (2) , que me arrastró a mis días en el Perú; diversas monedas portuguesas; un largo rosario con los quince misterios (que extraño pensé, en vez de la cruz tradicional, de su extremo pende una de la Orden de Montesa); un tubito de plata finamente burilado y con tapa de presión, en cuyo interior habían numerosos dientes de leche, recuerdos seguros del crecimiento de un infante muy querido, y un pañuelo de dama con puntillas de Flandes y las iniciales MC bordadas en una de sus esquinas, cuya seda marfilada mostraba el paso del tiempo. Me intrigaron los anagramas en anillos y pañuelo; el duendecillo, al que ahora me lo imaginaba aferrado a uno de mis antebrazos para no perder detalle de lo que mis manos descubrían (me recordó a un gerifalte de cetrería pero sin capirote), había llegado a tal grado de excitación que se atrevió por primera vez a hacerse escuchar, gritando con aguda voz: “¡A la bolsa de cuero, Vuecencia, a la bolsa de cuero!”
Sé que es grave falta el hacer sufrir, el someter a tormento, aún cuando un trasgo fuera el penado, ¡cómo lo podría ignorar en mi condición! “Pero si esto en realidad no está sucediendo”, pensé; una sonrisa arqueó mis labios regodeándome por la forma en que jugaba mi imaginación, y siguiendo mi chanza solitaria e interior adelanté la mano hacia la bolsa, sintiendo el temblor de satisfacción del geniecillo, para desviarla al fin de su vuelo hacia los documentos. Y si la curiosidad, esencia del duende, lo enloquecía (ahora había dejado escapar un ligero sollozo de desengaño), también guió a mi mano eligiendo como primer folio a leer uno pequeño, más pequeño aún que la palma de mi mano y de papel extremadamente delgado. En realidad el imán que me atraía no era tanto el papel, sino el pequeño tubo de ligerísimo cobre en el que lo había hallado, no más largo que una pulgada, y que apareció cosido a uno de los tantos folios que clasifiqué.
Notas
(1)Tupu: en quechua, el alfiler con que los aborígenes del Perú prendían sobre un hombro el manto con que se cubrían.
(2)Tumbagua: denominación en quechua del oro de baja ley con que generalmente confeccionaban sus joyas los indígenas peruanos
(Continuará- Las entregas se harán los miércoles y sábados)
Alfonso Sevilla
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