miércoles, 10 de octubre de 2007

UT PORTET NOMEN MEUN (Novela breve en fascículos)


Entrega 8
Lo que acontecía, se relataba, era que ante la ausencia de mujeres cristianas con quien casar, los buenos españoles tomaban entre las indias tantas barraganas como querían o podían soportar, exponiendo a esos reinos a degenerar atrapados entre el pecado y la molicie. Y continuaba expresando que en el Consejo de Indias se decía que nada mejor para ponerlos en vereda, que llevar un contingente de mujeres españolas de buena formación y fuerte carácter, con quien se casaran, de grado o por la fuerza; “Ansí desaparecerá todo olor a barraganía, habrá la moral ganancia y se amansarán los genios turbulentos”. Ya sabrían las ibéricas matronas meterlos en cintura, aún a los más “mahomas” de todos esos rufianes; una escoba bien blandida por hembra española, apoyada por la autoridad del gobernador, tiraría mucho más que una yunta de bueyes.
Cuando leí este párrafo, el duende, nuevamente recostado en la mesa y con la cara apoyada en ambas manos atisbando el papel, lanzó una carcajada decididamente irrespetuosa, obligándome a disimular la sonrisa que insinuaba mi boca, a la vez que le solté un bofetón, por cierto sin alcanzarlo, ya que de dos saltos tan ágiles como los que dan todos los duendes, se perdió en la oscuridad. Aquellas frases me refrescaron la memoria. Antaño ya había sucedido algo semejante en el Perú, y política parecida adoptó un virrey, lo que le valió el apodo de “El Casamentero”. Este señor, cuyo nombre no recuerdo con certeza, aunque creo que fue D. Andrés Hurtado de Mendoza, Marqués del Cañete, pensaba que el hombre casado no tan sólo estaba menos expuesto a caer en el pecado de la carne, sino que perdía la tan destructiva agresividad que durante años arrojó a esos reinos a la Gehena de las guerras civiles. Algunas veces lo he meditado, y creo que Su Excelencia no estaba equivocado: la mujer al que lo une el sacramento matrimonial y una buena prole de críos bien ata al díscolo a la realidad y hace que piense dos veces antes de lanzarse a aventuras alocadas. ¿No sería esta la idea que iluminó la decisión de traer mujeres para los “asuncenos”? No estoy seguro cual de los hechos aconteció primero, pero valdría la pena analizar las fechas en que se produjeron ambos acontecimientos.
Lo estudiaría, ¡claro que lo estudiaría!; que para lograr decisiones gubernamentales que ayuden a vivir de acuerdo a las enseñanzas de Nuestro Señor, en ocasiones pesan más los argumentos políticos, que los teológicos, como si fuera más importante evitar revueltas que llevar al rebaño por el camino de la Gracia de Dios. Una vez más había retornado a perderme del hilo principal de mi búsqueda, para caer en una serie de disquisiciones sobre el trasfondo teológico de la cuestión, por algo había dicho el Creador: “No es bueno que el hombre esté solo”, afianzando la frase bíblica en mi experiencia que me había llevado a colegir que un soltero que vive con la capa al hombro y sin grillos en el corazón esta a toda hora dispuesto para aventuras y motines. Los hombres, ¡ah los hombres!, lo mismo en el Nuevo Mundo como en Europa, parecieran que son como niños grandes necesitando siempre de la vigilancia de sus mayores para que no se desmanden en sus comportamientos; no basta su Fe, que la tienen, ni basta la educación que han recibido; desgraciadamente es necesario siempre el ojo del amo que, a fe, engorda el ganado; no en vano la guasa popular dice: “Con viento se limpia el trigo y los vicios con castigos”. “¡Vox populi, vox Dei!” Mas, lucubré, si ese amo, antes de tener que castigar, busca las causas que inducen al pecado para hacerlas desaparecer, tanto más sabio demostraría ser.
El duende, que a la sazón colijo no era demasiado amante a las disquisiciones piadosas, se asomó tras del candelabro y, esta vez muy formal y respetuoso, me dijo:
-“Señor, mañana tenéis mucho que hacer y debéis descansar algo. Vuecencia no debería perder tiempo y entrar de lleno a la faena para dilucidar el misterio de vuestro hallazgo”.
(Continúa los miércoles y sábado)
Alfonso Sevilla

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