lunes, 14 de abril de 2008

CAPÍTULO 7: LA MEDALLA DE BAILÉN.- LITERATURA HISTÓRICA


LAS TRISTES HOGUERAS DE LA DERROTA
En esta entrega, la penúltima de la serie, se narran las impresiones que el capitán San Martín tiene al recorrer el campamento de los vencidos y una inquietante escena, donde sale a defender a un soldado francés.

Os entrego esta espada vencedora en cien combates , dijo Pierre Dupont para la Historia y le extendió ceremoniosamente al general Castaños su sable francés. Los dos ajedrecistas de Bailén se miraban a los ojos. Y el capitán ayudante del marqués de Coupigny, en primeras filas, contemplaba atentamente esos protocolos de la rendición. Habían pasado casi tres días desde el fin de los disparos, y las dilaciones habían crispado los nervios de todos los contendientes. Para forzar las negociaciones, los hombres de Castaños habían tenido que mover dos divisiones pesadas, colocarlas en posición disuasoria y amenazar a Dupont con una masacre para lograr que finalmente el general francés accediera sin muchas condiciones a la capitulación. El acuerdo se firmó en una casa de postas, a mitad de camino entre Andujar y Bailén, y el acta indicaba que los veinte mil militares franceses quedaban en condición de prisioneros de guerra. También que entregarían con honores sus artillerías y estandartes, que serían trasladados bajo custodia fuera de Andalucía y que luego los embarcarían rumbo al puerto de Rochefort. El capitán San Martín había recorrido el campamento francés, y la imagen de las secuelas le volverían una y otra vez en sueños. Había una interminable caravana de carros con heridos, y cirujanos improvisados que no daban abasto para amputar piernas, cauterizar heridas, aplicar torniquetes y vendar cabezas. Los jefes habían ordenado abrir fosas comunes en la tierra y allí sepultaban racimos de cadáveres ignotos. La tropa estaba triste, exánime y hambreada, y solo esperaba la confirmación de una rendición más o menos decorosa. Los soldados españoles los vigilaban a punta de bayoneta, y los civiles de la zona los amenazaban con burlas y con amagos de tormentos indecibles. Continuará.

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