viernes, 16 de enero de 2009

ALTERACIONES REPENTINAS


El País, Montevideo, Uruguay, 16Ene09
Hugo Fontana
LA PALEOCLIMATOLOGÍA es una disciplina reciente que evalúa los cambios ocurridos en el clima del planeta desde varios centenares de años atrás hasta hoy.

Para ello estudia básicamente tres tipos de evidencias: los anillos de algunos árboles milenarios, la composición y las huellas de algunos glaciares, y el testimonio de hombres que dejaron diarios, memorias, y crónicas acerca de una serie de fenómenos significativos. El británico Brian Fagan es un arqueólogo y antropólogo que se ha especializado en este terreno, habiendo escrito ya más de 40 libros y ejercido como docente en varias universidades de su país y de Estados Unidos. En La pequeña edad de hielo aborda dichos cambios durante un largo período, desde 1300 a 1850, aunque sus estudios dan comienzo bastante antes y llegan hasta nuestros días.
Según Fagan, antes de 1300 y a lo largo de algunos siglos el planeta disfrutó de un período relativamente cálido que permitió, entre otras cosas, que Erik el Rojo y otros navegantes nórdicos, entre ellos su hijo Lief Erikson, descubrieran y colonizaran Groenlandia ("tierra verde") y llegaran incluso a lo que bautizaron como Vineland ("tierra de viñas"), en América del Norte, hoy territorios de Canadá y Estados Unidos. Luego del siglo XIII, y en un período especialmente frío que se extendió hasta fines del siglo XIX, aquellos lugares fueron rodeados por el hielo, por lo que los viajes de los adelantados se vieron interrumpidos.
Fagan sostiene que este tipo de cambios climáticos ha sido constante a lo largo de la existencia del planeta Tierra, y que su pronóstico hubiera sido prácticamente imposible aun contando con los adelantos técnicos de nuestros días. Lo que esta disciplina observa entonces no son solo esas modificaciones sino las consecuencias que ellas tuvieron en el desarrollo de la Historia del Hombre: sus migraciones, sus costumbres, sus estrategias para abastecerse de alimentos, el fortalecimiento de algunas comunidades o naciones, su prosperidad o su ruina, la posibilidad de seguir afrontando y venciendo mil y una dificultades o claudicar ante ellas. Ya en el prefacio de su estupendo libro, el autor advierte que "la Pequeña Edad de Hielo fue un zigzag interminable de cambios climáticos, una época en la que cada ciclo no duraba más de 25 años. El ciclo de calentamiento persistente que hoy sufrimos es algo anormal", para agregar pocos párrafos después que dichos cambios no llegaron gradualmente "sino por medio de alteraciones repentinas cuyas causas desconocemos y cuyo control se nos escapa".
Meses de cenizas. En este devenir, resulta de singular importancia el comportamiento de la llamada Oscilación del Atlántico Norte (OAN), la que ha determinado a lo largo de los siglos no solo la existencia de corrientes de diversas temperaturas que viajan de norte a sur y de sur a norte por las aguas oceánicas, sino las diversas graduaciones de la presión atmosférica y la persistencia de los vientos, todo lo que influyó de modo directo en la alternancia de épocas frías o cálidas, lluviosas o secas, calmas o turbulentas, y sus inmediatas consecuencias sociales, económicas y políticas. Otras de las causas a las que Fagan otorga relevancia es a la actividad volcánica y a diversas erupciones como la del Huaynaputina en 1600, la del Tambora en 1816 y la del Krakatoa en 1883, los que lanzaron tanta ceniza a la atmósfera que por meses la llegada de los rayos solares se vio entorpecida, provocando algunos de los inviernos más fríos registrados en los últimos siglos.
A modo de ejemplo, en los períodos cálidos los pueblos nórdicos desarrollaron una verdadera industria de la pesca del bacalao y del arenque, en particular en el Mar del Norte y en el Báltico con un apogeo que llegó a durar casi 500 años, entre 800 y 1300, pero cuando las grandes masas de hielo comenzaron a aumentar de tamaño y a viajar hacia el sur, los beneficiarios de los enormes cardúmenes que se desplazaban buscando temperaturas más benévolas fueron los de Europa Central y Gran Bretaña. Entre tanto, los nórdicos debieron dedicarse a la madera, a la tala de antiquísimos bosques, a su industrialización manual y a su comercio con el resto del continente, lo que incluso llegó a mejorar su situación económica.
Pero no todo fue negocios y progreso. Si bien las poblaciones rural y urbana aumentaron notablemente durante la Edad Media, a la llegada de los fríos y en tanto el hombre no supo responder con técnicas novedosas en el cultivo y el almacenamiento de productos agrícolas, las hambrunas asolaron a Europa durante décadas, acompañadas entre otras cosas por el arribo de epidemias, como la peste negra o la bubónica, las que diezmaron aquellos grupos con evidentes carencias en su alimentación. Largos y reiterados inviernos muy lluviosos arruinaban las cosechas de cereales, los mendigos de los campos se acercaban a las ciudades y hurgaban entre los desechos cuando no "pastaban como ganado" al borde de los caminos. Todo ello, además, generó una ola de fervor religioso con la que se trató de explicar estos fenómenos, provocando la institucionalización de intrigas, persecuciones y las consabidas quemas de brujas o de todo individuo sospechoso de subvertir o cuestionar el poder de Dios o de la Iglesia.
A mitad de camino. Pero más allá de todas estas aparentes coincidencias, e intentando dar una explicación de estos cambios, Fagan debe admitir que solo puede manejarse con varias hipótesis difíciles de corroborar con absoluta seguridad. Entonces se pregunta acerca de varias posibilidades. ¿Fueron las pequeñas variaciones en el eje terrestre las responsables de los cambios de temperatura, del enfriamiento de las zonas polares, de los extensos inviernos diluviales? ¿Fueron las fluctuaciones cíclicas en la radiación solar las que contribuyeron al enfriamiento global? "Las certezas no abundan", se responde. "Sabemos que todavía vivimos en la Gran Edad de Hielo, a mitad de camino de un período interglaciar, uno de los muchos que han existido en los últimos 750.000 años".
Pero sí puede contestarse acerca del estado actual de cosas, y lo hace de modo contundente: "El planeta tiene reservas de combustibles fósiles suficientes para seguir emitiendo volúmenes importantes de dióxido de carbono hasta bien entrado el siglo XXII. Si no se controla ese aumento de los niveles de gas en la atmósfera, los cambios climáticos serán muy pronunciados y extremadamente imprevisibles". Fagan parece decir que, por primera vez para la seres humanos, algunos de los elementos clave para su supervivencia están, más que en el azar del sol, de la excentricidad de la órbita terrestre o de las corrientes marítimas, en sus propias manos.
LA PEQUEÑA EDAD DE HIELO. Cómo el clima afectó a la historia de Europa. 1300-1850, de Brian Fagan, Gedisa, Barcelona, 2008. Distribuye Océano. 344 págs.

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