sábado, 10 de enero de 2009
ESE TEDIO TAN TEMIDO
La Nación, Buenos Aires, Argentina, 10Ene09
Sábado 10 de enero de 2009
Me aburren la Fórmula Uno, el setentismo, los clichés de la vanguardia, los best sellers, los shoppings , los actos escolares, la vanidad de los escritores, los manuales de management , los discursos desde el atril, el fútbol americano, la bohemia fashion de Las Cañitas, la cola del banco, la solemnidad académica, el scrabel y la generala.
Pero lo que más me aburre son las increíbles cosas que hacen las personas con tal de no aburrirse, como llenarse de movimiento, consumo y ruido. También que los chicos de última generación se aburran todo el tiempo, exijan "programas" y vivan conectados día y noche a Internet, la radio, el i-pod y la televisión para sobrevivir al supuesto y tan temido tedio mortal de la vida.
Mi madre me salvó, afortunadamente, de esa enfermedad cuando a los diez años me dio los libros, un antídoto maravilloso contra el aburrimiento. Pero las épocas cambiaron, y hoy la vida es digital o iletrada y tiene que ser un zapping , una montaña rusa, una sinfonía múltiple y ensordecedora o simplemente un paroxismo productivo. Ya no tenemos tiempo, ni ocio verdadero ni silencio autorreflexivo: sólo tenemos velocidad y drama, porque cuanto más rápido y más cosas tenemos que hacer, más cosas nos faltan; cuanto más confort y más facilitadores temporales poseemos, menos horas de tiempo gozamos. Es así como nos comemos la cola, corremos hacia ninguna parte y a veces, teniéndolo todo, no tenemos nada.
El aburrimiento, con sus lados buenos y malos, viene del fondo de la historia. Pero en el vacío posmoderno, las relaciones líquidas y la sociedad del espectáculo se han convertido hoy en una epidemia: evitando el aburrimiento casi todos caemos en él. Sobreestimulados y quizás demasiado mimados por la tecnología, temo que el futuro se parezca bastante al que se muestra en la película de animación Wall-e , donde los seres humanos, que se han vuelto obesos y malsanos, pasan día y noche encadenados a una computadora que los satisface a tiempo completo y no les permite conocer la experiencia vital.
Estamos en época de vacaciones y nadie quiere aburrirse. Adictos a la adrenalina sufren entonces síndromes de abstinencia y se inventan remedios contra el aburrimiento. Acerca de estas paradojas y de estos asuntos filosóficos trata nuestra portada de esta edición. El artículo fue encargado a Diana Cohen Agrest, doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y magíster en Bioética por el Centre for Human Bioethics de la Monash University de Australia. Desde 1983 se desempeña como docente e investigadora en la UBA y ha escrito algunos libros muy interesantes sobre Spinoza y la inteligencia ética en la vida cotidiana. Acaba de publicar ¿ Qué piensan los que no piensan como yo? , un profundo estudio sobre diez temas que alimentan grandes controversias éticas de nuestro tiempo.
El ensayo de Diana es acompañado por un relato de Chejov. Hay que recordar que el aburrimiento ha sido un gran tema literario y que ha dejado obras memorables. Y controvertidas sentencias. Shakespeare decía: "La vida es aburrida como un relato contado dos veces que atormenta el oído sordo de un hombre adormilado". Bertrand Russell pensaba: "El aburrimiento es el gran tema de los moralistas ya que la mitad de los pecados se cometen por su causa". Más acá, un legendario periodista español, Juan Luis Cebrián, fundador de El País de Madrid, le quita dramatismo: "Cuando queda tiempo para aburrirse, yo procuro aburrirme, porque el aburrimiento es una forma de descanso".
Pasen y lean. Les prometo que no se aburrirán.
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